Edificando Filadelfia
  ESMIRNA
 




Capítulo II

ESMIRNA


SINOPSIS DE ESMIRNA


Tiempos de amargura de la Iglesia
Período de los mártires - Grandes pruebas para los santos - Los catecúmenos - Sinagogas de Satanás - Los judaizantes.

Herejías de los siglos II y III
Herejes y herejías: Marción - Sabelianismo - Montanistas - Maniqueísmo.

Las diez grandes persecuciones
Bajo el gobierno de los emperadores romanos: Nerón - Domiciano - Trajano - Antonino Pío - Marco Aurelio - Septimio Severo - Maximino Tracio - Decio - Valeriano - Diocleciano - Grandes mártires: Pedro - Pablo - Juan - Clemente de Roma - Policarpo de Esmirna - Justino Mártir - Perpetua y Felicita - El diácono Lorenzo.

Los primeros llamados padres de la Iglesia
Clemente de Alejandría - Orígenes - Gregorio Taumaturgo - Escuelas Teológicas: Alejandría - Antioquía - Asia Menor - Cartago.

Los apologistas y polemistas
Apologistas: Aristides - Epístola a Diogneto - Justino Mártir - Melitón - Apolinar de Hierápolis - Atenágoras - Milciades - Teófilo -Taciano - Minucio Félix - Hermias - Polemistas: Ireneo - Tertuliano.

Los vencedores de Esmirna
Segunda recompensa: Recibirán la corona de la vida y no sufrirán daño de la segunda muerte - ¿Qué es la muerte segunda? ¿A qué se refiere el sufrir daño de la segunda muerte?

LA CARTA A ESMIRNA
"8Y escribe al ángel de la iglesia en Esmirna:  El primero y el postrero, el que estuvo muerto y vivió, dice esto:  9Yo conozco tus obras, y tu tribulación, y tu pobreza (pero tú eres rico), y la blasfemia de los que se dicen ser judíos, y no lo son, sino sinagoga de Satanás.  10No temas en nada lo que vas a padecer.  He aquí, el diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días.  Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida.  11El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El que venciere, no sufrirá daño de la muerte segunda" (Ap. 2:8-11).

Trago amargo
La localidad de Esmirna estaba situada en Asia Menor, en las costas del mar Egeo, en el golfo del mismo nombre.  Fue una antigua colonia de los jonios, y más tarde hizo parte de la provincia romana de Asia.  Se dice que bajo la protección de Roma fue, en el Imperio bizantino (de Constantinopla), uno de los centros de expansión del cristianismo.  Hoy es una ciudad de Turquía, conocida en el idioma turco como Izmir, y es la capital de la provincia homónima.(1)
Es la segunda carta de las siete de Apocalipsis, y está dirigida a una iglesia que representa la condición y características de la Iglesia en el período profético comprendido entre final del siglo primero hasta el año 313 d. C.; es decir, entre el subperíodo subapostólico y muerte del apóstol Juan hasta la  promulgación del Edicto de Tolerancia, o Edicto de Milán, del emperador Constantino el Grande.  La carta comienza diciendo:
"8Y escribe al ángel de la iglesia en Esmirna:  El primero y el postrero, el que estuvo muerto y vivió, dice esto:".
El término Esmirna (Izmir) procede de la misma raíz griega de mirra, o sea, myrrh, cuyo significado es "amargura", lo cual se relaciona con el sufrimiento.  La mirra es una gomorrecina preciosa que se obtiene practicando incisiones en la corteza de la planta, y de esas heridas fluye la mirra en forma de lágrimas, que al desecarse se tornan rojizas, traslúcidas, frágiles y de factura brillante.  En tiempos antiguos, la mirra, considerada un material precioso, fue usada en inciensos, perfumes, ungüentos, medicinas, y se hacía ofrenda de ella en el culto y los sacrificios.  Entre los elementos que eran añadidos al óleo de la santa unción, estaba la mirra, que representa la obra del Señor en la cruz, o sea, la muerte; por eso la mirra servía para embalsamar a los muertos, como lo que quisieron hacer las mujeres que visitaron la tumba del Señor Jesús.  De lo anterior colegimos el profundo significado de la palabra Esmirna, significado que nos revela la condición de la iglesia en esa ciudad y del segundo período histórico-profético de la Iglesia, la Iglesia sufriente.
La situación de los santos de la iglesia en la ciudad de Esmirna era estrecha, presionados en un foco de adoración al César, cualquiera que fuese el emperador de turno.  Se dice que en esa ciudad residían muchos judíos que no perdían oportunidad de incitar a las autoridades y a la gente común a la persecución contra los cristianos.  Al comienzo los principales perseguidores eran los judíos aferrados a su religión, pues les parecía que estaban siendo socavadas sus amadas y milenarias instituciones y tradiciones judaicas.  El período de Esmirna se caracteriza porque durante ese lapso la Iglesia fue objeto de diez grandes persecuciones por parte de los emperadores romanos.  Es el período de los mártires, de la Iglesia perseguida, es la Iglesia en prueba, no porque haya estado pasando por un bajón espiritual, no; al contrario, eso demuestra que se trataba de un período de mucha madurez espiritual, no eran unos niños en la fe, pues a los niños no se les puede tener la suficiente confianza para someterlos a semejantes pruebas.
Por amor, el Señor les concede a los maduros pasar por pruebas, porque la Palabra de Dios dice que eso es necesario para la Iglesia; y el Señor los estaba preparando para mayores pruebas que se avecinaban.  Es la Iglesia en amargura. Ya la Iglesia de Cristo había pasado por el período de gestación, de la gloriosa llenura de la presencia y el poder del Espíritu Santo, dotándola de las herramientas necesarias para un trabajo sobrenatural en medio de un mundo saturado por los principios satánicos, pero habiendo empezado a perder su primer amor desde la época de Efeso, y al borde de iniciar una época de sangrientas persecuciones, por eso a esta iglesia, el Señor se presenta como el primero y el postrero, o sea, el eterno, atributo sólo de Dios; primero porque le ha dado comienzo, origen a Su propósito eterno, y postrero porque lleva a consumación todo lo que se ha propuesto; sólo Él es eterno, y eso significa también que no tuvo principio ni tendrá fin, y como Dios jamás cambia, es inmutable y por lo tanto confiable, digno de toda confianza. La perseguida iglesia en Esmirna necesita el respaldo del Señor, fiel, poderoso, inmutable, el Cordero que fue destinado e inmolado desde antes de la fundación el mundo como sacrificio por nuestros pecados (cónfer 1 Pedro 1:20 y Apocalipsis 13:8). Esto significa que Cristo fue el primer mártir, pero vive porque resucitó, la muerte no pudo retenerle.  Los alienta como si les dijera: No temáis, pues el juicio y la muerte a que os someten ahora son pasajeros. Yo soy el juez del último juicio, y soy la resurrección y la vida. Eso le da seguridad de existencia a la Iglesia. Hay ocasiones críticas en el existir humano, aun en la vida de muchos santos, en que paradójicamente no es fácil sostenerse en la fidelidad de Dios, pues no importa que seas un gigante en la fe; ten cuidado, puedes fallar.  Pero Él está ahí; siempre está ahí. Él quiere animar e infundir confianza a los santos de Esmirna.
Además de las anteriores credenciales, también el Señor se les presenta como el que estuvo muerto y vivió, en donde el Señor se está refiriendo a Su muerte por crucifixión y gloriosa resurrección al tercer día.  Para Él pedirle a la Iglesia que sea fiel hasta la muerte, Él mismo lo había sufrido antes, Él mismo había pasado por esa amarga experiencia.  Eso es de gran ayuda, aliento y consuelo para la Iglesia sufriente.  A Cristo lo llevó a la cruz un poder religioso, el judaísmo, asociado con uno político, el Imperio Romano; el Señor no se mezcló con ese binomio, y fue crucificado en una aparente derrota, de donde salió victorioso, pues el Señor fue glorificado por Su muerte, y al resucitar, Su poder superó al que había tenido en los días de Su humanidad.  El Señor fue el primer vencedor.
Dice el apóstol San Pablo que si el Señor Jesucristo no hubiese resucitado, seríamos, los cristianos, las personas más dignas de conmiseración de todos los hombres, pues vana sería nuestra fe (cfr. 1 Corintios 15:17,19); de manera que el Señor está vivo, y el mismo poder que resucitó al Señor Jesús, eventualmente nos resucitará a nosotros.  Debemos permanecer firmes en la gran victoria de Cristo sobre la muerte y sobre Satanás.  La gran ola de psicología y apología de la prosperidad que ha invadido al cristianismo tiende a cubrir con una gran cortina de humo lo del sufrimiento en la Iglesia; por Su bondad y Su sabiduría, el Señor no siempre nos libra de la angustia y la tribulación; pero si no se sufre no se puede triunfar.  ¿Qué se entiende por triunfar?  ¡Cuidado!  No confundas las bendiciones materiales de Deuteronomio 28, prometidas para un pueblo terrenal como Israel, con las bendiciones de tipo espiritual exclusivas de la Iglesia, Cuerpo de Cristo, escondida con Él en lugares celestiales.  Nuestra posición con relación al Señor es diferente a la de Israel.  Para Israel son las promesas de tipo terrenal, para la Iglesia tomar la cruz cada día y seguir al Señor en un mundo en que somos peregrinos.  Si la Iglesia se interesa por triunfar en las cosas materiales y en las ambiciones de poder que a menudo se esconden en los asuntos de la política y demás enredos de este mundo, inmediatamente se desvía del verdadero propósito del Señor.
El Señor ha determinado para la Iglesia una clase especial de trabajo y posición ante el mundo, que necesariamente conlleva el sufrimiento, porque la Iglesia de Cristo es también un ejército en constante lucha, y esa es la razón por la cual el Señor nos dice que nos fortalezcamos en Él, y en el poder de Su fuerza.  ¿Por qué?  "Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes" (Ef. 6:12).  Constantemente el sufrimiento debe estar en la agenda del creyente, así como el Señor Jesucristo estuvo siempre consciente de esa situación, y de saber que Su encarnación se debía a que vino a morir vicariamente por nosotros, con todo ese bagaje de sufrimiento que afrontó.  Si el Señor estima que debemos sufrir, es porque nos conviene sufrir.  Que en su momento Él determine librarnos del sufrimiento, que eso lo decida Él conforme a su infinita sabiduría, misericordia y soberanía.  Seamos sobrios y no nos dejemos hipnotizar o embriagar por el espejismo del triunfo secular.  Nuestro verdadero triunfo está con el Señor en Su reino.  Si el Señor permite la tribulación en Su Iglesia, es porque la Iglesia lo necesita. El cristiano vencedor se goza en medio de las tribulaciones y a pesar de ellas (cfr. Fil. 2:17; 2 Co. 7:13; 12:10). Aunque parezca una paradoja, por un lado nadie puede continuar la redención del Señor, pero por el otro es necesario que la Iglesia cumpla lo que falta de Sus sufrimientos, tanto a nivel individual como colectivo.  Dice el apóstol Pablo: “Cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia” (Col. 1:24). Tengamos en cuenta que la obra de la redención en la cruz se llevó a cabo una vez por todas (He. 9:28; 10:12,14); pero una cosa es la obra de la redención, que ta está completa, y otra es la aplicación de la redención a través de la historia, pues el mismo Cristo que nos redimió en la cruz, es el mismo que ahora vive en el creyente (Gá. 2:20), completando así en nuestra carne, llenando lo que falta de lo que Él realizó en Su propia carne en la cruz, porque nosotros somos ahora Su cuerpo, la Iglesia. Nosotros fuimos también crucificados.

