Edificando Filadelfia
  FILADELFIA
 


Capítulo VI

FILADELFIA


SINOPSIS DE FILADELFIA
La etapa final de la restauración de la Iglesia
Conclusión de lo iniciado en la Reforma - Precursores de la restauración: Los Hermanos Bohemios, el conde Nicolás Zinzendorf y los Moravos - Primeras reuniones en Plymouth, Dublín, Italia, Georgetown en amor fraternal.

Restaurando la unidad de la Iglesia
Dejando de ser episcopales, presbiterianos, wesleyanos, bautistas y otros, empezaron a restaurar la unidad del Cuerpo de Cristo, la unidad del Espíritu - Restaurando la iglesia normal bíblica con sus santos, obispos y diáconos - Los que empezaron a guardar la Palabra de Dios y a no negar el nombre del Señor por sustituirlo por otro.

Una promesa especial para Filadelfia

Los hermanos de Filadelfia, quienes hayan guardado la palabra de la paciencia del Señor, serán guardados de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, esto es, la gran tribulación.

Nombres destacados entre los Hermanos
Hermanos pioneros: Eduardo Cronin, Wilson, Timms, Hutchinson, Anthony Groves, Juan G. Bellet, Juan Nelson Darby, S. P. Tregelles, Andrés Jukes, W. Kelly, Carlos Mckintosh, C. Stanley y J. B. Stoney - También es relevante el hermano Benjamín Wills Newton.

Nombres destacados en el siglo XX
En China: Watchman Nee, Witness Lee, Stephen Kaung - En América: Geofredo Rawling, Jack Schisler, Keith Benson, Orwille Swindoll, Iván Baker, Juan Cralos Ortiz, Jorge Himitian, Ángel Negro, Augusto Ericson, Gerson C. Lima, Gino Iafrancesco, Eliseo Apablaza.

Los vencedores de Filadelfia
Sexta recompensa: Serán hechos columnas en el templo de Dios - Sobre ellos serán escritos los siguientes nombres: el de Dios, el nombre de la ciudad de Dios, la Nueva Jerusalén, y el nombre nuevo del Señor Jesucristo. Todo eso son recompensan que se recibirán en el reino milenial.


LA CARTA A FILADELFIA
7Escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia: Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre: 8Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre. 9He aquí, yo entrego de la sinagoga de Satanás a los que se dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten; he aquí, yo haré que vengan y se postren a tus pies, y reconozcan que yo te he amado. 10Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra. 11He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona. 12Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo. 13El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” (Ap. 3:7-13).

Amor fraternal
7Escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia: Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre”.
Como las otras localidades, Filadelfia también estaba ubicada en Asia Menor. La ciudad fue fundada por el rey persa Atalo Filadelfo II, rey de Pérgamo (reinó del 159 al 138 a. de C.), alrededor del año 150 a. C.; de ahí su nombre. Dice Matthew Henry: “Filadelfia fue fundada por Atalo II, rey de Pérgamo, cuya lealtad a su hermano Eumenes le ganó el epíteto de ‘Filadelfo’, que en griego significa ‘amigo del hermano’” (Matthew Henry. Op. cit., pág.: 362). La palabra Filadelfia viene del griego phileo, amar, y adelfos, hermano, y significa amor fraternal; y esta carta prefigura a la etapa histórica de la Iglesia, que se caracteriza precisamente por la comunión en amor y en el Espíritu entre los hermanos, y la restauración práctica de otros aspectos importantes en la vida de la Iglesia, como el sacerdocio de todos los creyentes, donde no hay divisiones entre clero y laicado, conforme los auténticos y verdaderos parámetros bíblicos. Con Esmirna, Filadelfia es una de las dos iglesias que el Señor no reprende, sino que para ambas el Señor tiene palabras de aprobación y alabanza. Al período de Filadelfia algunos exégetas lo llaman la era de la piedad.
Haciendo una síntesis del proceso de postración y restauración en la vida histórica de la Iglesia, transcribimos las acertadas palabras del hermano Raúl Marrero: “La historia nos dice que el Cuerpo de Cristo pasó por una seria cirugía, pero salió más fortalecido y más decidido que nunca. Como la estrategia sangrienta no dio resultado, los planes de hacer caer a la Iglesia cambiaron, y comenzó un período de grandeza y reconocimiento, tanto político como económico. La supuesta conversión del gran emperador romano Constantino puso la Iglesia en un estado de comodidad y apoltronamiento. Llegó un momento en que la Iglesia dejó de ser mensajera del camino angosto de la redención para convertirse en la religión popular de aquellos tiempos. La Iglesia dejó de ser itinerante, para convertirse en una fuerza político-religiosa. Fue durante estos siglos siguientes cuando la iglesia dejó de ser católica universal para convertirse en la Iglesia católica romana. El plan era hacerla engordar; hacerla famosa. Las glorias de las que disfruta la Iglesia romana después de tantos siglos, se las debe a aquellos años en los cuales la Iglesia se convirtió en un sistema religioso mundial. Dejó de ser la Iglesia que se reunía en callejones polvorientos, para reinar desde los palacios y caminar sobre alfombras costosas. Este aparente progreso se fue convirtiendo lentamente en un peligroso cáncer. Era como un cáncer interno; difícil de detectar. Nadie sabía que la Iglesia estaba bajo el ataque de un cáncer de popularidad y grandeza humana. Por muchos siglos, la Iglesia estuvo sentada sobre tronos y disfrutó de popularidad mundial. Pero todo era una plaga escondida que aquejó al Cuerpo de Cristo por más de mil doscientos años, hasta que llegó nuevamente el momento en que la Iglesia entró en otra etapa de sanidad interna. Los agentes que combaten a favor del cuerpo entraron en operación nuevamente. Llegó el momento de recuperación del Cuerpo de Cristo que se conoce bajo el nombre de Reforma” (Raúl Marrero. Cómo escapar del laberinto religioso sin dejar de ser fiel a Dios. Editorial Vida - 1998. Pág. 31). Todo se va preparando para que llegue Filadelfia, que es un despertar en la cristiandad para la definitiva restauración del Cuerpo de Cristo.
La iglesia primitiva recibió el depósito, la fe una vez dada a los santos; esa fe fue la semilla que se sembró (Mt. 13:3), y esa semilla empezó a germinar en la historia de la Iglesia. Primero brotaron las hojitas (la Trinidad, la divinidad de Cristo, Su humanidad, sus naturalezas, Su relación con el Padre), después fueron saliendo el tallo y las ramas (la obra de Cristo, la salvación, la expiación), después brotaron las espigas y el grano (la Iglesia, el Reino, los vencedores, el Cuerpo de Cristo). Vemos que el Señor ha ido avanzando para que la Iglesia vuelva a la Palabra, a la fe una vez dada a los santos, a la madurez. Con la Reforma apenas se comenzó a conocer la obra de Cristo. Si la Iglesia hubiera conocido la obra de Cristo antes de la Reforma, no hubieran llegado a comerciar con la salvación, vendiendo indulgencias, por ejemplo. Una vez que hubo claridad sobre la obra de Cristo, sobre la salvación como un regalo de Dios por la fe y la justificación por la fe, en la Reforma, fue cuando el Espíritu Santo empezó a dar claridad sobre la Iglesia en Filadelfia. Una vez entendida la Iglesia, qué es realmente la Iglesia, es como se puede entender el Reino, los vencedores, el Cuerpo de Cristo. El denominacionalismo de Sardis son las ramas de la planta, pero todavía no es la espiga con los granos.
Sí, en Sardis hemos visto comienzos de restauración, pero todo queda sin terminar; por lo cual la iglesia del amor fraternal es una reacción del Señor por el estado de muerte de la iglesia reformada o protestantismo degradado y el catolicismo apóstata, para que en la Iglesia del Señor se continúe la obra perfecta de Dios, algo que sobrepase lo realizado en la Reforma. A raíz de la Reforma, la restauración se inicia con la justificación por la fe; a ello y con el tiempo se siguió proclamando el evangelio de la gracia. Esta reacción habrá de continuar hasta la venida del Señor. Filadelfia es la Iglesia restaurada conforme los propósitos y la economía del Señor. Como Sardis (el protestantismo) sale de Tiatira (el sistema católico) sin que ésta deje de existir, así también Filadelfia sale de Sardis y ésta sigue existiendo hasta la venida del Señor. Aunque, como lo exponemos más adelante, ha habido anteriores movimientos precursores semejantes aun antes de la Reforma, sin embargo, se afianza el período de Filadelfia en Inglaterra y otros países del mundo a comienzos del siglo XIX, con un movimiento llamado de los Hermanos, en el cual se restaura la posición de los hijos de Dios, ya no con relación a una de las tantas organizaciones de factura humana, sino con relación a la verdadera comunión del verdadero Cuerpo de Cristo. Sin desconocer los preludios moravos, afirmamos que los albores de Filadelfia tuvieron también lugar en Inglaterra por considerarlo el país más influyente, pero casi que simultáneamente el Espíritu empezó a inquietar a diferentes hermanos de distintas denominaciones, incluso ministros ordenados, y se dieron reuniones de los hermanos en diferentes lugares como Plymouth, y Londres en Inglaterra, Dublín (Irlanda), Italia, Georgetown (Guayana Inglesa) y otros, en el lapso comprendido entre 1812 a 1818. Eso ocurría sin que tuvieran conocimiento y contacto entre los varios grupos durante la etapa inicial.
Así como de Babilonia regresa tan sólo un remanente del pueblo hebreo a restaurar el templo y la nación de Israel, asimismo hacia Filadelfia sale un pequeño remanente, que no alcanza la fama y el renombre de la Reforma, pues hay diferencia en los medios usados en la reacción de ambos movimientos. Estos hermanos se preocuparon por la degradación espiritual y las prácticas anti-bíblicas de las organizaciones cristianas. Filadelfia surge como un movimiento en contra del mero ceremonialismo y el formalismo del luteranismo y otras vertientes protestantes, bajo la vivencia espiritual de la piedad interna, la práctica del amor ágape y una realidad moral subjetiva y un testimonio verdadero por encima y por contraste de las vacías prácticas ceremoniales. En su despertar, Filadelfia es marcadamente neotestamentaria en forma integral, haciendo a un lado las alienantes y desviadoras tradiciones religiosas. En la restauración que Filadelfia despierta, los hermanos viven “solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz” (Ef. 4:3), porque con Lutero se había restaurado el evangelio pero no la unidad del pueblo de Dios como lo encontramos en el libro de los Hechos. Filadelfia pretende destruir las separaciones denominacionales entre los hijos de Dios, porque la Escritura nos enseña que el denominacionalismo es un error y una obra de la carne. Las denominaciones son organizaciones desconocidas en el Nuevo Testamento. Si la unidad de la Iglesia no se da por medio del Espíritu Santo, y es expresada en una iglesia por cada ciudad en el nombre del Señor Jesús, no hay unidad.
La Iglesia de Jesucristo había vivido muchos siglos de mentirosa orientación e hipocresía, y Él se presenta ahora como el Santo y el Verdadero, como una invitación a la iglesia en Filadelfia a caminar por el camino correcto de la santidad y la verdad, y la doctrina ortodoxa bíblica y apostólica; abriéndose paso la restauración de la Iglesia con la predicación de la Palabra de Dios y no por medio de la espada, como había ocurrido en el período de la Reforma. Sólo con Cristo la Iglesia puede ser santa; sólo con la unción y comunión del Señor, la Iglesia puede caminar por este mundo en perfecta separación del mundo, y andar en la verdad, es decir, ser la verdadera, en la fidelidad al Señor. No es posible alcanzar al Señor por caminos diferentes a lo planteado por la Palabra de Dios; los otros caminos son sucios, falsos, torcidos, inventados, hipócritas, envueltos en una religiosa apariencia de santidad y rectitud.
En Filadelfia la regeneración llegó a ser vida en los santos y no sólo doctrina dogmática, porque la ortodoxia exige la ortopraxia. Lo que aquí se expone no es novedoso, sino sencillamente lo que fue instaurado y enseñado en la Iglesia desde el principio, antes de que cayera sobre ella las corruptas corrientes innovadoras y perturbadoras, que estorban la legítima economía del Señor. La Palabra de Dios no ha caducado, ni ha perdido vigencia ninguno de sus principios normativos. La gracia de Dios que salva al hombre por Cristo sigue siendo un misterio insondable, y sigue siendo ese don inmerecido que debe ser recibido en humilde gratitud. La Iglesia sigue siendo el Cuerpo de Cristo, y para su edificación sobran las nuevas estrategias, los nuevos métodos, los nuevos planes y las nuevas organizaciones, todo lo cual se aparta del genuino método de Dios y del único y original plan del Señor. Esto lo dice el Santo, el Verdadero, el único que tiene el poder para orientarte correctamente en tu ministerio. En la Iglesia, el llamamiento al ministerio recae primeramente como una responsabilidad personal sobre los llamados, que los obliga a tomar decisiones de tipo personal, para lo cual poco serviría el consejo ni la orientación de quien no conozca el llamamiento; aquí sólo sirve la orientación del Señor, sin negar por ello la colegialidad del ministerio.
También a Filadelfia se presenta el Señor como el que tiene la llave de David, lo cual representa la autoridad del Señor para abrir y cerrar, y con esa llave cuida a la iglesia recobrada. La llave de David representa el dominio de Dios sobre todo Su universo, ese señorío que Dios le otorgó a Adán, pero que éste perdió con la caída; mas todo fue restaurado con Cristo, el verdadero David, que como Su ancestro, libró la batalla por el establecimiento del reino de Dios y por la construcción del templo, la Iglesia. Había una puerta cerrada, una gran dificultad para que se llevara a la práctica esa vida en el Espíritu y el trabajo en la reconstrucción de la casa de Dios, pero se presenta el Señor con la llave, y le dice que al abrir Él nadie podría cerrar. Tanto la iglesia apóstata como la reformada habían llegado a cierto grado de ruina espiritual, que no les preocupaba sino lo material, las ventajas y ganancias terrenales, que se compara con cierta situación del pueblo hebreo en tiempos de Isaías, época próxima al eventual cautiverio a Asiria del reino del norte. Sebna, cuyo significado es vigor juvenil, a la sazón mayordomo y tesorero de la casa de Dios, no atendiendo las advertencias de Dios sobre el inminente exilio, seguro de su estabilidad en su alto cargo religioso, manda a excavar un sepulcro para sí mismo, por lo cual la Palabra de Dios dice:
12Por tanto, el Señor, Jehová de los ejércitos, llamó a este día a llanto y a endechas, a raparse el cabello y a vestir cilicio; 13y he aquí gozo y alegría, matando vacas y degollando ovejas, comiendo carne y bebiendo vino, diciendo: Comamos y bebamos, porque mañana moriremos. 14Esto fue revelado a mis oídos de parte de Jehová de los ejércitos: Que este pecado no os será perdonado hasta que muráis, dice el Señor, Jehová de los ejércitos. 15Jehová de los ejércitos dice así: Vé, entra a este tesorero, a Sebna el mayordomo, y dile: 16¿Qué tienes tú, o a quién tienes aquí, que labraste aquí sepulcro para ti, como el que en lugar alto labra su sepultura, o el que esculpe para sí morada en una peña? 17He aquí que Jehová te transportará en duro cautiverio, y de cierto te cubrirá el rostro. 18Te echará a rodar en ímpetu, como a bola por tierra extensa; allá morirás, y allá estarán los carros de tu gloria, oh vergüenza de la casa de tu señor. 19Y te arrojaré de tu lugar, y de tu puesto te empujaré. 20En aquel día llamaré a mi siervo Eliaquim hijo de Hilcías, 21y lo vestiré de tus vestiduras, y lo ceñiré de tu talabarte, y entregaré en sus manos tu potestad; y será padre al morador de Jerusalén, y a la casa de Judá. 22Y pondré la llave de la casa de David sobre su hombro; y abrirá, y nadie cerrará; cerrará, y nadie abrirá. 23Y lo hincaré como clavo en lugar firme; y será por asiento de honra a la casa de su padre. 24Colgarán de él toda la honra de la casa de su padre, los hijos y los nietos, todos los vasos menores, desde las tazas hasta toda clase de jarros” (Is. 22:12-24).
Eliaquim significa: Dios restaurará, o Dios establecerá; es un prototipo de Cristo, y líder del remanente que seguía creyendo y obedeciendo a Dios, contrastando así con los que como el mundano Sebna, hacían alianzas con el mundo idólatra. Por eso recibió la llave de David; es decir, la llave de la casa de Dios, de las riquezas del Señor, a fin de que las suministrara a todos los necesitados. El Señor le hizo responsable de los tesoros de Su casa. El Señor, en Cristo y por Su Espíritu, le entrega a Filadelfia las llaves de Su Casa, para que administre todos los tesoros que están siendo restaurados en Su Iglesia.
Debemos tener presente también que en Asia Menor se practicaba mucho el culto a Janos, el dios que abre y cierra. Janos era el dios pagano de las puertas y las bisagras, el de las llaves babilónicas que dice tener el papa romano, y era también llamado el dios de los principios, de ahí que enero (en inglés january) sea el principio del año, primer mes; por eso Janos era conocido como el dios que abre y cierra, o sea, el portero, y pensamos que de alguna manera se relaciona este culto con las palabras del Señor Jesús a la iglesia de la localidad de Filadelfia, cuando les dice: "7Escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia: Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre: 8Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre" (Ap. 3:7-8). El dios pagano Jano era un dios falso; Jesús es el Dios verdadero que abre y cierra. Cristo es el centro neurálgico de la economía y de los propósitos de Dios.

Una puerta abierta
8Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre”.
Las obras de Filadelfia eran encomiadas por el Señor, pues ese pequeño grupo, un remanente reducido en número como aquel que se inició en 1828, no tenía otra ambición que servirle al Señor, conocerle, tener comunión con Él, estudiar y poner en práctica la Palabra del Señor. El Señor levantó algunos hermanos en Inglaterra para que comenzaran a vivir la práctica de la Iglesia restaurada, la adecuada vida del Cuerpo, fuera de toda denominación y sistema divisivo, restaurando asimismo el amor entre los hermanos, la comunión en el Espíritu en su posición original. Además se fueron restaurando muchas verdades bíblicas, como: la verdadera naturaleza de la Iglesia del Señor, el ministerio del Espíritu Santo en relación con el individuo y el Cuerpo de Cristo, la posición del creyente en Cristo, la suficiencia del nombre de Cristo, el sacerdocio de todos los creyentes, el rapto de la Iglesia, la segunda venida del Señor Jesucristo y su reino milenario en la tierra, la unidad del Cuerpo de Cristo. Recuérdese que a medida que la Iglesia se establecía en el mundo para poner su morada en él, se fue perdiendo en los cristianos la visión del regreso del Señor Jesús; enseñanza que le había dado fuerza y ánimo a los primeros cristianos. Todo fue cambiando, hasta que llegó el momento en que muchos de los llamados “padres de la Iglesia”, interpretaron las profecías apocalípticas como ya cumplidas en la vigencia del Imperio Romano.
Muchas de estas verdades restauradas en Filadelfia se empezaron a predicar desde los púlpitos evangélicos, aunque no todas, porque Filadelfia ha vuelto a la Palabra de Dios y ha sido fiel a ella, y de Filadelfia han aprendido nuestros hermanos de Sardis, pero infortunadamente esas enseñanzas han sido en parte mal usadas. Por ejemplo, el sacerdocio de todos los santos ha sido aceptado a medias por el protestantismo. El funcionamiento de un clero ordenado dentro de la congregación, tiene el nefasto efecto de apagar el control que el Espíritu Santo ejerce sobre las actividades sacerdotales de los miembros del Cuerpo. Los hermanos pioneros en la restauración de los principios bíblicos, quienes han adoptado una posición definida en la vertiente bíblica por convicción y no por conveniencia, los que han sufrido una fuerte y hasta violenta oposición, aprecian mucho esas verdades y no abandonan esa posición, porque el precio ha sido muy alto.
El Señor tiene la llave de Su casa, y por eso ha abierto una puerta a la iglesia restaurada, la cual nadie puede cerrar. El organizacionalismo sectario que se ha apoderado de la gran parte de la cristiandad, ha tratado de cerrarla, de oponerse a la restauración de la Iglesia de Jesucristo, pero es una puerta que se va abriendo más para que más hermanos entren por ella, pues solamente el Señor, que es Cabeza de la Iglesia, tiene la llave; no hay más llaves. Las iglesias orientales actuales son una mezcla del cristianismo primitivo y del paganismo griego y oriental; el catolicismo romano es una mixtura del cristianismo primitivo grecorromano y germano-sajón, del paganismo y del judaísmo; el protestantismo trató de restaurar el cristianismo primitivo, pero se quedó a medias, ante lo cual el Señor reaccionó restaurando Su Iglesia por encima de los límites del protestantismo.
Porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre” (v.8b).
El Señor encomia a la iglesia restaurada y le dice que ha guardado Su Palabra aunque tiene poca fuerza. Aquí se refiere a la fuerza física y humana, no a la fuerza espiritual, de lo cual es rico. Filadelfia tiene poca fuerza, pero es mejor esa poca fuerza cuando se tiene el pleno respaldo del Señor, que gozar de una buena reputación no merecida, como en el caso de Sardis. La iglesia comenzó a ser restaurada por un pequeño remanente; aunque careciendo de los grandes medios económicos y relaciones políticas de la cristiandad organizada; no hace parte de los fuertes de este mundo; al contrario, sufre la oposición de organizaciones reformadas, de donde ha salido. Se puede pensar que al Señor le agrada cuando hacemos muchas cosas por Él; pero eso es discutible. A veces se obra para satisfacer la vanidad egoísta. No es necesario intentar ser fuerte; ni el Señor quiere que seamos fuertes. El débil (David) venció al fuerte, al gigante (Goliat). Al Señor le interesa que seamos fieles en lo poco, que trabajemos con lo que hemos recibido de Él, no de otro. “9Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. 10Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Co.12:9-10).
Las organizaciones poderosas pueden menospreciar los comienzos modestos de la restauración de la Iglesia, cuando ha llegado el momento de reconstruir el templo del Señor, el verdadero testimonio de la iglesia en esta tierra. Pero sucede exactamente igual a lo ocurrido al pueblo judío después de setenta años de cautiverio en Babilonia. De ellos iban regresando a la Tierra Santa pequeños grupos en tiempos de Zorobabel y Josué, Esdras y Nehemías. No regresaron con muchas riquezas materiales, pero sí llenos de la necesaria confianza en Dios para emprender la reconstrucción de la nación, la ciudad y el templo. Hubo mucha oposición por parte de los que estaban allí organizados, como Sambalat, Tobías y Gasmut, porque no tenían la debida relación con Dios y no había legitimidad en sus raíces. El Señor estaba viendo todo eso, y dispuso allí del ministerio de los profetas Hageo y Zacarías para alentar al pueblo para que continuara la obra de restauración, y Dios habló por medio de Zacarías a Zorobabel, diciéndole: “6No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos. 9Las manos de Zorobabel echarán el cimiento de esta casa, y sus manos la acabarán; y conocerás que Jehová de los ejércitos me envió a vosotros. 10Porque los que menospreciaron el día de las pequeñeces se alegrarán, y verán la plomada en la mano de Zorobabel” (Zac. 4:6,9-10). Con Filadelfia está ocurriendo eso. Los pequeños grupos, mas no reducidos a meras personerías jurídicas, que integran las incipientes iglesias en las localidades, pero que se ajustan a la Palabra de Dios, son menospreciados. Pero ahí está esa puerta abierta, y nadie la podrá cerrar.
La iglesia restaurada sirve al Señor guardando Su Palabra. Las reglas de conducta de la Iglesia, como todo lo que tenga que ver con ella, son las que están establecidas en la Palabra de Dios, porque por medio de ella, Él se expresa. La principal causa de que siglos antes de que muchas organizaciones hubiesen apostatado, fue porque se desviaron de la Palabra del Señor. Sardis en la Reforma, hasta cierto punto restauró la Palabra de Dios, pero negó Su nombre. Filadelfia se ha sostenido en la línea de la restauración, regresando enteramente a la Palabra, y por eso no ha negado el nombre del Señor; la iglesia restaurada abandonó esos nombres diferentes al del Señor Jesucristo. Se ha puesto de moda en el protestantismo que un cristiano no se contente con ser solamente cristiano; es necesario que sea wesleyano, bautista, pentecostal, carismático, luterano, presbiteriano, anglicano, copto, metodista, asambleísta y mil etcéteras más, y no pueden concebir que un cristiano no esté bajo la cobertura de una organización dotada de un nombre y de una personería jurídica. Si al que pregunta se le responde a secas que se es un cristiano, eso no le basta. Parece que no aceptaran ni concibieran que puedan existir cristianos sin que pertenezcan a una denominación determinada. Todos estos nombres están dividiendo a los hijos de Dios. Como dice Watchman Nee: “Los dos milenios de la historia de la Iglesia son un triste registro de las invenciones humanas para destruir la unidad de la Iglesia” (La Iglesia Normal, Watchman Nee, Tipográfica Indígena, Cuernavaca, Morelia, México, 1964, pág. 93).
La única separación que necesitamos es del mundo, cuando sólo nos interesa llevar el nombre del Señor Jesús. Cuando la Iglesia, la desposada con Cristo, toma otro nombre, fornica espiritualmente, “porque os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo” (2 Co. 11:2). La iglesia restaurada guarda la Palabra del Señor, y guardándola y entendiéndola, en medio de ellos no hay credo, ni doctrina, ni tradición, ni opiniones de los hombres, ni enseñanza diferente de la Palabra de Dios. A veces puede darse el caso de entenderse muchas doctrinas o aceptar un credo particular, sin que necesariamente se conozca la Biblia. Se suele tratar de encuadrar, simplificar y limitar la Biblia reduciéndola a un credo. ¿Por qué se dan estas cosas? Porque la Biblia la entiende el que tenga la vida de Dios, y un credo lo entiende cualquiera sin mucha complicación.
En virtud de que a nada de lo comenzado en la Reforma se le ha dado feliz cumplimiento, por esa razón la iglesia de Filadelfia es la encargada de acabar la obra de restauración total de la Casa de Dios. Filadelfia no ha negado el nombre del Señor. No negar el nombre del Señor, entraña también no negar Su persona, confesándolo con valor y afrontando cualquier riesgo. Los sistemas denominacionales de Sardis han sustituido el nombre del Señor por otros nombres de fabricación humana. La Iglesia de Filadelfia no excluye a los hermanos denominacionales; tiene comunión con ellos, con los santos, porque es inclusiva, pero no participa del sistema que niega el nombre del Señor. Se puede hacer parte del sistema denominacional y mediante el Espíritu y la Palabra del Señor recibir claridad sobre lo que no es legítimo, sobre lo que no está de acuerdo con la Palabra, sobre lo que no debe permanecer, ni aprobarse ni respaldarse, y se empieza a sentir el deseo de no seguir participando en muchas de esas cosas. Se tiene por bendición el que ingrese mucha gente a nuestro círculo cristiano, pero no es eso lo apropiado cuando el camino no es estrecho.  La puerta abierta que el Señor ha puesto delante de la Iglesia, nadie la puede cerrar, y de hecho han intentado cerrarla pero no lo han podido, porque quien tiene las llaves es el Señor Jesús.
La Iglesia tuvo su nacimiento e inició su crecimiento y desarrollo con un mínimo de forma institucional y credal, si es que se puede asegurar que algo de eso había en su estructura, salvo alguna dosis de procedimientos heredados en sus albores en mayor porcentaje del judaísmo, pues más que formas fijas de organización y culto externo, lo fundamental en la Iglesia del Señor desde aquel primer día de Pentecostés, lo que en realidad la hacía atractiva, su verdadera riqueza, era y sigue siendo el Señor Jesucristo encarnado, crucificado, resucitado, glorificado y manifestado en Su Iglesia por Su Santo Espíritu. Los demás aspectos han sido colocados en un lugar secundario en el curso de la verdadera construcción del templo de Dios. En la práctica la Iglesia universal de Jesucristo es espiritual, es un organismo vivo y no meramente una multiplicidad de sistemas organizacionales.
La Iglesia es expresada por las iglesias locales, las cuales, por tener los ancianos y diáconos, están organizadas. Si se asocia la palabra “iglesia” (ekklesia) con el edificio o lugar de reunión, o con una institución, nos desviamos de la verdad escritural. Es necesario empezar a asociar el término iglesia con la comunión de los santos, con la realidad del pueblo de Dios en Cristo por el Espíritu, del Cuerpo del Señor Jesús. El término griego ekklesia viene de la preposición ek, que significa fuera y klesis que significa una llamada, de manera que los santos son los llamados fuera de, lo cual no se relaciona para nada con los edificios o las organizaciones eclesiásticas. “Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular” (1 Co. 12:27). “22Y sometió todas las cosas bajo sus pies, y los dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, 23la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo” (Ef. 1:22,23). Las instituciones son de factura humana y no están implícitas en la economía divina, por mucho que se les pretenda defender. Se puede hacer parte de la asamblea institucional sin que necesariamente se haga parte de la Iglesia de Jesucristo, y esto debe saberlo cualquiera que medianamente estudie la Escritura. El error de la denominación consiste en que no son todos los que están, ni están todos los que son. Bíblicamente debemos asociar el termino iglesia primeramente con la asamblea inclusiva de los creyentes regenerados en la localidad, y luego con la de todos en todo el universo, lo cual lleva implícito, o está conectado con la unidad en Cristo y la comunión en el Espíritu.
La Iglesia tiene su Cabeza que es Cristo, tiene su jurisdicción que es la localidad o ciudad, incluye todos los hijos de Dios de una ciudad sin excluir a ninguno por razones sectarias, de posición social o económica, de razas, de énfasis doctrinarios; así también tiene la Iglesia su contenido bíblico, su servicio propio, la disciplina legítima y bíblica, el gobierno, la comunión, la unidad, las finanzas, las reuniones, las relaciones; todo esto lo tiene la Iglesia en un marco bíblico y normal, como está en el plano de Dios, como está en la Biblia, sin los farisaicos aditamentos estatutarios. La Iglesia de Jesucristo no funciona porque la autoridad civil le otorgue personería jurídica. Personalmente me enteré de cierta congregación cristiana que, para tramitar lo de la personería jurídica y tener unos estatutos o reglamento interno, encargó su redacción a un abogado sin conversión, en los cuales no aparecía el nombre de Dios ni de Su Cristo. Y me consta que se regían por ese documento para dirimir muchos de sus asuntos.

Precursores de la restauración

Ante la tragedia de la Guerra de los Treinta Años surgieron algunas corrientes de avivamientos emanados de pequeñas fuentes como la de los Hermanos Bohemios o Unitas Frátum, que habían sufrido mucho durante la guerra. Las corrientes protestantes establecidas oficialmente en muchas partes de Europa, en el siglo XVIII habían caído en un letargo espiritual, debido en parte a una ola de racionalismo asociado con el deísmo, y también al enfriamiento del avivamiento inicial. En esas circunstancias, en 1722 un grupo de hermanos que había seguido los principios de vida espiritual practicados y enseñados por Juan Huss, emigraron de Moravia (al sur de la república Checa, norte de Austria y oriente de Eslovaquia) y Bohemia, a Sajonia, conducidos por Cristiano David. El conde Nicolás Luis Zinzendorf (1700-1760) los acogió amorosamente en su feudo, pues habiendo recibido su educación en la escuela teológica de la Universidad de Halle, estuvo bajo la influencia del piadoso Augusto Hermann Franke (1663-1727), prominente en el movimiento pietista. De principios luteranos, Zinzendorf cursó estudios de derecho en Wittenberg, llegando a ser un viajero infatigable; se distinguía por su sensibilidad, capacidad y una imaginación comprensiva universal; pero lo que más llama la atención es que desde su juventud se despertó en él una inconformidad frente a la situación espiritual en que había caído la moribunda iglesia oficial. El pietismo en este joven noble tomó la forma de una ardiente devoción al Señor Jesús. Para acoger a los hermanos, Zinzendorf destinó su propiedad en Berthelsdorf, en Lusace, a unos treinta kilómetros de Dresden, para crear el llamado “feudo de Dios”.
En medio de todo eso, allí los Hermanos Moravos empezaron algo diferente, algo así como una célula viva ya no de una organización más, sino de la expresión corporal de la Iglesia de Jesucristo; y se ocuparon de derribar los árboles de los bosques circundantes, drenaron algunos terrenos pantanosos, y edificaron una ciudad comunitaria cristiana, Hernhut (“Sombrero o sombra del Señor”), que se convirtió con el tiempo no sólo en un gran centro industrial, sino también de vida espiritual y corporativa, cuyas ganancias comunitarias eran reservadas enteramente para la obra misionera. Seiscientos cristianos comunitarios producían no sólo para sí mismos, sino para mantener hasta mil misioneros en todo el mundo.
El conde Zinzendorf se estableció en Hernhut y la tuvo por centro y sede de sus actividades misioneras y para promover la vida espiritual con los hermanos, pues tuvo el anhelo de esparcir la fe cristiana a través de muchas partes del mundo, y en aquel grupo de hermanos refugiados y perseguidos, él vio una oportunidad que el Señor le daba de realizar sus deseos, identificándose con ellos. Allí construyeron casas para los santos pobres y fundaron un seminario teológico para educar a los misioneros que habrían de llevar las buenas nuevas a lejanas tierras, y cuando llegaban a la ancianidad, regresaban a ese su hogar a pasar el resto de sus días. A fines del siglo XIX continuaba allí la vida tranquila y feliz, como la meca de los Hermanos Moravos, quienes, además de la herencia de Huss, se relacionaban con el pietismo y con la Unitas Frátum, y se distinguían por su integridad moral y su vida espiritual inclinada hacia el pietismo. En cierta forma se asemejaban mucho a los puritanos ingleses del siglo XVII, cuidándose siempre de conformarse lo más posible a los principios bíblicos de vida corporativa como iglesia. Como es de suponer, esto generó fuertes protestas por parte de los círculos eclesiásticos oficiales alemanes, consiguiendo que el conde fuese desterrado.
En 1732 los misioneros moravos llegaron a territorio de Groenlandia bajo el liderazgo de Hans Egede; a Norte América en 1733, y un poco después de 1750 extendieron sus operaciones hasta el Labrador. Inauguraron una colonia que tenía su centro en Bethlehem (Pennsylvania). Allí su principal dirigente era Spangenburg, pero fueron visitados por Zinzendorf. Es curioso registrar que el dirigente cuáquero, Guillermo Penn, fundó a Pennsylvania como un “santo experimento” con Philadelfia, la Ciudad del Amor Fraternal, como su capital, operando bajo una forma de gobierno que buscaba colocar los cimientos de una sociedad construida sobre principios cristianos y gobernada por ideales cristianos. También se registra que en 1732, por la iniciativa de Zinzendorf, los moravos empezaron unas misiones entre los negros de las Indias Occidentales Danesas, y en 1735 en las colonias holandesas de la costa norte de América del Sur.
Al morir el conde en 1760, la labor apostólica de un equipo de 220 misioneros repartidos en 24 países, se reflejaba en unos 30.000 creyentes que constituyeron la avanzada del futuro trabajo de restauración de la Iglesia del Señor en nuestros tiempos. