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SEGUNDO EXCURSUS DEL CAPÍTULO II
EPÍSTOLA A DIOGNETO
Exordio
I. Pues veo, Excelentísimo Diogneto, tu extraordinario interés por conocer la religión de los cristianos y que muy puntual y cuidadosamente has preguntado sobre ella: primero, qué Dios es ése en que confían y qué género de culto le tributan para que así desdeñen todos ellos el mundo y desprecien la muerte, sin que, por una parte, crean en los dioses que los griegos tienen por tales y, por otra, no observen tampoco la superstición de los judíos; y luego qué amor es ése que se tienen unos a otros; y por qué, finalmente, apareció justamente ahora y no antes en el mundo esta nueva raza, o nuevo género de vida; no puedo menos que alabarte por este empeño tuyo, a par que suplico a Dios, que es quien nos concede lo mismo el hablar que el oír, que a mí me conceda hablar de manera que mi discurso redunde en provecho tuyo, y a ti el oír de modo que no tenga por qué entristecerse el que te dirigió su palabra.
Refutación de la idolatría
II. ¡Ea, pues! Que te hayas limpiado a ti mismo de todos los prejuicios que tienen asida de antemano tu mente; despejado de la vulgar costumbre que te engaña, y convertido, como de raíz, en un hombre nuevo, como quien va a escuchar, según tu misma confesión, una doctrina nueva; mira no sólo con los ojos, sino también con tu inteligencia, de qué sustancia o de qué forma son los que vosotros decís dioses y por tales tenéis. 2. ¿No es así que uno es una piedra, como cualquiera de las que pisamos con nuestros pies; otro, un pedazo e bronce, no de mejor calidad que el que sirve para labrar los utensilios para nuestro uso; otro, un leño que, por añadidura, está ya podrido; otro, plata que necesita de un hombre que la custodie para que no la roben; otro, hierro tomado de orín; otro, finalmente, un pedazo de arcilla, no más preciosa que la empleada en los cacharros de nuestro más bajo servicio? 3. ¿No está todo eso fabricado de materia corruptible? ¿No se labra todo a poder de hierro y fuego? ¿No fue el escultor quien modeló a unos, el herrero y el platero a otros y el alfarero a los demás? ¿No es cierto que antes de ser moldeados por estos artífices en la forma que ahora tienen, cada uno de ellos era, lo mismo que ahora, transformable en otro? Y los utensilios de la misma materia que ahora vemos, ¿no pudieron convertirse en dioses como ésos, si los trabajaran los mismos artífices? 4. Y al revés, esos que vosotros adoráis ahora, ¿no pudieron pasar, por mano de hombres, a ser cacharros semejantes a los demás? ¿Es que todo eso no son cosas sordas, cosas todas ciegas, todas inanimadas, todas insensibles, inmóviles todas? ¿No se pudren todas? ¿No se destruyen todas? 5. Y a esas cosas dais nombre de dioses, a esas cosas servís, a esas cosas adoráis y a ellas termináis por haceros semejantes.
6. Y luego aborrecéis a los cristianos porque no creen en semejantes dioses. 7. Pero ¿no los despreciáis mucho más vosotros, justamente cuando pensáis darles culto y creer en ellos? ¿Acaso no os burláis vosotros más de ellos y los cubrís de baldón en el hecho de que a los de piedra y arcilla les dais culto sin que tenga que custodiarlos nadie?, pero a los de plata y oro los encerráis durante la noche y les ponéis guarda durante el día para que no los roben? 8. Pues digamos de las honras que creéis tributarles. A la verdad, si vuestros dioses tienen sentido, más bien los castigáis con ellas; y sin son insensibles, con vuestras ofrendas de sangre y grasas no hacéis sino poderlos de manifiesto. 9. Pruebe, si no, alguno de vosotros a soportar nada de eso; aguante nadie que se le hagan tales ofrendas. Naturalmente, no habrá hombre en el mundo que soporte de buena gana semejante tormento, pues el hombre tiene sentido y razón; la piedra, en cambio, lo soporta todo, porque es insensible. 10. En conclusión, mucho más pudiera decir sobre la razón que tienen los cristianos de no someterse a la servidumbre de tales dioses; mas si lo dicho no le pareciere a alguno suficiente, tengo por tiempo perdido el seguir diciendo nada más.
Refutación del judaísmo
III. Después de esto, creo que tienes particular deseo de saber por qué los cristianos no practican la misma forma de culto a Dios que los judíos. 2. Ahora bien, los judíos, en cuanto se apartan de la sobredicha idolatría y dan culto a un solo Dios y soberano Dueño del universo, tienen absolutamente razón; mas en el hecho de tributarle a Dios ese culto de modo semejante a los antedichos, se equivocan de medio a medio. 3. Porque si los griegos dan pruebas de insensatez al ofrecer sus sacrificios a ídolos insensibles y sordos, éstos, que piensan ofrecérselos a Dios como si tuviera necesidad de ellos, más bien hay que decir que practican una necedad que una religión o culto a Dios. 4. Porque aquel Dios que hizo el cielo y la tierra y cuanto en ella se contiene, y que a todos nos suministra lo que necesitamos, de nada absolutamente puede estar Él mismo necesitado, cuando es Él quien procura las cosas a los mismos que se imaginan ofrecérselas. 5. Ahora bien, los judíos, que creen ofrecerle sacrificios de sangre y grasa y holocaustos y que con estos honores le enaltecen, me parece a mí que en nada se diferencian de los que tributan esas mismas honras a ídolos sordos. Los unos se los tributan a quienes ninguna parte pueden tener en tales honores; los otros se imaginan dar algo a quien de nada tiene necesidad.
Inanidad de las observancias judaicas
IV. Por lo demás, no creo que tengas necesidad de que te informe yo sobre su escrúpulo respecto a las comidas, su superstición acerca de los sábados, su orgullo de la circuncisión, su simulación en ayunos y novilunios, cosas todas ridículas e indignas de consideración alguna. 2. Porque ¿cómo no tener por impío que las cosas creadas por Dios para uso de los hombres, unas se acepten como bien creadas y otras se rechacen como inútiles y superfluas? 3. ¿Y cómo no tachar de sacrílego calumniar a Dios, imaginando que nos prohíbe hacer bien algún día de sábado? 4. Pues ya, que se blasone de la mutilación de la carne como de signo de elección y creerse por ello particularmente amados de Dios, ¿quién no ve ser pura ridiculez? 5. Y el estar en perpetuo acecho de los astros y de la luna para sus observaciones de meses y días y distribuir las disposiciones de Dios y los cambios de las estaciones conforme a sus propios impulsos, unas para fiestas y otras para duelos, ¿quién no lo tendrá antes por prueba de insensatez que de religión?
6. Así, pues, creo que lo dicho basta para que hayas comprendido con cuánta razón los cristianos se partan no sólo de la común vanidad y engaño, sino también de las complicadas observancias y tufos de los judíos. Ahora, por lo que al misterio de su propia religión atañe, no esperes que lo vas a entender de hombre alguno.
Paradojas cristianas
V. Los cristianos, en efecto, no se distinguen de los demás hombres ni por su tierra ni por su habla ni por sus costumbres. 2. Porque ni habitan ciudades exclusivas suyas, ni hablan una lengua extraña, ni llevan un género de vida aparte de los demás. 3. A la verdad, esta doctrina no ha sido por ellos inventada gracias al talento y especulación de hombres curiosos, ni profesan, como otros hacen, una enseñanza humana; 4, sino que, habitando ciudades griegas o bárbaras, según la suerte que a cada uno le cupo, y adaptándose en vestido, comida y demás género de vida a los usos y costumbres de cada país, dan muestras de un tenor de peculiar conducta, admirable, y, por confesión de todos, sorprendente. 5. Habitan sus propias patrias, pero como forasteros; toman parte en todo como ciudadanos y todo lo soportan como extranjeros; toda tierra extraña es para ellos patria, y toda patria, tierra extraña. 6. Se casan como todos; como todos engendran hijos, pero no exponen los que les nacen. 7. Ponen mesa común, pero no lecho. 8. Están en la carne, pero no viven según la carne. 9. Pasan el tiempo en la tierra, pero tienen su ciudadanía en el cielo. 10. Obedecen a las leyes establecidas; pero con su vida sobrepasan las leyes. 11. A todos aman y por todos son perseguidos. 12. Se los desconoce y se les condena. Se los mata y en ello se les da la vida. 13. Son pobres y enriquecen a muchos. Carecen de todo y abundan en todo. 14. Son deshonrados y en las mismas deshonras son glorificados. Se los maldice y se los declara justos. 15. Los vituperan y ellos bendicen. Se los injuria y ellos dan honra. 16. Hacen bien y se los castiga como malhechores; castigados de muerte, se alegran como si se les diera la vida. 17. Por los judíos se los combate como a extranjeros; por los griegos son perseguidos y, sin embargo, los mismos que los aborrecen no saben decir el motivo de su odio.
Los cristianos, alma del mundo
VI. Mas, para decirlo brevemente, lo que es el alma en el cuerpo, eso son los cristianos en el mundo. 2. El alma está esparcida por todos los miembros del cuerpo, y cristianos hay por todas las ciudades del mundo. 3. Habita el alma en el cuerpo, pero no procede del cuerpo; así los cristianos habitan en el mundo, pero no son del mundo. 4. El alma invisible está encerrada en la cárcel del cuerpo visible; así los cristianos son conocidos como quienes viven en el mundo, pero su religión sigue siendo invisible. 5. La carne aborrece y combate al alma, sin haber recibido agravio alguno de ella, porque no le deja gozar de los placeres; a los cristianos los aborrece el mundo, sin haber recibido agravio de ellos, porque renuncian a los placeres. 6. El alma ama a la carne y a los miembros que la aborrecen, y los cristianos aman también a los que los odian. 7. El alma está encerrada en el cuerpo, pero ella es la que mantiene unido al cuerpo; así los cristianos están detenidos en el mundo, como en una cárcel, pero son los que mantienen la trabazón del mundo. 8. El alma inmortal habita en una tienda mortal; así los cristianos viven de paso en moradas corruptibles, mientras esperan la incorrupción en los cielos. 9. El alma, maltratadas en comidas y bebidas, se mejora; lo mismo los cristianos, castigados de muerte cada día, se multiplican más y más. 10. Tal el puesto que Dios les señaló y no les es lícito desertar de él.
Origen divino del cristianismo
VII. Porque no es, como dije, invención humana ésta que a ellos fue transmitida, ni tuvieran por digno de ser tan cuidadosamente observado un pensamiento mortal, ni se les ha confiado la administración de misterios terrenos. 2. No, sino Aquel que es verdaderamente omnipotente, creador del universo y Dios invisible, Él mismo hizo bajar de los cielos Su verdad y Su Palabra santa e incomprensible y la aposentó en los hombres y sólidamente la asentó en sus corazones. Y eso, no mandándoles a los hombres, como alguien pudiera imaginar, alguno de sus servidores, o a un ángel, o príncipe alguno de los que gobiernan las cosas terrestres, o alguno de los que tienen encomendadas las administraciones de los cielos, sino al mismo Artífice y Creador del universo, Aquel por quien creó los cielos, por quien encerró al mar en sus propias lindes; Aquel cuyo misterio guarda fielmente todos los elementos; de cuya mano recibió el sol las medidas que ha de guardar en sus carreras del día; a quien obedece la luna cuando le manda lucir durante la noche; a quien obedecen también las estrellas que forman el séquito de la luna en su carrera; Aquel, en fin, por quien todo fue ordenado y definido y sometido: los cielos y cuanto en cielos se contiene; la tierra y cuanto en tierra existe; el mar y cuanto en el mar se encierra; el fuego, el aire, el abismo, lo que está en lo alto, lo que está en lo profundo, lo que está entremedio: ¡A éste les envió! 3. Pues ya, ¿acaso, como alguien pudiera pensar, le envió para ejercer una tiranía o infundirnos terror y espanto? 4. ¡De ninguna manera! Le envió en clemencia y mansedumbre, como un rey envió a su hijo-rey; como a Dios nos le envió, como hombre a los hombres le envió, para salvarnos le envió; para persuadir, para no violentar, pues en Dios no se da la violencia. 5. Le envió para llamar, no para castigar; le envió, en fin, para amar, no para juzgar. 6. Le mandará, sí, un día, como juez, y ¿quién resistirá entonces su presencia?
(“Las obras, empero, de nuestro Salvador estuvieron siempre a la vista de todos, puesto que eran verdaderas. Así los curados de sus enfermedades, los resucitados de entre los muertos, que no fueron vistos solamente en el momento de ser curados y resucitados, sino que continuaron en adelante a la vista de todo el mundo, y eso no sólo mientras el Salvador permaneció sobre la tierra, sino que sobrevivieron después de muerto Aquel, hasta el punto que algunos de ellos han alcanzado hasta nuestros días”. Fragmento de Cuadrato, Eusebio, Historia Eclesiástica, IV,3).
Los mártires, testigos de la divinidad del cristianismo
7. ¿No ves cómo son arrojados a las fieras, para obligarlos a renegar de su Señor, y no son vencidos? 8. ¿No ves cómo, cuanto más se los castiga de muerte, más se multiplican otros? 9. Eso no tiene visos de obra de hombre; eso pertenece al poder de Dios; eso son pruebas de su presencia.
La manifestación de Dios por la encarnación
VIII. Porque ¿quién, en absoluto, de entre los hombres, supo jamás qué cosa sea Dios antes de que Él mismo viniera? 2. ¿O es que vas a aceptar los vanos y estúpidos discursos de los filósofos, gente, por cierto, digna de toda fe? De los cuales unos afirmaron que Dios era fuego (¡a donde tienen ellos que ir, a eso llaman Dios!); otros, agua; otros, otro cualquiera de los elementos creados por el mismo Dios. 3. Y no hay duda que, si alguna de estas proposiciones fuera aceptable, de cada una de las demás criaturas pudiera, con la misma razón, afirmarse que es Dios. 4. Mas todo eso no pasa de monstruosidades y desvarío de hechiceros; 5, y lo cierto es que ningún hombre vio ni conoció a Dios, sino que fue Él mismo quien se manifestó. 6. Ahora bien, se manifestó por la fe, única a quien se le concede ver a Dios.
7. Y, en efecto, aquel Dios, que es Dueño soberano y Artífice del universo, el que creó todas las cosas y las distinguió según su orden, no sólo se mostró benigno con el hombre, sino también longánime. 8. A la verdad, Él siempre fue tal y lo sigue siendo y lo será, a saber: clemente y bueno y manso y veraz; es más: sólo Él es bueno. 9. Y habiendo concebido un grande e inefable designio, lo comunicó sólo con Su Hijo.
10. Ahora bien, en tanto mantenía en secreto y se guardaba su sabio consejo, parecía que no se cuidaba y que nada se le importaba de nosotros; 11, mas cuando nos lo reveló por medio de Su Hijo amado y nos manifestó lo que tenía aparejado desde el principio, todo nos lo dio juntamente; no sólo tener parte en su beneficio, sino ver y entender cosas cuales nadie de nosotros hubiera jamás esperado.
La economía divina
IX. Así, pues, cuando Dios lo tuvo todo dispuesto en Sí mismo juntamente con Su Hijo, hasta el tiempo próximamente pasado, nos permitió, a nuestro talante, que nos dejáramos llevar de nuestros desordenados impulsos, arrastrados por placeres y concupiscencias. Y no es en absoluto que Él se complaciera en nuestros pecados, sino que los soportaba. Ni es tampoco que Dios aprobara aquel tiempo de iniquidad, sino que estaba preparando el tiempo actual de justicia, a fin de que, convictos en aquel tiempo por nuestras propias obras de ser indignos de la vida, fuéramos hechos ahora dignos de ella por la clemencia de Dios; y habiendo hecho parte patente que por nuestras propias fuerzas era imposible que entráramos en el reino de Dios, se nos otorgue ahora el entrar por la virtud de Dios. 2. Y cuando nuestra maldad llegó a su colmo y se pudo totalmente de manifiesto que la sola paga de ella que podíamos esperar era castigo y muerte, venido que el momento que Dios tenía predeterminado para mostrarnos en adelante Su clemencia y poder (¡oh, benignidad y amor excesivo de Dios!), no nos aborreció, no nos arrojó de sí, no nos guardó resentimiento alguno; antes bien se nos mostró longánime, nos soportó; Él mismo, por pura misericordia, cargó sobre Sí nuestros pecados; Él mismo entregó a Su propio Hijo como rescate por nosotros; al santo por los pecadores, al Inocente por los malvados, al justo por los injustos, al Incorruptible por los corruptibles, al Inmortal por los mortales. 3. Porque ¿qué cosa podría cubrir nuestros pecados sino la justicia Suya? 4. ¿En quién otro podríamos ser justificados nosotros, inicuos e impíos, sino en el solo Hijo de Dios?
5. ¡Oh dulce trueque, oh obra insondable, oh beneficios inesperados! ¡Que la iniquidad de muchos quedara oculta en un solo Justo y la justicia de uno solo justificará a muchos inicuos! 6. Así, pues, habiéndonos Dios convencido en el tiempo pasado de la imposibilidad, por parte de nuestra naturaleza, para alcanzar la vida, y habiéndonos mostrado ahora al Salvador que puede salvar aun lo imposible, por ambos lados quiso que tuviéramos fe en Su bondad y le miráramos como a nuestro sustentador, Padre, maestro, consejero, médico, inteligencia, luz, honor, gloria, fuerza, vida, y no andemos preocupados por el vestido y la comida.
El amor, esencia de la nueva religión
X. Si deseas alcanzar tú también esa fe, trata, ante todo, de adquirir conocimiento del Padre. 2. Porque Dios amó a los hombres, por los cuales hizo el mundo, a los que sometió cuanto hay en la tierra, a los que concedió inteligencia y razón, a los solos que permitió mirar hacia arriba para contemplarle a Él, los que plasmó de Su propia imagen, a los que envió Su Hijo unigénito, a los que prometió Su reino en el cielo, que dará a los que le hubieren amado. 3. Ahora, que hayas conocido a Dios Padre, ¿de qué alegría piensas que serás colmado? ¿O cómo amarás a quien hasta el extremo te amó antes a ti? 4. Y en amándole que le ames, te convertirás en imitador de Su bondad. Y no te maravilles de que el hombre pueda venir a ser imitador de Dios. Queriéndolo Dios, el hombre puede. 5. Porque no está la felicidad en dominar tiránicamente nuestro prójimo, ni en querer estar por encima de los más débiles, ni en enriquecerse y violentar a los necesitados. No es ahí donde puede nadie imitar a Dios, sino que todo eso es ajeno a Su magnificencia. 6. El que toma sobre sí la carga de su prójimo; el que está pronto a hacer bien a su inferior en aquello justamente en que él es superior; el que, suministrando a los necesitados lo mismo que él recibió de Dios, se convierte en Dios de los que reciben de su mano, ese es el verdadero imitador de Dios.
7. Entonces, aun morando en la tierra, contemplarás a Dios cómo tiene Su imperio en el cielo; entonces empezarás a hablar los misterios de Dios; entonces amarás y admirarás a los que son castigados de muerte por no querer negar a Dios; entonces condenarás el engaño y extravío del mundo, cuando conozcas la verdadera vida del cielo cuando desprecies esta de aquí parece muerte, cuando temas la que es de verdad muerte, que está reservada para los condenados al fuego eterno, fuego que ha de atormentar hasta el fin a los que fueren arrojados a él. 8. Cuando conozcas este fuego, admirarás y tendrás por hadados a los que, por amor de la justicia, soportan este otro fuego de un momento.
Epílogo
XI. No hablo de cosas peregrinas ni voy a la búsqueda de lo absurdo, sino, discípulo que he sido de los apóstoles, me convierto en maestro de las naciones: yo no hago sino transmitir lo que me ha sido entregado a quienes se han hecho discípulos dignos de la verdad. 2. Porque ¿quién que haya sido rectamente enseñado y engendrado por el Verbo amable, no busca saber con claridad lo que fue con el mismo Verbo manifiestamente mostrado a Sus discípulos? A ellos se lo manifestó, a Su aparición, el Verbo, hablándoles con libertad. Incomprendido por los incrédulos, Él conversaba con los discípulos, los cuales, reconocidos por Él como fieles, conocieron los misterios del Padre. 3. Por eso justamente Dios envió al Verbo para que se manifestara al mundo; Verbo que, despreciado por el pueblo, predicado por los apóstoles, fue creído por los gentiles. 4. Él, que es desde el principio, que apareció nuevo y fue hallado viejo y que nace siempre nuevo en los corazones de los santos. 5. Él, que es siempre, que es hoy reconocido como Hijo, por quien la Iglesia se enriquece, y la gracia, desplegada, se multiplica en los santos; gracia que procura la inteligencia, manifiesta los misterios, anuncia los tiempos, se regocija en los creyentes, se reparte a los que buscan, a los que no infringen las reglas de la fe ni traspasan los límites de los padres. 6. Luego se canta el temor de la ley, se reconoce la gracia de los profetas, se asienta la fe en los Evangelios, se guarda la tradición de los apóstoles y la gracia de la Iglesia salta de júbilo. 7. Si no contristas esta gracia, conocerás lo que el Verbo habla por medio de quienes quiere y cuando quiere. 8. Y, en efecto, cuantas cosas fuimos movidos a explicaros con celo por voluntad del Verbo que nos las inspira o las comunicamos por amor de las mismas cosas que nos han sido reveladas.
XII. Si con empeño las atendiereis y escuchareis, sabréis qué de bienes procura Dios a quienes lealmente le aman, como que se convierten en un paraíso de deleites, produciendo en sí mismos un árbol fértil y frondoso, adornados ellos de toda variedad de frutos. 2. Porque en este lugar fue plantado el árbol de la ciencia y el árbol de la vida; pero no es la ciencia la que mata, sino la desobediencia mata. 3. En efecto, no sin misterio está escrito que Dios plantó en el principio el árbol de la ciencia y el árbol de la vida en medio del paraíso, dándonos a entender la vida por medio de la ciencia; mas por no haber usado de ella de manera pura los primeros hombres, quedaron desnudos por seducción de la serpiente. 4. Porque no hay vida sin ciencia, ni ciencia segura sin vida verdadera; de ahí que los dos árboles fueron plantados uno cerca de otro. 5. Comprendiendo el apóstol este sentido y reprendiendo la ciencia que se ejercita sin el mandamiento de la verdad en orden de la vida, dice: la ciencia hincha mas el amor edifica. 6. Porque el que piensa saber algo sin la ciencia verdadera y atestiguada por la vida, nada sabe, sino que es seducido por la serpiente por no haber amado la vida. Mas el que con temor ha alcanzado la ciencia y busca además la vida, ese planta en esperanza y aguarda el fruto. 7. Sea para ti la ciencia corazón; la vida, empero, el Verbo verdadero comprendido. 8. Si su árbol llevas y produces en abundancia su fruto, cosecharás siempre lo que ante Dios es deseable, fruto que la serpiente no toca y al que no se mezcla engaño; ni Eva es corrompida sino que es creída virgen; 9. La salvación es mostrada, y los apóstoles se vuelven sabios y la pascua del Señor se adelanta, y antorchas se reúnen, y con el mundo se desposa y, a la par que instruye a los santos, se regocija el Verbo, por quien el Padre es glorificado.
A Él sea la gloria por los siglos. Amén.
PADRES APOSTÓLICOS, Daniel Ruíz Bueno, BAC, Madrid, 1985, Págs.845-860
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