Ricos en la pobreza
"9Yo conozco tus obras, y tu tribulación, y tu pobreza (pero tú eres rico), y la blasfemia de los que se dicen ser judíos, y no lo son, sino sinagoga de Satanás”.
Alabamos al Señor porque Él conoce las obras de la Iglesia.  En el segundo período profético de la Iglesia, a pesar de los conflictos internos, los creyentes de antes de la época de Constantino continuaban formando comunidades que no se habían desviado de los principios del Nuevo Testamento, y en medio de ese entorno hostil a la Palabra de Dios, la Iglesia del Señor se distinguía por su calidad de vida frente al mundo pagano.  A modo de ejemplo, comentamos que en esa época no se había introducido lo del bautismo de los niños, pues las familias cristianas esperaban que sus hijos reconocieran por sí mismos y recibieran voluntariamente al Señor (aunque algunos cristianos han visto en ciertos versículos bíblicos que se refieren al bautismo, la posibilidad de que hayan sido bautizados algunos niños, como en el caso de Hechos 16 en relación con las familias del carcelero de Filipos y de Lidia de Tiatira).  No obstante debemos recordar en el texto de Hechos 8, la respuesta de Felipe a la pregunta del eunuco sobre cuáles eran los requisitos para el bautismo, y la respuesta fue, la fe.  Se debe tener conciencia de que el bautismo no es condición necesaria para la salvación, sino un acto público de testimonio y obediencia, y era administrado por inmersión.  Aunque al comienzo no fue así, llegó el tiempo en que los convertidos pasaban por un período de aprendizaje o preparación para el bautismo; eran los catecúmenos.  En muchos casos los catecúmenos eran bautizados enseguida.  No obstante, que la Iglesia continuaba en el desliz iniciado en la segunda mitad del período de Efeso, nos atrevemos a afirmar que aún en esa época el amor era el vínculo más fuerte de unión.
En las iglesias locales se acostumbraba destinar las ofrendas a un fondo común principalmente para la ayuda de los santos pobres, con la participación y dirección de los ancianos de la iglesia.  Los que recibían una ayuda sistemática eran los matricularii, pues estaban inscritos en la matrícula, o sea, que había una lista o canon de las viudas, huérfanos, ancianos sin recursos, los que habían perdido sus bienes a causa de una desgracia (un naufragio, por ejemplo), los que en tiempos de la persecución habían caído en la miseria, y demás necesitados.  Por ejemplo, es digno de mención que en la comunidad cristiana de Roma llevaban un registro de los hermanos que habían sido enviados a trabajos forzados en las minas de la isla mediterránea de Cerdeña, para mandarles ayuda.  La Iglesia no se cuidaba de atesorar ni de incrementar su patrimonio; no había el interés de construir lujosos y grandiosos templos para las reuniones, y los dineros no eran desviados a cubrir gastos que no fueran estrictamente necesarios, aparte de atender a los santos pobres.  La Iglesia de Jesucristo carece de tesoros terrenales, como lo atestiguó el diácono Lorenzo cuando, ante el tribunal pagano, se le conminó a que entregara los tesoros de la iglesia, él contestó que los tesoros de la comunidad cristiana son los santos pobres.  ¿De dónde provenían estos recursos?  La ofrenda es un acto de adoración y honra al Señor, y debe ser voluntaria.
Dice Tertuliano que "cada uno da una vez al mes o cuando quiere, si es que quiere alguna vez, y si puede, pues a nadie se le obliga".  Respecto de esto, es digno de mencionar también que Justino Mártir en la descripción de las reuniones dominicales de la iglesia para la Cena del Señor, y que a mediados del siglo segundo empezaban a llamarle eucaristía, de una palabra griega que significa el dar gracias, dice que las contribuciones hechas por los hermanos pudientes, eran depositadas en manos del oficial presidente de la reunión, el cual se encargaba de usar esos fondos para socorrer a las viudas, a los huérfanos, a los enfermos, a los prisioneros, a los extraños que visitaban a los cristianos y a otros que atravesaban por alguna necesidad. En el período de Esmirna, la Iglesia es alentada.  Es una de las dos, con Filadelfia, que no recibe reproches del Señor, y la anima y aprueba esas obras en el sufrimiento.  El Señor sabe cuál es el origen de ese sufrimiento; Él conoce la tribulación debida a la amarga persecución de que es objeto Su amada, y que detrás de bambalinas es Satanás quien en verdad está interesado en destruir a la Iglesia de Jesucristo, pero el querubín caído se vale de sus instrumentos humanos para realizar su labor destructiva, y en esos doscientos años del período de Esmirna usó todo el poderío imperial para efectuar sus protervos deseos.  El Señor permite la tribulación en Su Iglesia, entre otras cosas, para capacitarla para que participe y disfrute de las riquezas de la vida del Señor.
Eventualmente la historia registra la acción de los emperadores romanos.  ¿Qué motivos aparentes movían a los Césares a perseguir a los cristianos y pretender extirparlos?  ¿Qué males le acarreaban los santos al Imperio y a la sociedad? ¿Eran los creyentes unos delincuentes?  Los cristianos hacían el bien; conformaban un grupo obediente a la ley, pero eran odiados y perseguidos de muerte debido a que no compartían la idolatría y la adoración a los dioses ajenos; en consecuencia eran considerados unos alienados, personas insociables, desafectos o aborrecedores de los demás seres humanos; eran considerados también unos ateos porque no creían en los dioses paganos, y todo eso iba alimentando un antagonismo morboso. También consideran los historiadores que la negativa de muchos cristianos a ejercer cargo de magistrados, portar armas y rendir culto al emperador, los hizo oficialmente sospechosos.  En los primeros siglos, en los tiempos de la República, se rendía culto a Roma, pero con el establecimiento del imperio, los emperadores, con el título de Augustos, fueron considerados "divinos", pues les llamaban præsens divinus (divinidad encarnada), y reclamaron culto a su persona, tal vez siguiendo la costumbre heredada desde los tiempos de Alejandro Magno.
Similar a lo que ocurre hoy en torno a las religiones idolátricas y supersticiosas, con esa efervescencia en la fabricación de toda suerte de objetos religiosos, ese gran comercio con misas fúnebres, responsos, crucifijos, imágenes, escapularios, estampas, medallas, sufragios, veladoras y miles de cosas más, en ese tiempo se habían cristalizado fuertes intereses financieros en la industria religiosa pagana; sacerdotes y laicos relacionados con los templos de los ídolos, los fabricantes de imágenes, escultores, arquitectos de templos, artesanos de réplicas de templos, como el caso de los plateros de Efeso; todos ellos veían afectados sus pingües negocios por el avance de la Iglesia, e incitaban y promovían la persecución en contra de los santos.
El Señor también le dice a la Iglesia en Esmirna que conoce su pobreza.  Algunos exegetas consideran que se trata de una pobreza económica, lo cual en parte puede ser verdad; y consideramos que estar atribulados y perseguidos en medio de escasez ya de por sí es una gran calamidad.  Pero si analizamos más detenidamente el contexto y profundizamos el significado, obtendremos nuevas luces sobre este rasgo tan importante de la Iglesia en el período de Esmirna.  Cuando le dice que conoce su pobreza, a continuación, y en contraste, le añade las palabras "pero tú eres rico"; es decir, que hay una riqueza en el Señor que genera esa pobreza de espíritu.  Es todo lo contrario de lo que le dice a la iglesia en Laodicea:  "Porque tú dices:  Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo" (Ap. 3:17).  Se dice que esta riqueza de que se enorgullece la iglesia en Laodicea no es necesariamente de tipo material, aunque también hay parte de eso;  nótese que ya de por sí esa expresión encierra soberbia, y el Señor le aclara su verdadera condición espiritual.  El verdadero vencedor es pobre en espíritu y rico en Dios.
Asimismo ocurre en el caso de Esmirna. La pobreza de esta sufrida iglesia puede tener sus visos de necesidades materiales, y de hecho los tiene si tenemos en cuenta que por causa de las persecuciones eran despedidos de sus trabajos, sus bienes confiscados y sufrían pérdidas por diferentes motivos; pero la tribulación, la pobreza, la blasfemia, la cárcel y la muerte, son los ingredientes de la amargura de Esmirna.  No hay base escrituraria para afirmar que la pobreza sea algo bueno per se, ni que garantice la espiritualidad de la persona; como tampoco la Biblia hace la apología de la riqueza.  Hay ricos santos y humildes, así como hay pobres altivos.  El Señor tiene otros intereses y otros propósitos.  Dice en Mateo 5:3:  "Bienaventurados los pobres en Espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos". No siempre la riqueza material engendra soberbia, pues de hecho hay creyentes adinerados que son humildes de corazón, pero la carencia de pobreza espiritual se traduce a menudo en altivez; la pobreza espiritual es característica fundamental del cristiano normal.
Es notorio que hay un aspecto en que el cristianismo denominacional se asemeja mucho al mundo y es que en muchos sectores del protestantismo se propugna con regularidad hacia la prosperidad y al éxito material y se desprecia la humildad. Una de las nefastas consecuencias de esta orientación es la marcada tendencia a dividirse en congregaciones con distingos de clases, posiciones sociales, situaciones económicas y hasta profesionales. ¿Apoya el Señor que haya iglesias de ricos e iglesias de pobres? ¿No es vergonzoso delante del Señor que haya iglesias de blancos e iglesias de negros? ¿Está conforme el Señor con todas esas discriminaciones, exclusividades, divisiones, altiveces y esnobismos que suelen darse en Sus hijos por los que derramó toda Su sangre el ser más humilde que haya pisado esta tierra? Ser pobre en espíritu es no confiar en lo que tienes, ni en lo que sabes, ni en lo que eres, sino que tu sola confianza está puesta en el Señor. En esto se diferencia el hombre natural y el cristiano. Una persona que tiene al Señor Jesucristo como su único soporte, su único tesoro y su única riqueza, es verdaderamente rica. Al respecto cabe preguntar, ¿qué dicen los apologistas de la llamada teología de la prosperidad?

Sinagogas de Satanás
También el Señor le manifiesta a la iglesia en Esmirna que está atento a la blasfemia de los que se dicen ser judíos y no lo son, sino que se han convertido en Sinagoga de Satanás. Es innegable que desde su nacimiento la Iglesia del Señor fue objeto de los ataques por parte de los judíos, así como lo había sido el Señor en su ministerio terrenal. Observamos que las primeras persecuciones se originaron por cuenta de los judíos. Más tarde el apóstol Pablo en sus recorridos predicaba primero en las sinagogas de los judíos; algunos creían, pero los que se oponían blasfemaban y fomentaban la persecución, y aun muchos de los que creían también importunaron con la pretensión de la judaización en la Iglesia. Pero el asunto va más allá; todo eso encierra la simbología de algo más profundo, pues a la luz de la Palabra, el término judío es genérico para todos los creyentes, los que tengan "11la fe que tuvo (Abraham) estando aún incircunciso; para que fuese padre de todos los creyentes no circuncidados, a fin de que también a ellos la fe les sea contada por justicia; 12y padre de la circuncisión, para los que no solamente son la de la circuncisión, sino que también siguen las pisadas de la fe que tuvo nuestro padre Abraham antes de ser circuncidado" (Ro. 4:11-12). También lo aclara Pablo cuando dice: "28Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne; 29sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios" (Ro. 2:28,29). “7Ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos. 8No los que son hijos según la carne son los hijos de Dios” (Ro. 9:7, .
Entonces un verdadero creyente en Cristo tipológicamente es un verdadero judío, y también en esa modalidad de judío puede haber falsos judíos (cfr. Juan 8:39-47). Se puede aparentar ser judío.  Esto nos deja la seria inquietud de que también existen congregaciones que se dicen ser cristianas sin serlo sino sinagogas de Satanás, en donde no se predica el evangelio total. Y si no se hace la voluntad del Señor, ¿la voluntad de quién se hace?  Quien se oponga a la voluntad del Señor, se hace uno con Satanás.  En donde no se honra al Señor, sino que se le persigue, persiguiendo a los hijos de Dios.  En las sinagogas de los judíos se había llegado a ese lamentable estado.  Hay muchos que, como los judíos, presumen de su legítimo origen histórico y de la antigüedad de su respectiva organización religiosa, y siguen sin ver el mal que practican, aborreciendo incluso a los que no militan en su religión, despreciando a los que no comparten sus ideas, desconociendo el Cuerpo del Señor, pero el Señor descubre su verdadera situación.  La sinagoga utilizó la política y el poder imperial para perseguir al Señor y luego a la Iglesia. En la historia, corrientes oficiales de la religión, como el catolicismo y el protestantismo, han utilizado el poder político para perseguir la Iglesia y oponerse a la economía de Dios.  Sólo Dios sabe cuándo una congregación y aun una institución eclesiástica se convierte en sinagoga de Satanás.
Hay evidencia en la Palabra, por ejemplo en las cartas de Pablo a los Gálatas, Romanos y Colosenses, de esa parte judaizante de la Iglesia, que ha persistido hasta hoy, con sus enseñanzas basadas parte en la ley mosaica y parte en la gracia que viene por medio de Jesucristo; y lo que es peor, a menudo con carga de leyes, normas y estatutos añadidos de otras fuentes no bíblicas.  A ese tipo de enseñanza se le ha dado un exagerado valor y se ha institucionalizado, invalidando de paso el verdadero propósito del Señor.  Muchos eclesiásticos hoy, aun cuando no sean judíos, insisten en preservar las prácticas del judaísmo, tales como una casta sacerdotal, rituales de sacrificio, templos materiales, pero a la verdad todo eso son tipos que han hallado cumplimiento y que han sido reemplazados por Cristo, porque no fueron sino la maqueta del verdadero edificio.  A todas esas cosas Pablo les llama rudimentos del mundo. Por ejemplo, hay quienes enfatizan lo de guardar determinado día, y machacan en esta famosa forma de judaizar, pero Pablo te dice que nadie te juzgue por lo que comas o dejes de comer, ni por el día que hayas de guardar, pues todo es sombra de lo que ha de venir (cfr. Colosenses 2:8,16-17). ¿Crees que las cartas del apóstol Pablo hacen parte de la Palabra de Dios?  Se judaíza asimismo con el fomento de las castas sacerdotales y el clericalismo; es como si se propagara un evangelio diferente, cosa que hay que evitar.  Busquemos al Señor Jesucristo; en Él estamos completos.

Herejes y herejías
El Señor conoce la blasfemia de los que se dicen ser judíos y no lo son, sino sinagoga de Satanás; lo cual nos indica que hay quienes pretenden ser lo que no son con el fin de obtener pleitesía, preeminencia y prerrogativas especiales, lo cual encierra blasfemia.  Eso fue lo que hizo Lucero en el cielo.  Entonces el contenido del término blasfemia es amplio.  (Incluye escarnecer e injuriar el nombre de Dios, la idolatría, y lo que trae como consecuencia de desechar la fe y la buena conciencia, que puede resultar en caer en herejías).  En el período de Esmirna, siglos II y III, surgieron los ataques satánicos.  Unos con nuevas herejías, otros como continuación de las iniciadas en el período anterior.  Los errores cristológicos han surgido desde el mismo comienzo de la historia de la Iglesia.  Vemos esos tres grandes frentes de ataques de Satanás en los tres primeros siglos:  Los judaizantes, las herejías y las persecuciones imperiales.  Es sumamente importante tener en cuenta que en aquella Alejandría del antiguo Egipto se respiraba una rara atmósfera religioso filosófica saturada del gnosticismo de los egipcios, judaísmo, dualismo de los persas, zoroastrismo, politeísmo y filosofías griegas, a la manera de un gran potaje donde se cocinaron muchas herejías que enfilaron sus venenos en contra de la Iglesia.  El proceso de amalgamar al cristianismo con judaísmo y filosofías griegas y orientales dio como resultado la perversa mixtura de herejías que han desviado a millones de personas de la verdad de Dios.
No olvidemos que en el período de la Iglesia perseguida se desarrolló la doctrina, principalmente para hacerle frente al surgimiento de las herejías, y fue compuesto el famoso "Credo de los Apóstoles", y eso dio lugar a un curioso hecho.  Mientras que en el período apostólico la fe y entrega era auténtica, de corazón, y en él se vivía más la vida en el Espíritu, en cambio en el de Esmirna se fue generalizando gradualmente una fe más mental, del intelecto, por el rigorismo y énfasis en el sistema de doctrinas; recitar el credo llegó a ser en determinado momento como una prueba de pertenecer a la Iglesia, sin que con ello se niegue la existencia de verdaderos santos enriquecidos por el Espíritu Santo.  En este período profético, con mayor énfasis a fines del siglo segundo, se dice que en parte como una reacción a los movimientos considerados como heréticos (gnosticismo, marcionismo y montanismo), fue tomando desarrollo en la Iglesia una organización visible y la formulación intelectual de creencias.  Empezaron a darle forma al sistema clerical y un sistema administrativo que se concentraba alrededor de los obispos.  Y había pasado el tiempo en que en una iglesia local hubiese varios obispos o presbíteros, sino que había un solo obispo en determinada ciudad, para determinada área, de acuerdo con el número de cristianos.  Las palabras obispo y presbítero habían dejado de ser intercambiables.  Entre las herejías más representativas del período de Esmirna podemos mencionar:

Marción
Rico y prominente hereje del siglo II. El nombre más famoso entre los primeros dirigentes gnósticos.  Cristológicamente era docetista. Hijo del obispo de Sinope, puerto en el Ponto, en la costa sur del mar Negro, y propietario allí de barcos.  Se supone que al ser hijo de un obispo, haya sido criado en el marco de las enseñanzas cristianas.  Habiendo ingresado a la iglesia en Roma, hizo allí una generosa dádiva; pero más tarde empezó a enseñar los errores que le dieron tanta fama, y después de haber sido separado de la comunión de la iglesia alrededor del año 144, fundó su propio movimiento eclesiástico rival al cristianismo ortodoxo, con una influencia en muchas partes del Imperio Romano de casi unos dos siglos.  No se conoce mucho acerca de la personalidad de Marción sino a través de los escritos y testimonios de Ireneo, Hipólito y Tertuliano, quienes lo combatieron y pusieron las bases para una explicación sistemática de la fe cristiana y su diferencia con un sistema filosófico.  Tengamos muy en cuenta que el Evangelio es revelación, no filosofía.
Entre las características dignas de mención del gnosticismo de Marción tenemos la obligatoriedad de la continencia y el voto de virginidad (celibato), el rechazo del Antiguo Testamento y su reducción de las Escrituras al Evangelio de Lucas y a las epístolas de San Pablo, pero no sin antes expurgar de ellas lo que él consideraba añadiduras. Oponía al Dios "terrible" del Antiguo Testamento, el Dios "bueno" del Nuevo Testamento, Dios de amor que se había mantenido escondido hasta que se reveló en Cristo.
Es curiosa la concepción marcionista acerca de Dios. Marción relacionaba las palabras del Señor Jesús en el sentido de que un árbol bueno no puede producir frutos malos, para enseñar que este mundo lleno de sufrimientos y maldad, no puede ser obra sino de un ser malvado y no de un Dios bueno; y a ese Dios creador de los judíos, que se gozaba con los sacrificios sangrientos, lo designaba con la palabra platónica "Demiurgo". Los marcionistas rechazaban la salvación por gracia, a través de la fe obtenida en la justificación por Cristo, sino por una especie de ciencia o conocimiento (gnosis) superior, privilegio de unos pocos iniciados. De acuerdo con estas enrevesadas opiniones, Cristo no tenía ninguna relación con el Demiurgo, y por lo tanto no nació como los hombres, criaturas del Demiurgo, y, por consiguiente, a la manera de los fantasmas,  sólo parecía que tuviera cuerpo. Para Marción, Cristo no vino a liberar a los hombres de la esclavitud satánica, sino del gobierno del malévolo, tirano y legalista  Demiurgo.
Herejías como la de Marción, quien mutilaba la Biblia, llevaron a los grandes hombres de Dios a interesarse por distinguir entre los auténticos y los falsos escritos inspirados, y en la fijación definitiva del canon.  Es la época también en que empezaban a aparecer los credos o confesiones de fe, especie de cortas síntesis de doctrinas esenciales de la fe cristiana, dirigidas en especial para los catecúmenos y candidatos al bautismo.

Sabelianismo
Este movimiento, llamado también monarquianismo modalista y patripasionismo porque enseñaba que el Padre sufrió la pasión, deriva su nombre de Sabelio, su exponente más famoso, y negaba la distinción de personas en la Trinidad.  El primer defensor de esta línea de pensamiento herético al principio del tercer siglo, Noeto en Esmirna, enseñaba que el Padre nació en la persona de Jesucristo, para difundir el error de que el Padre vino a ser así el Hijo, y que el Padre murió y resucitó de entre los muertos.  Luego fue difundido y llevado a Roma por Sabelio, quien con Praxeas enseñaba que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son una misma persona y tres modos o aspectos de Dios, y usando un sofisma lo comparaba con el sol, que es brillante, caliente y redondo.
Esta línea de pensamiento teológico, que hoy día se conoce como el unitarismo, reconoce sólo a Jesucristo en la Trinidad. Calixto, obispo de Roma, aunque excomulgó a Sabelio, le dio un espaldarazo a esta herejía con algunas controvertibles modificaciones. Marcelo de Ancira tenía tendencias sabelianistas y fue aprobado por el papa de Roma. El papa Ceferino, sucesor de Calixto, también tenía la misma línea. Pero este error fue combatido por Tertuliano en su libro Contra Praxeas, y por Hipólito, presbítero y maestro de la iglesia en Roma, así como escritor y teólogo distinguido.

Montano y los montanistas
Hay evidencias que en la segunda mitad del siglo segundo floreció en Frigia, Asia Menor, un despertamiento espiritual que tomó su nombre de Montano, oriundo de esa tierra. Los montanistas insistieron en el llamado a una vida de ayuno y oración, consagrada, austera y estricta debido a la creencia profunda de la inminente venida del Señor, y que la Nueva Jerusalén descendería pronto del cielo y se establecería en Frigia. Aunque sus enseñanzas fueron en su tiempo condenadas por la Iglesia, hay la opinión de que no debe clasificarse este movimiento como secta hereje, sino como puritanos que observaban el desliz de la Iglesia y proclamaban volver a la altura espiritual que le impuso el Señor Jesús, y a la sencillez de los cristianos primitivos. Montano en su bautismo habló en lenguas y profetizó ser el escogido por el Paracleto como el profeta de Dios para preparar ese segundo advenimiento del Señor Jesús. A menudo Montano decía estar bajo la influencia del Espíritu Santo, de tal manera que podía ser el instrumento para recibir nuevas revelaciones a la Iglesia.  Había, además, dos mujeres profetizas, Priscila y Maximila, discípulas de él, y una de las profecías de la primera fue tomada como un lamento del Espíritu Santo por el hecho de que la Iglesia lo estaba rechazando, tanto en ese tiempo como en muchos otros períodos.
El movimiento montanista se extendió ampliamente y persistió hasta entrado el siglo quinto, y un hecho de no poca importancia y propaganda para ese movimiento fue el ingreso a sus filas de un hombre de la talla de Tertuliano, el teólogo más importante de su tiempo, el cual había servido ampliamente a la Iglesia defendiendo el cristianismo del mundo pagano y refutando herejías en su interior.  Podríamos sintetizar tres aspectos que los montanistas reafirmaban y que según ellos, la Iglesia iba abandonando:
1. El Espíritu de Dios como fuente de poder en la Iglesia.  El continuado ministerio sobrenatural del Espíritu Santo.  El sacerdocio de todo creyente, y no sólo del clero.  Necesidad que la obra de la Iglesia fuese realizada en el poder del Espíritu.  Fuerte protesta contra el creciente clericalismo.  Se considera negativo del movimiento el buscar las formas más sensacionales de profecía, éxtasis, sueños y predicciones del futuro, aunque se dice que ellos no aprobaban las revelaciones que fuesen contrarias a las Escrituras.
2. Combatían la flojedad de vida espiritual y la indisciplina en la Iglesia.  Se considera negativo del montanismo el hecho de no distinguir entre la verdadera santidad y el ascetismo, prácticas éstas que consideraban como obligatorias, así como el ayuno.  Tertuliano escribió un tratado para probar que no era lícito huir en tiempo de persecución.
3. Reafirmaban la verdad de la inminente venida del Señor.  Ellos se consideraban no separados del resto de la Iglesia, sino un grupo de los "espirituales".  Se dice que las mártires Perpetua y Felicitas eran montanistas, y tampoco hay evidencias concretas de que Tertuliano haya sido excluido de la comunión de la Iglesia.  Se les considera negativo el que hubieran desprestigiado con sus extravagancias esas mismas verdades que enfatizaban.  Se considera asimismo negativo el agregar nuevas revelaciones a las que ya había dado el Señor.
En la época moderna, Juan Wesley aprobó la mayor parte de las enseñanzas montanistas; asimismo Harnack, el eminente y controvertido erudito patrístico moderno, también las ha aceptado.

El maniqueísmo
Manes o Maniqueo (216-276), su fundador, fue un aristócrata persa educado en Babilonia, en donde tuvo la idea de perfeccionar las enseñanzas del parsismo de Zoroastro y mezclarlas con las del cristianismo y el judaísmo, dando como resultado lo que él llamó los dos principios divinos o reinos, el del bien y del mal, uno de luz y otro de tinieblas, que luchan en el mundo, y que tienen igual origen y similares poderes.  No es nuestro propósito exponer acá sus fantásticas doctrinas, pero podemos esbozar que las mismas estaban asociadas con el dualismo persa; también rechazaban a Jesús, y en cambio tenían un "espíritu del sol" al que llamaban el "Cristo celestial".  Manes llegó a la convicción de ser comisionado por una visión divina para ser profeta; y se dice que encabezaba sus cartas con "Manes, Apóstol de Jesucristo", y declaraba asimismo ser el Paracleto prometido por el Señor Jesús, o bien que el Paracleto hablaba a través de él.  Los maniqueos formaban sociedades similares a las iglesias cristianas, cultivaban el celibato; como las  doctrinas de tipo esotérico, prohibían comer carne; también eran severos en el ascetismo.  Agustín de Hipona, uno de los más importantes teólogos de la Iglesia, era maniqueo antes de su conversión, pero el maniqueísmo no satisfizo los interrogantes y la búsqueda espiritual que en su oportunidad lo acuciaba.

Las diez persecuciones
"10No temas en nada lo que vas a padecer.  He aquí el diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días.  Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida".
Así como el Señor Jesús fue el Apóstol, el enviado por el Padre, indiscutiblemente asimismo fue el primer mártir por la causa del Padre.  Desde el comienzo de esta carta, el Señor anima a la iglesia en Esmirna presentándose como el que estuvo muerto y vivió, el que padeció y sufrió, pero salió triunfante.  Ahora le dice que no tema, porque la victoria de Cristo es la misma victoria de la Iglesia. Satanás no pudo acabar con la Iglesia usando la blasfemia; ahora se va más lejos y enciende una tribulación que comienza con encarcelamiento de los santos.  Son los seguidores e imitadores de quien fue crucificado porque fue considerado una amenaza al orden establecido.  Solemos ver las personas, los gobernantes, pero la Biblia una y otra vez declara que detrás de todas las personas que persiguen a la Iglesia de Cristo, está el titiritero mayor moviendo sus fichas; es el diablo mismo con una poderosa organización de huestes malignas arrastrando al mundo en su corriente de maldad.
Es necesario que seamos probados.  Pero las pruebas, por amargas que sean, tienen una razón y también un límite. Diez días significa que la tribulación sería por un tiempo; también eso se refiere a diez grandes persecuciones ordenadas por ciertos emperadores romanos durante los tres primeros siglos de la Iglesia, las cuales han sido consideradas aun por la historia secular como crueles y sangrientas.  La Iglesia sufrió un largo siclo de persecuciones que iba aumentado gradualmente, hasta comienzos del siglo cuarto.  Ahí vemos la religión satánica aliada con el poder político demoníaco tratando de exterminar la Iglesia de Jesucristo.  Pero el Señor la fortaleció y en vez de ser exterminada, siempre salía fortalecida y victoriosa. El Señor sabía que muchos iban a sufrir el martirio y les invita a ser fieles hasta la muerte, prometiéndoles la corona de la vida, lo cual no se refiere a la salvación eterna sino a un galardón dispensacional en el milenio.  A esas amargas persecuciones las trataremos de sintetizar usando un orden cronológico y coherente.

1. Nerón Claudio César
Emperador romano entre los años 54-68 d. C. Asociada con el nombre del emperador Nerón tuvo lugar la más famosa de las primeras persecuciones contra la Iglesia de Jesucristo.  Tomó como pretexto un incendio que destruyó parte de Roma  en el año 64 d. C., para inculpar a los cristianos, quienes fueron acusados de odio a la raza humana, iniciando con este pretexto la primera, breve pero cruenta persecución contra la Iglesia.  Se dice que el pueblo murmuraba atribuyéndole el incendio a Nerón, quien buscaba favorecer su proyectada reforma urbanística, entonces él vio una salida acusando a los cristianos de tal incendio.  Durante esta persecución fue martirizado el apóstol Pablo por mandato de Nerón.  Hay una tradición que señala que el apóstol Pedro también fue víctima de Nerón, y que murió en Roma, pero, como antes se dijo, no hay pasajes bíblicos que acrediten que dicho apóstol hubiese estado en esta ciudad.  Tan fiera y sangrienta resultaba la persecución desatada por Roma, que Juan para referirse a esta ciudad y sus instituciones político religiosas, se cuidaba de nombrarla con el misterioso apelativo de Babilonia, la ciudad "ebria de la sangre de los santos, y de la sangre de los mártires de Jesús" (Ap. 17:6), como después volvemos a referirnos a esto en detalle.

2. Domiciano Tito Flavio
Emperador romano entre los años 81-96 d. C., hijo de Vespaciano y hermano y sucesor en el trono de Tito, famoso éste por haber comandado las legiones romanas que destruyeron a Jerusalén en el 70 d. C.  Durante el reinado de Domiciano la Iglesia sufrió persecuciones crueles, cargadas de odio impulsado por la ira de un gobernante supremamente tirano.  En su reinado se acentuó la obligación de que toda persona en todo el territorio del Imperio Romano ofreciera al César incienso por lo menos una vez al año.  Era una especie de adoración que en el imperio le tributaban a la persona del emperador reinante; asunto este que no necesariamente había tenido su origen en Roma; pues ya se practicaba en anteriores culturas.  Recuérdese el caso de Nabucodonosor en Babilonia, registrado en el capítulo 3 del libro del profeta Daniel.  El emperador romano era considerado divino; y los cristianos primitivos rehusaron reconocer el título de Kyrios Káiser al emperador, o sea, el señor de toda la tierra, dueño incluso de la vida y bienes de sus súbditos, reservándolo única y exclusivamente para Cristo.
Dentro del Imperio constituía un delito, por no decir un crimen de lesa majestad el acatar, obedecer y adorar a otro Kyrios (Señor) que no fuese el emperador. En el culto al emperador no vemos otra cosa sino a Satanás haciéndose adorar en la persona de un hombre, que a la sazón es su sumo sacerdote, el espíritu del anticristo haciendo sentir su influencia malévola desde la antigüedad. Los santos eran llevados a los tribunales acusados además de transgresores de las leyes contra la tradición religiosa, sacrilegio, magia, práctica de un culto extranjero, hostiles al estado por no tomar parte en los ritos del culto imperial. La multitud consideraba a los santos del Señor como unos desleales y conspiradores de una revolución, por el hecho de que los observaban alabando y adorando a otro Kyrios, otro Rey, "un tal Jesús, que dicen que resucitó". De modo que todas esas circunstancias alimentaban el fuego de esas feroces persecuciones. Durante el reinado de Domiciano, alrededor del año 86, fue deportado el anciano apóstol Juan de Efeso a la isla de Patmos por su testimonio del Señor, en donde se le aparece el Señor Jesús y le descubre el velo de los acontecimientos finales, escribiendo así el libro del Apocalipsis (2).

3. Antonino Pío
Emperador romano entre los años 138-161 d. C.  Considerado el más noble de los emperadores romanos; su reinado es considerado la edad de oro de la gloria de Roma.  Bajo su reinado los cristianos sufrieron en Roma y otras provincias del Imperio. Por ejemplo, en el año 155, Policarpo, obispo en Esmirna, murió quemado en la hoguera, pero viendo que su cuerpo no se consumía con el fuego, el rematador le hundió un puñal en el pecho.  Antonino Pío hizo parte de los llamados "cinco emperadores buenos", con Nerva, Trajano, Adriano y Marco Aurelio, y durante sus gobiernos ningún creyente podía ser arrestado sin que se le comprobara algún delito.  Sin embargo, tal vez por las razones que hemos expuesto, cuando Policarpo compareció ante el procónsul, se le instó a maldecir el nombre de Jesucristo.  Estando en el estadio, el procónsul le dijo:  "Jura y te pongo en libertad.  Maldice a Cristo”. Entonces Policarpo dijo: “Ochenta y seis años hace que le sirvo y ningún daño he recibido de Él; ¿cómo puedo maldecir de mi Rey, que me ha salvado?"  Los jueces incitaban a este ilustre mártir pronunciar el Kyrios Káiser (el César es el Señor), como si se tratara de algo baladí, con lo cual se libraría de la muerte; pero él se rehusó a pronunciar esa gravísima blasfemia.  Es probable que Policarpo fuese el último sobreviviente de los que habían hablado con testigos oculares de Jesús y Su gloriosa resurrección. (Favor leer el martirio de Policarpo en el Excursus I al final de este capítulo).

4. Marco Aurelio
Emperador romano entre los años 161-180 d. C.  Se dice que este filósofo estoico fue el mejor, el más magnánimo y concienzudo de los emperadores romanos. Autor de "Meditaciones", sabias sentencias cargadas de altos sentimientos acerca del prójimo; pero en parte mal aconsejado por sus mentores que le hicieron creer que el cristianismo era un movimiento inmoral, que inculcaba el obstinado afán de morir, y también en parte porque por motivos políticos procuraba restaurar la antigua religión imperial, llegó a profesar mucha aversión por los innovadores cristianos, pues muchos de sus súbditos paganos afirmaban que el descuido de la adoración a los antiguos dioses que habían llevado a Roma a gozar de todo ese gran poder, era causa de los desastres que estaba sufriendo el imperio.  Veía a los cristianos como un peligro que se cernía contra la estructura de la civilización imperial que él estaba propugnando.  Pero, ¿qué había detrás de todo esto?  ¿Por qué había decaído la adoración a los antiguos dioses en el Imperio Romano?  Marco Aurelio, por muy moralista que fuese, sin embargo, no dejaba de ser el jefe, el sumo pontífice, de la religión satánica, y era guiado por su dios y padre a exterminar la gran fuerza de santos que con sus oraciones estaban haciendo tambalear la idolatría y esa nube de demonios que se cernían sobre el cielo imperial.  El león rugiente guiaba a su agente humano con el fin de que acabase con la Iglesia de Jesucristo, y le daba poder para que llevase a cabo su nefasta empresa.  Durante su reinado permitió persecuciones incluso en Galia, como la que se desató en Lyon en el año 177, y en sus dominios los santos eran decapitados o devorados por las bestias en la arena, entre los cuales tenemos a Justino Mártir, antiguo maestro filósofo, uno de los hombres más capacitados de su época y uno de los más preclaros apologistas de la fe.  Sus escritos aún existen.  Fue martirizado en el año 166.

5. Septimio Severo Lucio
Emperador romano entre los años 198-211 d. C. En el siglo III, al decaer los cultos tradicionales, el cristianismo se transformó en una fuerza considerable.  Septimio Severo procuró en vano restaurar las decadentes religiones imperiales de otros tiempos.  Al principio de su reinado no se mostró desfavorable a los cristianos; incluso se dice que algunos de ellos hacían parte de su familia oficial, y que confiaba a una nodriza cristiana la crianza de Caracalla, su hijo.  Pero a partir del 202 en todos sus dominios persiguió fieramente a la Iglesia, hasta el final de su reinado y muerte, y lo hizo con tanta crueldad, que muchos escritores cristianos lo consideraron como el anticristo.  De esta persecución se registra en la sola ciudad de Lyon diecinueve mil mártires.  Donde más se ensañó fue en Egipto y todo el norte de África.  Por ejemplo, Leonidas, el progenitor del gran teólogo Orígenes, fue decapitado en Alejandría, y Orígenes quiso correr la misma suerte del padre, pero su madre se lo evitó, escondiéndole la ropa.  En la ciudad de Cartago, fueron despedazadas por las feroces bestias en el año 203, Perpetua, una mujer noble de esa ciudad, y Felicitas, su esclava.

6. Maximino Tracio, Cayo Julio Vero
Emperador romano entre los años 235-238 d. C.  Responsable de que fuera avivada en alto grado la persecución contra los cristianos en su corto reinado.  En ese tiempo Orígenes se salvó escondiéndose.

7. Decio, Cayo Mesio Quinto Trajano
Emperador romano entre los años 249-251 d. C. Al igual que Maximino Tracio, era oriundo de la región de Tracia. Intentó imponer la unidad religiosa en el Imperio, causa por la cual desató una terrible persecución general contra los cristianos; la más severa que se había sufrido hasta entonces.  Su intención pudo ser la de extirpar el cristianismo como una amenaza al bien común.  Se dice de Decio que sus admiradores lo alababan como la personificación de las viejas virtudes romanas, incluyendo una preocupación debida a que en el imperio se estaban abandonando los dioses romanos, los cuales, desde su punto de vista, habían engrandecido a Roma, lo cual había acarreado muchas calamidades y la decadencia que afectaba la sociedad.  Esto lo indujo a ordenar por medio de una serie de edictos, a que todos los ciudadanos del imperio ofreciesen sacrificios a los dioses, afectando amargamente a los santos.  Muchos pagaron con sus vidas antes que apostatar de su fe; algunos, como el caso de Orígenes, fueron encarcelados.  Afortunadamente su reinado tuvo corta duración, y a su muerte la destrucción de la Iglesia tuvo un tiempo de cesación. A Decio lo mataron los bárbaros a flechazos.

8. Galo, Cayo Vibio Treboniano
Emperador romano entre 251-253 d. C., después de la muerte de Decio, cuando fue proclamado emperador por las tropas de Mesia y Tracia, pero fue muerto por sus soldados a fines de 253 en Terni.  Su reinado es conocido por la persecución que emprendió contra los cristianos.

9. Valeriano, Plubio Licinio
Emperador romano entre los años 253-260 d. C. En 257 decretó astutamente una persecución general contra los cristianos, de corta duración pero con furia redoblada, famosa debido a que durante ella fue decapitado Cipriano, el célebre obispo de Cartago, al norte de África, uno de los más eminentes escritores y dirigentes de la Iglesia en su tiempo.(3)  Es importante fijarnos en el hecho de que durante la persecución de Decio, Cipriano tuvo que huir de Cartago, sin que por ello descuidara la guía de la iglesia.  A su regreso pronunció un discurso contra los lapsi, que eran los cristianos que apostataban de su fe en tiempos de persecución, y pasada ésta solicitaban ser readmitidos de nuevo en la comunidad de la Iglesia, para eludir el sufrimiento. Cipriano no se detuvo ahí, sino que, además, escribió muchas cartas y un libro titulado "Los lapsi", oponiéndose a la fácil readmisión sobre todo de los que se habían librado de la persecución por haber sacrificado a los ídolos, o lo habían logrado mediante soborno a las autoridades imperiales, solicitando asimismo duras penitencias a estas personas.  Novaciano, obispo de la iglesia en Roma, fue aún más lejos oponiéndose fuertemente a su admisión, y se produjo el cisma de Novaciano, dando origen al novacionismo, que duró hasta entrado el siglo quinto, seguidos por los donatistas, nombre tomado de Donato, obispo de Cartago.  Durante la persecución ordenada por Valeriano se llegó a confiscar los bienes, el destierro para las matronas cristianas y la esclavitud para los oficiales cristianos del ejército.  En Roma fue muerto el obispo, y el diácono Lorenzo asado sobre una parrilla.

10. Dioclesiano, Cayo Aurelio Valerio
Emperador romano entre los años 284-305 d. C.  Uno de los más poderosos emperadores romanos.  En política religiosa quiso restaurar las antiguas creencias, lo que le puso en conflicto con los cristianos, a los que persiguió duramente.  Este emperador inició en 303 la más terrible y sistemática de todas las persecuciones contra la Iglesia de Jesucristo, la cual continuó su sucesor Galerio hasta el año 311.  Su proceder contrasta con las circunstancias que le rodeaban, pues a la edad de cincuenta años, rodeado de cristianos en el cuerpo oficial, su propia esposa e hija a la vez esposa de su sucesor Galerio, eran cristianos, o favorables a la fe de la Iglesia, sin embargo, desató, tal vez instigado por el ambicioso Galerio, la más cruel de las persecuciones.
El gobierno imperial ordenó la quema de todo ejemplar de la Biblia confiscado; decretó la destrucción de toda edificación construida como centro de reunión de la Iglesia; que todos los que no renunciasen a su fe perdieran su ciudadanía y quedasen fuera de la protección de la ley.  Se ordenó la degradación de cristianos que ocupaban puestos de honor en el imperio.  Se daba el caso de que era incendiado el lugar de reunión, estando los creyentes en reunión, pereciendo en consecuencia los santos dentro de las paredes. Seguían emanando edictos ordenando el encarcelamiento de dirigentes de las iglesias, la esclavitud de los sirvientes domésticos que no adjuraran de su fe, y ofrecimiento de libertad a los cristianos que ofrecieran sacrificios a los viejos dioses, y, por el contrario, tortura y muerte para quienes se obstinaran.
La intención de Dioclesiano era la de exterminar la "superstición cristiana", como solía llamar a la Iglesia.   Pero el Señor siempre estuvo presente.  Él había muerto y resucitado primero, y hubo ocasiones en que metía Su mano, como la vez en que animales feroces dejaron ilesos a los cristianos que les eran expuestos, y atacaron a los perseguidores de los santos.  Ante una contienda tan desigual entre un imperio dotado de un poderoso y cruel ejército y la resistencia pasiva de la Iglesia del Señor, ante los ojos de los hombres, ¿quién podría salir victorioso?  Oh propósitos insondables los del Padre; el victorioso no fue precisamente el gobierno imperial con sus fuerzas satánicas y su confianza en la magia pagana, sino que el ejército de Cristo fue el vencedor, aunque haya sido el único que puso los miles de muertos y mártires. Recuérdese que en la Iglesia todos estamos calificados para ser mártires victoriosos.  El término diócesis, que utiliza la Iglesia Católica Romana, proviene de Dioclesiano.  Durante su reinado dividió las provincias o regiones de su imperio, y a esas divisiones se les llamó diócesis.
Todas estas persecuciones tuvieron un fin en los propósitos del Padre, y en vez de ser exterminada, la Iglesia salía más vigorizada, más santificada de cada una de ellas.  ¿Por qué salía la Iglesia más vigorizada?  Porque tiene dentro de ella la vida de resurrección.  La vida de resurrección vence a la persecución, y el vencedor recibe el premio de la corona de la vida, como añadidura de la salvación.  Cada hermano que permaneciera fiel aunque tuviese que ir a la cárcel o dar su vida, tenía la promesa de reinar con el Señor en el reino de los cielos.  Satanás podrá recibir poder para quitarnos la vida, pero no puede ir más allá; no puede traspasar los umbrales de la muerte y arrebatarnos la corona de la vida, pues esas llaves sólo las tiene el Señor Jesús.  Sólo el Señor conoce la gran muchedumbre de santos mártires que derramaron su sangre antes que rendir culto de adoración a criatura o institución creada por los hombres.  Indudablemente Dios permitió todo ese período sangriento para su Iglesia para fundamentar y arraigar la fe en los corazones de Sus hijos; una vez que cesaron las persecuciones, se dio el inicio al período del decaimiento.  No en vano está estampada como en caracteres de oro la siguiente afirmación:  "14Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero.  15Por eso están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo; y el que está sentado sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos" (Ap. 7:14-15).

Constantino el Grande
A la muerte del emperador Constancio Cloro en 306, de quien se dice que jamás estuvo de acuerdo con la persecución a los cristianos, su hijo Constantino, quien se encontraba en York, Britania, fue proclamado emperador augusto por sus tropas, pero sus rivales se opusieron, por lo cual fue escalando posiciones en la política imperial, no sin antes librar una prolongada contienda.  Dotado de un poderoso ejército fue derrotando a sus oponentes, y en el año 312, tras la muerte de Galerio, dio un paso decisivo con relación a la Iglesia. Aliado con Licinio, con quien hasta el momento se dividía el Imperio, el primer enemigo que tuvo que enfrentar fue a Majencio, quien se había hecho fuerte en Italia y se había apoderado de Roma, pero Constantino lo derrotó en la batalla junto al puente de Milvio, cerca de Roma.  Narra en uno de sus libros el obispo Eusebio de Cesarea, que Constantino, a la sazón amigo suyo, le había contado haber tenido, la víspera a esa batalla, la visión de una cruz en los cielos, que llevaba la inscripción en latín, "In hoc signo vinces" (Con este signo vencerás), y que mediante un sueño Dios le confirmó, apareciéndosele con la misma señal, mandándole que se hiciera una semejante, a fin de que la usase como salvaguardia en sus batallas con sus enemigos.
Dice Eusebio que él mismo vio el estandarte que fue hecho por orden de Constantino, el cual constaba de una lanza cubierta de oro y piedras preciosas que orlaban un monograma con las letras griegas ji y rho (Χρ) del nombre de Cristo.  Al año siguiente, en 313, Constantino y Licinio celebraron una entrevista en Milán, en donde tomaron la decisión de adoptar una política de tolerancia para los cristianos de todo el Imperio, por medio de la proclamación de un edicto, asunto que aceptó Licinio para que se beneficiara la parte oriental del Imperio, bajo su dominio.  Pero las relaciones entre ambos emperadores, aunque eran cuñados, se fueron deteriorando sobre todo en el terreno religioso, pues Constantino propendía por favorecer a los cristianos y Licinio a los paganos.  Por último sobrevino la irremediable guerra y Licinio fue derrotado en las batallas de Andrianópolis y Crisópolis en el año 324, quedando así en manos de Cayo Flavio Valerio Constantino I el Grande, el gobierno de todo el Imperio Romano.

El daño de la segunda muerte
"11El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.  El que venciere, no sufrirá daño de la segunda muerte".
¿Qué invita el Espíritu Santo a oír aquí a la Iglesia?  En primer lugar que no se nos olvide que el Señor Jesús fue crucificado en el Gólgota, pero resucitó glorioso; que no temamos lo que eventualmente tengamos que padecer por causa del Señor, pues Él tiene el control de todo lo que ocurre en el universo; que seamos fieles a Él hasta la muerte; vale la pena, pues las pruebas acrisolan nuestra fe; que Él está al tanto de todo lo que nos sucede y sabe lo que nos conviene; que sabe perfectamente quiénes son los verdaderos hijos de Dios y quiénes mienten al afirmar serlo, y se reúnen para reverenciar al diablo o servirse a sí mismos y no al Señor.
¿De qué tienen que ser vencedores los hermanos de la iglesia en Esmirna?  La victoria aquí se trata de la fidelidad al Señor hasta la muerte.  Si eres infiel terminas en derrota.  Si huyes del sufrimiento, incluyendo el martirio, estás en derrota.  Si amas más tu propia vida y no estás dispuesto a ofrendarla por el Señor, es posible que sufras daño de la muerte segunda.(4) Por ser un tema controversial, en el presente libro no entramos a analizar lo del daño de la segunda muerte, pero dejamos sentado la clara doctrina bíblica de que los creyentes han de ser juzgados cuando el Señor venga.  El apóstol Pedro dice que el juicio comienza por la casa de Dios (cfr. 1 Pedro 4:17). De hecho, el primer juicio que presidirá el Señor Jesús en Su segunda venida, será el de la Iglesia; Su propia Iglesia.
Como hijos de Dios, tenemos la responsabilidad delante de Él de hacer lo que nos corresponde, de conformidad con Sus propósitos, y de lo cual debemos dar cuenta.  Dios no ha dejado a Su creación ni mucho menos la edificación de Su Iglesia al arbitrio de los hombres.  Es necesario obrar de acuerdo con un plan minuciosamente trazado por el Señor.  "Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo" (2 Co. 5:10). Aquí no se refiere al mundo sino a la Iglesia, a los santos.  También hablándole a los discípulos, en Mateo 16:27, el Señor les dice: “Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras”.  No se trata de hacer las cosas de acuerdo con nuestro propio plan y propósito, así nos parezca muy encomiable, sino según Dios.  Es necesario que desviemos nuestra atención de los intereses terrenales, tanto de tipo personal como de índole organizacional y no descuidar la salvación de nuestra alma.  "...ocupáos en vuestra salvación con temor y temblor" (Fil. 2:12); y la razón de esto la encontramos también en la bendita Palabra de Dios, cuando dice:  "Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?  ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” (Mt. 16:26).  De acuerdo con el contexto, esto no se lo dice el Señor a las multitudes mundanas sino a sus discípulos. Sufrir daño de la segunda muerte no es, pues, sufrir la muerte segunda (Ap. 20:14), que es eterna, sino participar temporalmente de algún tipo de sufrimiento dispensacional durante el período del reino milenial; sufrimiento del cual el creyente no vencedor ha de salir una vez haya pagado hasta el último cuadrante; es decir, hasta que realmente su alma haya sido transformada.

La Patrística
Es sumamente importante trazar un ligero perfil de los principales protagonistas y algunos hechos de interés de este amargo pero fructífero período de la Iglesia del Señor.  Algunos de esos grandes maestros son los llamados padres de la Iglesia.

Clemente de Alejandría (150-215 aproximadamente), nació probablemente en Atenas y fue formado en la atmósfera cultural y filosófica helénicas; se conformaba con el temperamento ecléctico filosófico grecorromano, y en su búsqueda de la enseñanza apostólica fue atraído por Panteno, de quien fue sucesor en la dirección de la escuela de Alejandría.  En el año 203 y a causa de la persecución del emperador Septimio Severo, abandonó Alejandría, y se sabe que en las iglesias de las localidades de Jerusalén y Antioquía le llamaban "el bendito presbítero".  Clemente llegó al convencimiento que el hombre sabio no debe gloriarse en su sabiduría y que "la sabiduría de este mundo es necedad para con Dios", pero a la vez sostenía las bondades de la filosofía griega para el avance del evangelio.
Clemente afirmó la no oposición entre las verdades religiosas contenidas en el cristianismo y la filosofía griega, a la que consideraba como una anticipación y una preparación para la exposición de las verdades cristianas.  Según Clemente, fe y saber filosófico se complementan.  Paradójicamente, a la par que repudiaba a los llamados gnósticos, decía que hay una gnosis cristiana, que viene por la fe y no por el razonamiento.  Clemente enseñaba que a Dios sólo se le puede conocer por medio del Logos, (la Palabra, el Verbo) el cual existe desde siempre y es el perfecto reflejo y rostro de Dios, por quien se manifiesta y se da a conocer.  Decía que Jesús es el Logos, el Dios santo, que derramó su sangre para salvar a los hombres; el Paidagogós o instructor de los creyentes.  Pero parece que no pensaba en Jesús como verdadero hombre sino sólo en la apariencia.  Afirmaba que el Señor Jesús es la Palabra (Logos) de Dios, el Espíritu hecho carne.  De modo que a través de estos y otros conceptos, vemos la fuerte influencia de la filosofía griega en este varón. Casi todos sus libros fueron escritos en defensa del cristianismo contra el paganismo, entre los cuales han sobrevivido el Protreptikós, dirigido a los griegos para alentar a los paganos a convertirse, el Paidagogós (Instructor), con instrucciones morales para los creyentes, y los Stromata, o títulos de la filosofía cristiana, obra apologética y expositiva con instrucciones más avanzadas.

Orígenes (185-254).  Indudablemente desempeñó un papel de mayor influencia este sucesor de Clemente como director de la escuela de Alejandría, desde cuando sólo tenía 17 años de edad.  Gran teólogo y estudioso bíblico, nacido en Alejandría de padres cristianos.  Su padre fue encarcelado y muerto, y los bienes de la familia confiscados durante la persecución ordenada por el emperador Septimio Severo.  De no ser porque su madre le escondió la ropa, se habría presentado voluntariamente al martirio.  Tomando al pie de la letra lo dicho por el Señor en Mateo 19:12, Orígenes se hizo eunuco, y también para aceptar alumnas en sus conferencias y evitar la posibilidad de cualquier escándalo.  Fue estudiante del neoplatonismo.  Visitó a Roma, Arabia, Grecia y Palestina.
En Palestina fue ordenado presbítero por los obispos de Cesarea y Jerusalén, pero eso le acarreó problemas con Demetrio, obispo de Alejandría, quien alegaba que no habían respetado su jurisdicción, pero en el fondo parece que había motivos de celos por el prestigio de Orígenes, por lo que éste tuvo que establecerse en Cesarea, en donde prosiguió sus actividades pedagógicas y de escritor ubérrimo, y a donde también tuvo la oportunidad de traer desde el Ponto a Gregorio Taumaturgo, quien recibió todo el aporte de las enseñanzas de Orígenes.  Para ese tiempo los hombres se habían apartado mucho de los principios bíblicos sobre el presbiterio y el gobierno de la iglesia.  Murió Orígenes como consecuencia de las torturas durante la persecución ordenada por Decio, a la edad de sesenta y nueve años y fue sepultado en Tiro.
Sus obras principales fueron:
* La Hexapla.  Texto del Antiguo Testamento colocado en seis columnas paralelas; la primera el texto hebreo, la segunda el mismo texto hebreo trasliterado en caracteres griegos, y el resto varias traducciones griegas. Sólo se conservan fragmentos.  Se dice que Jerónimo usó la Hexapla para la traducción de la Biblia latina, la famosa Vulgata.
* Comentario sobre las Escrituras.
* Sobre Principios Primeros (De Principiis).  Cuatro libros. La primera obra dogmática o de teología cristiana, que se trata de la primera exposición metódica y comprensiva de la fe cristiana.
* Contra Celso.  Son ocho libros de apología para rebatir los ataques y la más aguda crítica que contra el cristianismo había dirigido sesenta años antes el pagano Celso.  Se le considera la más hábil defensa del cristianismo producida hasta entonces.
* Escritos menores.  Uno llamado De resurrectione, otro sobre oración, otro sobre la exhortación al martirio.
Es indiscutible, como le sucedió a muchos otros hombres de Dios que habían sido educados en las canteras de la filosofía griega, que Orígenes, tanto en sus escritos como en el enfoque de su línea teológica, dejaba entrever alguna señal de esa herencia. Pero se aplicaba en el minucioso y profundo estudio de la Biblia, viendo en ella tres planos de significado: a) el común o histórico, el sentido literal, el de la carne, el que está en la superficie, para la gente sencilla; b) el alma de las Escrituras, el sentido moral, el que edifica a los que lo perciben, y c) el espiritual, místico, para los espirituales, que encierra algo escondido bajo lo que superficialmente repugna a la conciencia, pero que una vez discernido puede ser expresado en forma de alegoría. Pero es difícil mantener estos tres puntos de vista a través de toda la Palabra de Dios. Querer armonizar la filosofía con las enseñanzas del cristianismo, o lo que es lo mismo, explicar las enseñanzas del Señor en términos filosóficos y lógicos, además de sostener algunos otros puntos de vista erróneos, le acarrearon a Orígenes haber sido señalado como hereje en algunos puntos por sínodos regionales celebrados en Alejandría (399), Jerusalén y Chipre. Posteriormente, en dos concilios celebrados en Constantinopla (543 y 553) formularon el catálogo de los "Errores de Orígenes". El principal contradictor de Orígenes fue su antiguo discípulo Metodio de Olimpo, quien fue el que dio comienzo a las controversias.

Gregorio Taumaturgo (213-270).  Abogado pagano de Nueva Cesarea, en Ponto, Gregorio Taumaturgo (obrador de maravillas) provenía de una familia opulenta y principal; así tuvo contacto con Orígenes en Cesarea, Palestina, a quien buscó como distinguido maestro de filosofía, y en él encontró, más que filosofía y conocimientos seculares, la fe cristiana, con los énfasis distintivos de Orígenes.  Al regresar al Ponto llegó a ser obispo de la iglesia de su localidad, alrededor del año 240.  Cuando Gregorio murió, la gran mayoría de sus paisanos se había convertido.  De él se cuenta una curiosa e interesante anécdota retórica.
Se dice que cuando fue constituido obispo, sólo había unos diecisiete hermanos cristianos integrando la iglesia, y que a su muerte, treinta años más tarde, sólo quedaban diecisiete paganos en la ciudad.  Eso significa que su ministerio tuvo mucho éxito.  Algunos opinan que hizo allí grandes esfuerzos para apartar a los creyentes de las festividades paganas instituyendo fiestas en memoria de los mártires.  La opinión de otros es que Gregorio así usó para ello un medio dudoso, pues fue haciendo la transición para sus paisanos tan fácil como fuera posible, sustituyendo festejos en honor de los mártires cristianos por las fiestas de los dioses paganos, lo cual se puede tomar como una prolongación de la idolatría.

Escuelas teológicas
Ante la necesidad de la instrucción catequista de los nuevos convertidos provenientes de hogares paganos, surgieron y fueron establecidas cuatro grandes escuelas de teología y pensamiento cristiano, las cuales se convirtieron más tarde en centros de preparación avanzada de teología y doctrina para los dirigentes y maestros de la Iglesia en esa época que necesitaba de una centralidad en la doctrina cristiana frente al alud de errores y herejías.  Hay que tener en cuenta que en esa época la exégesis bíblica estaba en su infancia y en la Iglesia no existía un sistema desarrollado de hermenéutica.  Esas escuelas fueron las de Alejandría, Asia Menor y Norte de África, a las cuales estaban asociados grandes maestros.
La  escuela de Alejandría, fue fundada por Panteno alrededor del año 180, en una de las más cultas e importantes ciudades del Imperio Romano, fundada por Alejandro el Grande en el siglo IV a. C.  Dotada que había sido de una de las más completas bibliotecas de la antigüedad, Alejandría fue la cuna de la última de las filosofías grecorromanas no cristianas, el neoplatonismo; y floreció también allí el gnosticismo.  Como importante centro cultural del mundo helénico, en Alejandría, desde los tiempos de Ptolomeo Lagi (323-285 a.C.) y Ptolomeo Filadelfo (285-247 a.C.) se fueron dando cita diversas escuelas de pensamiento, lo mismo que las corrientes místicas asiáticas, las diferentes filosofías griegas, la influencia del judaísmo y el derecho romano, acrisolándose de paso el gusto por la alegoría sobre todo en el terreno religioso, método exegético practicado por estudiosos de la talla de Filón y Orígenes.
El judío helenista Filón, fue un estudioso de la Biblia, pero usaba un sistema ecléctico de interpretación, inclinándose por las especulaciones filosóficas griegas, aplicando en especial el arbitrario método alegórico, herencia que legó a la teología cristiana alejandrina. Se debe tener en cuenta que en Alejandría los maestros cristianos, entre ellos Panteno, Clemente de Alejandría y Orígenes, consideraban la filosofía griega como una herramienta que debía ser usada, herramienta que en ocasiones resultó de doble filo. Panteno fue un filósofo estoico convertido y era eminente por el fervor de su espíritu, del cual sólo se conservan fragmentos de sus escritos.
La escuela de Antioquía, fundada por Luciano.  Relacionados con esta escuela encontramos a los grandes, Diodoro de Tarso, Teodoro de Mopsuestia, Teodoreto de Silo, Doroteo, y el más sobresaliente, Juan Crisóstomo.  A diferencia de la escuela de Alejandría, que era alegórica, la de Antioquía era exegética, gramático-histórica, y a veces escéptica en algunas cosas.  Desafortunadamente, debido al rigorismo en la aplicación de este método exegético, en esta escuela cayeron en algunas desviaciones, como el exagerado racionalismo, llegando incluso a desechar lo aparentemente incomprensible de la Biblia.  Estos métodos especulativos de captar la Revelación llegaron a degenerar en excesos como el de Luciano, uno de los precursores del arrianismo, o el de Teodoro de Mopsuestia, quien a pesar de ser uno de los mejores comentaristas bíblicos de la antigüedad, no por ello dejó de caer en el error de negar la inspiración de algunos libros del Antiguo Testamento.
La escuela de Asia Menor, se caracteriza porque, a diferencia de la de Alejandría, no estaba centrada en una ciudad en especial, sino que consistía en una línea de pensamiento y trabajo coyuntural de un grupo de maestros y escritores de teología. Ireneo fue el más conspicuo exponente de esta escuela, gran evangelista, conferencista y escritor, defensor de la causa de Cristo.
La escuela del Norte de África, tenía su centro en Cartago.  Fue la escuela que más contribuyó a la formación del pensamiento teológico de Europa. Allí se destacaron importantes escritores y teólogos de la talla del brillante, célebre, controvertido y fervoroso Tertuliano, y del hábil obispo Cipriano.

Los apologistas
No obstante atravesar la época más amarga y sangrienta de la Iglesia, y debido a que el cristianismo se enfrentaba también con las ideas opositoras surgidas del paganismo, algunos escritores cristianos de los años 120 a 220 escriben para defender o hacer la apología de la fe de los seguidores del Señor Jesús, y buscar la conversión de los paganos.  Estas obras se caracterizan porque fueron escritas en un estilo untado de ideologías filosóficas griegas, pues una de las dificultades para los paganos era aceptar la divinidad de Cristo, por eso recurrieron al Logos para buscar una comprensión entre los platónicos helenistas de su tiempo.  La doctrina del Logos era conocida de los paganos y es usada por Justino para exponer cómo Dios revela Su sabiduría. El estoicismo y el neoplatonismo ejercieron marcada influencia en el pensamiento cristiano de los primeros siglos; por ejemplo, muchos de los apologistas y de los llamados padres usaron el estoicismo para fundamentar teóricamente la ética.
El estoicismo enseñaba que en el universo había una razón divina dominante, de la cual salió una ley moral natural, la que para muchos intelectuales cristianos era idéntica con la ley moral cristiana, aunque conservaban el contraste entre el cristianismo y el mundo.  Moldeadores del pensamiento cristiano tan prominentes como Orígenes y Clemente de Alejandría, eran estudiantes de la filosofía griega, particularmente el neoplatonismo y el estoicismo.  Parece ser que el neoplatonismo tuvo su origen precisamente en Alejandría.  Ambrosio de Milán había bebido en fuentes estoicas, y Agustín en las del neoplatonismo.  Enfocando de nuevo los apologistas, tenemos que estando distante los tiempos de las inquisiciones de parte de una organización religiosa que persigue a quienes no piensen como ellos, los cristianos del tiempo de Esmirna se atreven a pedir libertad religiosa.  Los apologistas cristianos condenaron enérgicamente los cultos paganos, tan abundantes en el Imperio, negándose a hacer contemporización alguna con ellos.  Entre los que lucharon por defender la fe cristiana contra las calumnias y ataques de los judíos y paganos politeístas, tenemos a:

Cuadrato
Era un profeta que conoció a los apóstoles.  En su apología menciona a esos quinientos discípulos que vieron al Señor resucitado.  Según Eusebio de Cesarea, escribió la primera de las apologías conocidas, la cual fue presentada al emperador Adriano en Atenas, en el invierno de 124-125, y de la cual sólo se conserva un fragmento.  Muchos consideran que su Apología es la misma Epístola a Diogneto.

Arístides
Este contemporáneo de Cuadrato escribió la segunda de estas apologías.  Eusebio dice que la redactó durante el reinado de Adriano y la traducción siríaca durante el reinado de Antonino Pío; pero es más fuerte la opinión que fue dirigida a éste último. Se trató de un cristiano filósofo.  De acuerdo con la necesidad del momento y por ser dirigida a la oposición originada en la cultura helenista, Arístides inicia su apología con un bosquejo demostrando la existencia de Dios basándose en el argumento del filósofo Aristóteles que se relaciona con el origen del movimiento.  El texto de esta apología no se vino a tener sino hasta 1878, en que los monjes armenios del monasterio Las Aristas, de Venecia, publicaron una versión armenia.  La versión siríaca fue descubierta en el monte Sinaí en 1889 por Rendel Harris.

Epístola a Diogneto
Existe un brillante y anónimo documento apologista llamado Epístola a Diogneto, obra atribuida supuestamente a Panteno, pero con más fundamentados argumentos a Cuadrato, y dirigida a un cierto Diogneto, quien probablemente se trate del emperador Adriano.  Esta carta ofrece una excelente presentación de los postulados de la Iglesia frente al paganismo y al judaísmo mismo.  Ante la acusación en esa época de que el cristianismo iba debilitando la estabilidad y las estructuras del Imperio Romano, la Epístola a Diogneto declaró:  “Lo que alma es al cuerpo, son los cristianos al mundo...  El  alma está aprisionada en el cuerpo, pero ella conserva al mismo cuerpo; y los cristianos están aprisionados en el mundo como en una cárcel, pero ellos mantienen unido al mundo”.  (Se puede leer este documento en el excursus II al final del presente capítulo).

Justino Mártir
Era natural de Samaria.  Escribió dos de las más famosas apologías del cristianismo durante el reinado de Antonino Pío.  El perfil de este mártir es el de un hombre de una personalidad excepcional, como humano y por su innegable influencia en la Iglesia.  En su obra Diálogo con Trifón narra algunos datos biográficos.  Estudioso en algunas escuelas filosóficas griegas antes de conocer al Señor, hasta que halló la verdad en Cristo, en quien el Logos históricamente había encarnado y tomado forma humana.  En Roma fundó una escuela a manera de los filósofos paganos. Es curioso el contraste entre Marción y Justino.  Mientras que aquel usa la filosofía para adulterar las enseñanzas de la Iglesia, Justino pone esos conocimientos al servicio del evangelio, para defenderlo y propagarlo.  De la obra de Justino se conserva muy poco, pero por el historiador Eusebio se sabe que escribió mucho, y que era un filósofo en el estilo, y desde ese punto de vista usaba el método platónico, pero en el contenido era un verdadero cristiano.  Justino ganó su calificativo por haber muerto por la fe en el Señor Jesús.

Melitón
Eusebio lo cita como obispo de Sardis durante el reinado de Marco Aurelio, y nos da una lista de su obra, de la cual sólo se conservan fragmentos, citando entre sus obras una apología al emperador Cómodo, hijo y sucesor del anterior.  Aún se conserva su obra la Homilía sobre la Pascua.  En esa misma época escribe también otro apologista llamado Apolinar de Hierápolis.

Atenágoras
El filósofo cristiano de Atenas. Escribió su apología dirigida a los emperadores Marco Aurelio y Cómodo, y hace la entrega en Atenas, su ciudad natal.  Refuta las calumnias a los cristianos cuando los acusan de ateos, afirmando que creen en un Dios superior.  Escribe un tratado sobre "La resurrección del cuerpo", tocando un tema inaceptable para los filósofos de su tiempo.  Defiende la divinidad del Logos.  En esa misma ciudad y en similares circunstancias escribe y actúa el apologista Milciades.

Teófilo
Apologista que fue obispo de Antioquía.  Escribió tres libros apologéticos a su amigo Autólico, en los cuales aparece por primera vez el término Trinidad (en griego, Tríada).

Taciano
Contemporáneo con Teófilo floreció este otro apologista, nacido en el año 110, quien después de haber sido discípulo de Justino (mártir) en Roma, en el año 172 volvió al Oriente y fundó una rigorista secta gnóstica encratita, movimiento de donde había salido, secta rigorista en contra del matrimonio. Antes de dar este paso, escribió Oratio ad Græcos, obra apologética en donde defiende el origen divino del cristianismo. Es más conocido por su obra El Diatesarión, una especie de historia de la vida de Cristo; es una armonía o entrelazamiento de los cuatro evangelios.

Minucio Félix
Escribe una simpática apología llamada Octavius, por medio de la cual defiende al cristianismo usando un diálogo entre un pagano llamado Cecilio y un cristiano de nombre Octavio.  Cecilio expone las calumnias difundidas contra la Iglesia y Octavio le responde mostrándole las verdades cristianas.

Hermias
Tiene una Sátira contra los Griegos, en donde ataca y ridiculiza la filosofía griega.

Los polemistas
Además de los llamados padres apostólicos que conocieron directamente a los apóstoles, y de los apologistas en la época de las persecuciones, registramos en el período profético de Esmirna a los polemistas, o sea, los que combatieron contra las herejías, contra los gnósticos y defendieron valientemente la divinidad de Cristo frente a todos los ataques del enemigo.  Los más preclaros exponentes son:

Ireneo (130-195).  Probablemente nació en Esmirna, en donde desde niño conoció a Policarpo, y desde allí fue enviado a las Galias (Francia) haciendo parte de un grupo de evangelistas.  Más tarde llegó a ser obispo de Lyon, en donde realizó un trabajo tan meritorio, que se registra que casi toda la ciudad fue hecha cristiana, convirtiéndose en un centro de donde salieron muchos misioneros a evangelizar la Galia.  Es tal vez el personaje que reviste mayor importancia en todo este período de Esmirna.  Fue el principal opositor de los ataques de los gnósticos y marcionitas, herejías que conoció y refutó en defensa de la Iglesia.  Para combatir el gnosticismo escribió importantes libros como "Contra herejías" (Adversus Hæresus), y su "Demostración de la predicación apostólica".
En el proceso de la formación del canon, y debido a que algunos ponían en duda la posición  del Evangelio según San Juan, defendió la tesis de que tenía que haber cuatro evangelios; asimismo expresa claramente la cuestión de la sucesión apostólica.  Por otra parte, sostenía que el Logos que se hizo carne en Jesucristo, era el Hijo de Dios, y daba énfasis a su convicción de que Jesucristo era tanto plenamente hombre como Dios, y que Jesús Dios-hombre sufrió la crucifixión por los hombres, en contraposición a los postulados gnósticos de que Cristo era un mero fantasma, y de los marcionitas con su raro dualismo.  Entonces en reacción contra el velado politeísmo de los gnósticos y los dos dioses de los marcionitas, Ireneo es representativo de la unidad de Dios.  Murió como mártir.

Tertuliano, Quintus Septimus Florens (160-220).  Este polémico y fogoso gran teólogo y apologista cristiano nació en Cartago, en el Norte de África, de padres paganos, ricos.  Figura controversial en la historia de la Iglesia, muy instruido en la filosofía estoica; ejerció su profesión de abogado en Roma.  En su juventud parece haber sido instruido en la filosofía estoica.  Su conversión al Señor ocurrió en su mediana edad, llegando a ser presbítero.  Conoció bien el griego, pero escribió mucho en latín.  Se caracterizaba por ser un cristiano ortodoxo y compuso un extenso tratado contra Marción.  Otras obras suyas son Contra los Herejes, Prescription, y contra los paganos, la apología el Apologético.  Cuando ya envejecía se hizo montanista hasta su muerte.  De él se dice que lejos de ser hereje, era el campeón de la Iglesia contra la herejía.  Como buen apologista y abogado se atrevió a declarar en el año 212 que "es un derecho del hombre, un privilegio de su naturaleza que cada cual pueda adorar según sus propias convicciones".
Los cristianos de los primeros tiempos encontraron serias dificultades para exponer algunas verdades teológicas, y en no pocas ocasiones se valieron aun de principios filosóficos y legales para su tarea didáctica y apologética.  Para referirse a Dios, por ejemplo, Tertuliano usaba la palabra latina substantia, tomada de la terminología legal romana con la connotación de la posición relativa del hombre en la comunidad; usándola para referirse a que Dios en sustancia es uno, pero que Padre, Hijo y Espíritu Santo, en esencia, forma y aspecto, son tres personas.  Al usar la palabra (personæ) persona, en su disciplina de abogado, Tertuliano tenía en mente su uso en la ley romana, con el significado de:  "una parte en alguna acción legal"; de manera que las tres Personas de la Trinidad Divina tienen su respectivo lugar en la economía o actividad administrativa de Dios.  Tertuliano entendía que el Hijo estaba subordinado al Padre, y que el Espíritu Santo procedía del Padre por medio del Hijo.
Ya hemos mencionado que para esta época empezaba a aparecer en algunas iglesias locales el episcopado con tendencias monárquicas, y en alguna forma se iba poniendo las bases para el gran salto que dio la Iglesia a partir de los primeros años del siglo cuarto, cuando se da el comienzo del período profético de Pérgamo, con todas sus consecuencias.

Notas finales
1. A diferencia de Efeso, en Esmirna residen cristianos. Incluso es sede de arzobispado católico.
2. Aunque la mayoría de los historiadores no lo haya considerado como persecución, sin embargo registramos que durante el reinado de Marco Ulpio Trajano, emperador romano entre los años 98-117 d. C.  Durante su reinado, en el año 107 d. C., por orden del gobernador romano en Palestina, fue ejecutado Simón, sucesor de Santiago como cabeza de la iglesia en Jerusalén, y también hermano menor del Señor (Marcos 6:3).  También Ignacio, por sobrenombre Theophoros o Portador de Dios, obispo de Antioquía de Siria, fue arrojado a las fieras en el anfiteatro romano en el año 107, después de haber comparecido ante el mismo Trajano, quien lo sometió a un dramático interrogatorio.  Durante su viaje a Roma para ser martirizado, Ignacio escribió unas cartas a las iglesias en las localidades de Efeso, Magnesia, Tracia, Roma, Filadelfia y Esmirna, entre otras, así como una a Policarpo, el obispo de Esmirna, y que se han conservado; las cuales nos transmiten valiosos informes sobre la fe cristiana en aquella época.  También hablan esas cartas acerca de la reacción frente al docetismo.  Se dice que Trajano sostuvo una cruzada correspondencia con Plinio Hijo (el menor), quien a la sazón servía como legado imperial en Bitinia, indicando que el cristianismo estaba oficialmente proscrito; que si los cristianos se retractaban, podían ser perdonados, de lo contrario habían de ser ejecutados.  Durante su reinado también fue martirizado Clemente, obispo en Roma, en circunstancias bastantes curiosas, pues hay testimonio de que fue arrojado al mar, habiéndole atado al cuello un ancla de hierro.  Durante el reinado de su sucesor, Adriano (117-138), hubo persecución en menor grado.  Entre los mártires de ese tiempo se cuenta a Teléforo, pastor de la iglesia en Roma.
3, La muerte de Valeriano no pudo ser más cruel. Dice Mauricio de la Châtre: “A fines del año 260, viéndose después de una derrota rodeado por los persas, sin esperanza de poder escapar, tuvo una conferencia con Sapos, rey de los persas, que le retuvo prisionero, sin querer jamás devolverle la libertad. El pérfido monarca, después de haberle tratado con la mayor indignidad por espacio de nueve años, haciéndole servir de estribo para montar a caballo, o subir a su carro, le hizo al fin dar muerte en 269, negándole los honores de la sepultura; porque después de su muerte, Valeriano fue degollado por orden de aquel bárbaro, salado su cuerpo y su piel curtida y teñida de encarnado y puesta en un templo para eterno monumento de la afrenta de los romanos.  Todos los cristianos han reconocido el dedo de Dios en el deplorable fin de Valeriano”. La historia de los Papas y los Reyes. CLIE 1993. Tomo I, pág. 189.
4. Para una mejor comprensión de lo que significa no sufrir daño de la segunda muerte, remito al lector a que lea mi libro “Los Vencedores y el Reino Milenial”.




PRIMER EXCURSUS DEL CAPÍTULO II

MARTIRIO DE POLICARPO
OBISPO DE ESMIRNA

(Carta incluida en las obras de Ireneo, discípulo de Policarpo)

La iglesia de Dios que habita como forastera en Esmirna, a la iglesia de Dios que vive forastera en Filomelio, y a todas las comunidades, peregrinas en todo lugar, de la santa y universal Iglesia:
Que en vosotros se multiplique la misericordia, la paz y el amor de Dios Padre y de nuestro Señor Jesucristo.
I. Os escribimos, hermanos, la presente carta sobre los sucesos de los mártires, y señaladamente sobre el bienaventurado Policarpo, quien, bien así como quien pone el sello, hizo cesar con su martirio la persecución. Y es así que todos los acontecimientos que le precedieron podemos decir no tuvieron otro fin que mostrarnos nuevamente el Señor Su propio martirio, tal como nos lo relata el Evangelio.  2. Policarpo, en efecto, esperó a ser entregado, como lo hizo también el Señor, a fin de que también nosotros le imitemos, no mirando sólo nuestro propio interés, sino también el de nuestros prójimos.  Porque obra es de verdadero y sólido amor no buscar sólo la propia salvación, sino también la de todos los hermanos.
II. Ahora bien, bienaventurados son sólo aquellos martirios que se han cumplido conforme a la voluntad de Dios; porque es necesario que, guardando la debida cautela, atribuyamos a Dios la fuerza contra todos los tormentos.
2. Y, en efecto, ¿quién no admirará la nobleza de nuestros mártires, su paciencia y el amor a su Dueño?  Ellos sufrieron, lacerados por los azotes, hasta llegar a distinguirse la disposición de la carne dentro de las venas y de las arterias, de suerte que los mismos espectadores se movían a lástima y rompían en lamentos; los mártires, en cambio, se levantaron a tal punto de nobleza, que ninguno de ellos exhaló un ¡ay! Ni un gemido, con lo que a todos nosotros nos demostraban que, en aquel momento de tortura, los nobilísimos mártires de Cristo habían emigrado fuera de su carne o, más bien, que el Señor mismo, puesto a su lado, conversaba amigablemente con ellos.  3. Y sostenidos por la gracia de Cristo, despreciaban los tormentos terrenos, pues por el sufrimiento de una sola hora se preparaban al gozo de la vida eterna.  El mismo fuego de los inhumanos atormentadores les resultaba refrigerante, pues tenían ante los ojos las claras y eternas mansiones que jamás perecen, y con los ojos del corazón contemplaban ya los bienes reservados a los que valerosamente resisten; bienes que ni oído oyó ni ojo vio ni corazón de hombre alcanzó, mas a ellos se los mostraba el Señor como a quienes no eran ya hombres, sino ángeles.
4. Igualmente, también los que fueron condenados a las fieras sufrieron tormentos espantosos, tendidos que fueron sobre conchas marinas y sometidos a otras formas de variadas torturas.  Pretendía el enemigo, a ser posible, obligarlos a renegar de la fe a fuerza de continuo tormento.
III. Muchos fueron, en efecto, los artificios que el diablo puso en juego contra ellos; mas ¡gloria a Dios! Contra ninguno prevaleció.  Porque fue así que el nobilísimo Germánico sobreesforzó con su constancia la cobardía de los demás.  Él fue quien más ilustre combate sostuvo con las fieras.  Porque, tratando el procónsul de persuadirle y diciéndole que tuviera lástima de su edad, él mismo azuzó a la fiera para que se arrojase contra él, pues quería cuanto antes verse lejos de una vida sin justicia y sin ley como la que los paganos llevan.  2.  En este punto, pues, toda la muchedumbre, maravillada de la valentía de la raza de los cristianos, que ama y rinde culto a Dios, prorrumpió en alaridos: “¡Mueran los ateos! ¡A buscar a Policarpo!”
IV. Hubo, sin embargo, uno, por nombre Quinto, frigio de nación, llegado recientemente de Frigia, que, viendo las fieras, se acobardó.  Pero es que éste se había denunciado a sí mismo, y aun indujo a algunos otros a presentarse espontáneamente al tribunal.  A éste, pues, logró el procónsul, tras muchas importunaciones, persuadirle a jurar por el César y sacrificar.  De ahí, hermanos, que no aprobemos a los que de sí y ante sí se presentan a los jueces, puesto que no es esta la doctrina del Evangelio.
V. Por lo que se refiere a Policarpo, hombre digno de toda nuestra admiración, en primer lugar, oído que oyó cómo se le reclamaba para la muerte, no se turbó, sino que estaba decidido a no salir de la ciudad; sin embargo, la mayoría de los hermanos le aconsejaron que se escondiera en las afueras.  Se retiró, pues, a una finca que no distaba mucho de la ciudad, y allí pasaba el tiempo con unos pocos fieles, sin otra ocupación, día y noche, que orar por todos, y señaladamente por las iglesias esparcidas por toda la tierra.  Cosa, por lo demás, que tenía siempre de costumbre.
2. Y fue así que, orando una vez, tres días antes de ser prendido, tuvo una visión en que se le presentó su almohada totalmente abrazada por el fuego.  Y volviéndose a los que estaban con él, les dijo: “Tengo que ser quemado vivo.”
VI. Como persistieran las pesquisas para dar con él, tuvo que trasladarse a otra finca, y momentos después se presentó la guardia.  Como no le hallaran, prendieron a dos esclavos, y uno de ellos, sometido a tormento, declaró su paradero.  2. Era ya de todo punto imposible seguir oculto, una vez que los que le traicionaban pertenecían a los domésticos mismos.  Por su parte, el jefe de la policía, que, por cierto, llevaba el mismo nombre que el rey de la pasión del Señor, Herodes, tenía prisa por conducir a Policarpo al estadio, para que éste alcanzara su suerte, hecho partícipe de Cristo, y los que le habían traicionado sufrieran su merecido, es decir, el castigo del mismo Judas.
VII. Llevando, pues, consigo al esclavo, un viernes, hacia la hora de comer, salieron los pesquisadores -todo un escuadrón de caballería-, armados con las armas del caso, como si salieran tras un bandido.  Y llegados que fueron, a hora ya tardía, le hallaron acostado ya en una habitacioncilla del piso superior.  Todavía hubiera podido Policarpo escaparse a otro escondrijo, pero se negó diciendo: Hágase la voluntad de Dios.
2. Conociendo, pues, por el ruido que se oía debajo, que habían llegado sus perseguidores, bajó y se puso a conversar con ellos.  Maravillándose éstos, al verle, de su avanzada edad y de su serenidad, no se explicaban todo aquel aparato y afán por prender a un viejo como áquel. Al punto, pues, Policarpo dio órdenes de que se le sirviera de comer y beber en aquella misma hora cuanto apetecieran, y él les rogó, por su parte, que le concedieran una hora para orar tranquilamente.  3. Ellos se lo permitieron, y así, se puso a orar tan lleno de gracia de Dios que por espacio de dos horas no le fue posible callar.  Estaban maravillados los que le oían, y aun muchos sentían remordimiento de haber venido a prender a un anciano tan santo.
VIII. Una vez que, finalmente, terminó su oración, después que hubo hecho en ella memoria de cuantos en su vida habían tenido trato con él -pequeños y grandes, ilustres y humildes, y señaladamente toda la universal Iglesia esparcida por la redondez de la tierra-, venido el momento de emprender la marcha, le montaron sobre un pollino, y así le condujeron a la ciudad, día que era de gran sábado.
2. Se toparon con él en el camino el jefe de la policía Herodes y su padre Nicetas, los cuales, haciéndole montar en su coche y sentándole a su lado, trataban de persuadirle, diciendo: “¿Pero qué inconveniente hay en decir: “César es el Señor” (en griego, Kyrios Kaisar (Κὺριος χασαρ)), y sacrificar y cumplir los demás ritos y con ello salvar la vida?”
Policarpo, al principio, no les contestó nada; pero como volvieron a la carga, les dijo finalmente: “No tengo intención de hacer lo que me aconsejáis.”
3. Ellos, entonces, fracasados en su intento de convencerle por las buenas, se desataron en palabras injuriosas y le hicieron bajar precipitadamente del coche, de suerte que, a medida que bajaba, se hirió en la espinilla.  Sin embargo, sin hacer caso de ello, como si nada hubiera pasado, caminaba ahora a pie animosamente, conducido al estadio.  Y era tal el tumulto que en éste reinaba, que no era posible entender a nadie.
IX. Al tiempo que Policarpo entraba en el estadio, una voz sobrevino del cielo que le dijo: “Ten buen ánimo, Policarpo, y pórtate varonilmente.”  Nadie vio al que esto dijo; pero la voz la oyeron los que de entre los nuestros estaban presentes.  Seguidamente, según le conducían al tribunal, se levantó un gran tumulto al correrse la voz de que habían prendido a Policarpo.  2. Venido, en fin, a presencia del procónsul, éste le preguntó si él era Policarpo.
Respondiendo el mártir afirmativamente, trataba el procónsul de persuadirle a renegar de la fe, diciéndole:
─Ten consideración a tu avanzada edad -y otras cosas por el estilo, según es costumbre suya decir, como: “Jura por el genio del César.  Muda de modo de pensar; grita: ¡Mueran los ateos!”
A estas palabras, Policarpo, mirando con grave rostro a toda la chusma de paganos sin ley que llenaban el estadio, tendiendo hacia ellos la mano, dando un suspiro y alzando sus ojos al cielo, dijo:
─Sí, ¡mueran los ateos!
3. ─Jura y te pongo en libertad.  Maldice a Cristo. Entonces Policarpo dijo:
─Ochenta y seis años hace que le sirvo y ningún daño he recibido de Él; ¿cómo puedo maldecir de mi Rey, que me ha salvado?
X.  Como nuevamente insistiera el procónsul, diciéndole:
─Jura por el genio del César. Respondió Policarpo:
─Si tienes por punto de honor hacerme jurar por el genio, como tú dices, del César, y finges ignorar quién soy yo, óyelo con toda claridad: Yo soy cristiano.  Y si tienes interés en saber en qué consiste el cristianismo, dame un día de tregua y escúchame.
2.  Respondió el procónsul:
─Convence al pueblo.  Y Policarpo dijo:
─A ti te considero digno de escuchar mi explicación, pues nosotros profesamos una doctrina que nos manda tributar el honor debido a los magistrados y autoridades, que están por Dios establecidas, mientras ello no vaya en detrimento de nuestra conciencia; mas a ese populacho no le considero digno de oír mi defensa.
XI.  Dijo el procónsul:
─Tengo fieras a las que te voy a arrojar si no cambias de parecer.
Policarpo respondió:
─Puedes traerlas, pues un cambio de sentir de lo bueno a lo malo, nosotros no podemos admitirlo.  Lo razonable es cambiar de lo malo a lo justo.
2.  Volvió a insistirle:
─Te haré consumir por el fuego, ya que menosprecias las fieras, como no mudes de opinión.
Y Policarpo dijo:
─Me amenazas con un fuego que arde por un momento y al poco rato se apaga.  Bien se ve que desconoces el fuego del juicio venidero y del eterno suplicio que está reservado a los impíos.  Mas, el fin, ¿a qué tardas?  Trae lo que quieras.
XII.  Mientras estas y otras muchas cosas decía Policarpo, le veían lleno de fortaleza y alegría, y su semblante irradiaba tal gracia que no sólo no se notaba en él decaimiento por las amenazas que se le dirigían, sino que fue más bien el procónsul quien estaba fuera de sí y dio, por fin, orden a su heraldo, que, puesto en la mitad del estadio, diera por tres veces este pregón:
─¡Policarpo ha confesado que es cristiano!
2.  Apenas dicho esto por el heraldo, toda la turba de gentiles, y con ellos los judíos que habitaban en Esmirna, con rabia incontenible y a grandes gritos, se pusieron a vociferar:
─Ese es el maestro del Asia, el padre de los cristianos, el destructor de nuestros dioses, el que ha inducido a muchos a no sacrificarles ni adorarlos.
En medio de este vocerío, gritaban y pedían al asiarca Felipe que soltara un león contra Policarpo.  Mas el asiarca les contestó que no tenía facultad para ello, una vez que habían terminado los combates de fieras.  3.  Entonces dieron todos en gritar unánimemente que Policarpo fuera quemado vivo.  Y es que tenía que cumplirse la visión que se le había manifestado sobre su almohada, cuando la vio, durante su oración, abrasarse toda, y dijo proféticamente, vuelto a los fieles que lo rodeaban: “Tengo que ser quemado vivo.”
XIII.  La cosa, pues, se cumplió en menos tiempo que el que cuesta contarlo, pues al punto se lanzó el populacho a recoger de talleres y baños madera y leña seca, dándose, sobre todo, los judíos manos a la labor con el singular fervor que en esto tienen de costumbre.
2.  Preparada que fue la pira, habiéndose Policarpo quitado todos sus vestidos y desceñido el cinturón, trataba también de descalzarse, cosa que no hubiera tenido que hacer antes, cuando todos los fieles tuvieran empeño en prestarles este servicio, porfiando sobre quién tocaría antes su cuerpo.  Porque, aun antes de su martirio, todo el mundo le veneraba por su santa vida.
3.  En seguida, pues, fueron colocados en torno a él todos los instrumentos preparados para la pira.  Mas como se le acercaran también con intención de clavarle en un poste, dijo:
─Dejadme tal como estoy, pues el que me da fuerza para soportar el fuego, me la dará también, sin necesidad de asegurarme con vuestros clavos, para permanecer inmóvil en la hoguera.
XIV.  Así, pues, no le clavaron, sino que se contentaron con atarle.  Él entonces, con las manos atrás y atado como un carnero egregio, escogido de entre un gran rebaño preparado para holocausto acepto a Dios; levantados sus ojos al cielo, dijo: “Señor Dios omnipotente: Padre de tu amado y bendecido siervo Jesucristo, por quien hemos recibido el conocimiento de Ti, Dios de los ángeles y de las potestades, de toda la creación y de toda la casta de los justos, que viven en presencia tuya: 2.  Yo te bendigo, porque me tuviste por digno de esta hora, a fin de tomar parte, contado entre tus mártires, en el cáliz de Cristo para resurrección de eterna vida, en alma y cuerpo, en la incorrupción del Espíritu Santo: ¡Sea yo con ellos recibido hoy en tu presencia, en sacrificio pingüe y aceptable, conforme de antemano me lo preparaste y me lo revelaste y ahora lo has cumplido, Tú, el inefable y verdadero Dios.  3.  Por lo tanto, yo te alabo por todas las cosas, te bendigo y te glorifico, por mediación del eterno y celeste Sumo Sacerdote, Jesucristo, tu siervo amado, por el cual sea gloria a Ti con el Espíritu Santo, ahora y en los siglos por venir.  Amén”.
XV.  Apenas hubo enviado al cielo su amén y concluida su súplica, los ministros de la pira prendieron fuego a la leña.  Y en aquel punto, levantándose una gran llamarada, vimos un prodigio aquellos a quienes fue dado verlo; aquellos, por lo demás, que hemos sobrevivido para poder contar a los demás lo sucedido.
2.  El caso fue que el fuego, formando una especie de bóveda, como la vela de un navío henchida por el viento, rodeó por todos lados como una muralla el cuerpo del mártir, y estaba en medio de la llama no como carne que se asa, sino como pan que se cuece o cual oro y plata que se acendra al horno.  Y a la verdad, nosotros percibimos un perfume tan intenso cual si se levantara una nube de incienso o de cualquiera otro aroma precioso.
XVI.  Comoquiera que fuese, viendo los sin ley que el cuerpo de Policarpo no podía ser consumido por el fuego, dieron orden al confector, que llegara a darle el golpe de gracia, hundiéndole un puñal en el pecho.  Se cumplió la orden y brotó de la herida tal cantidad de sangre que apagó el fuego de la pira, y la turba gentil quedó pasmada de que hubiera tal diferencia entre la muerte de los fieles y la de los escogidos.  2. Al número de estos elegidos pertenece Policarpo, varón sobre toda ponderación admirable, maestro en nuestros mismos tiempos, con espíritu de apóstol y profeta, obispo, en fin, de la iglesia de Esmirna.  Y es así que toda palabra que salió de su boca o ha tenido ya cumplimiento o lo tendrá con certeza.
XVII.  Mas el diablo, rival nuestro, envidioso y perverso, el enemigo declarado de la raza de los justos, viendo no sólo la grandeza del martirio de Policarpo, sino su vida irreprochable desde el principio, y que estaba ya coronado con la corona de la inmortalidad, ganado el premio del combate que nadie le podía ya disputar, dispuso de tal modo las cosas que ni siquiera nos fuera dado apoderarnos de su cuerpo, por más que muchos deseaban hacerlo y poseer sus santos restos.  2. El caso fue que sugirió el demonio a Nicetas, padre de Herodes y hermano de Alce, que suplicara al gobernador no se nos autorizara para retirar el cadáver del mártir; “No sea -se decía- que esa gente cristiana abandone a su Crucificado y empiecen a rendir culto a éste”. Los judíos eran los que sugerían tales cosas y hacían fuerza en el caso, ellos, que montaron guardia cuando nosotros íbamos a recoger el cuerpo de la pira misma.  Mas ignoraban unos y otros que nosotros ni podremos jamás abandonar a Cristo, que murió por la salvación del mundo entero de los que se salvan; Él, inocente, por nosotros pecadores, ni hemos de rendir culto a otro ninguno fuera de Él.  3.  Porque a Cristo le adoramos como a Hijo de Dios que es; mas a los mártires les tributamos con toda justicia el homenaje de nuestro afecto como a discípulos e imitadores del Señor, por el amor insuperable que mostraron a su rey y maestro. ¡Y pluguiera a Dios que también nosotros llegáramos a participar de su muerte y ser condiscípulos suyos!
XVIII.  Como viera, pues, el centurión la porfía de los judíos, poniendo el cuerpo en medio, lo mandó quemar a usanza pagana.  2.  De este modo, por los menos, pudimos nosotros más adelante recoger los huesos del mártir, más preciosos que piedra de valor y más estimados que oro puro, los que depositamos en lugar conveniente.  3.  Allí, según nos fuere posible, reunidos en júbilo y alegría, nos concederá el Señor celebrar el natalicio del martirio de Policarpo, para memoria de los que acabaron ya su combate y ejercicio y preparación de los que tienen aún que combatir.
XIX.  Tal fue el martirio del bienaventurado Policarpo, quien, habiendo sufrido, con once hermanos más de Filadelfia, martirizados en Esmirna, él sólo es señaladamente recordado por todos, de suerte que hasta los mismos paganos hablan de él por todas partes.  Él fue, en efecto, no sólo maestro insigne, sino mártir eminente; de ahí que todos deseen imitar un martirio sucedido según la enseñanza del Evangelio de Cristo.  2.  Y ahora, después de haber derrotado por su paciencia al príncipe inicuo de este mundo y recibido así la corona de la inmortalidad, glorifica jubiloso, en compañía de los apóstoles y de todos los justos, al Dios y Padre omnipotente y bendice a nuestro Señor Jesucristo, Salvador de nuestras almas, piloto de nuestros cuerpos y pastor de toda la universal Iglesia esparcida por la redondez de la tierra.
XX.  Nos habíais pedido que os relatáramos con todo pormenor lo sucedido; pero hemos tenido que limitarnos, por ahora, a un resumen de lo principal, que os mandamos, por obra de nuestro hermano Marción.  Ahora, pues, una vez que vosotros os hayáis enterado, tened la bondad de remitir esta carta a los hermanos del contorno, a fin de que también ellos glorifiquen al Señor, que es quien se escoge a los que quiere de entre sus siervos.  2.  Al que es poderoso para introducirnos a todos por gracia y dádiva suya, en Su reino eterno, por medio de Su Siervo, Su Unigénito Jesucristo, a Él sea gloria, honor, poder y grandeza por los siglos.
Saludad a todos los santos.  A vosotros, el saludo de todos los aquí presentes, y en particular de Evaristo, el amanuense, con toda su familia.
XXI. El bienaventurado Policarpo (69-155) sufrió el martirio el segundo día del mes Jántico, siete antes de las calendas de marzo (22 de febrero de 155. N.E), día de gran sábado, a la hora octava.  Fue prendido por Herodes, bajo el sumo sacerdocio de Felipe de Trales y el proconsulado de Estacio Cuadrado, reinando por los siglos nuestro Señor Jesucristo.  A Él sea gloria, honor, grandeza, trono eterno de generación en generación.  Amén.

    PADRES APOSTÓLICOS, Edición bilingüe, Daniel Ruíz Bueno. BAC, Madrid, 1985. Págs. 672-687.


 
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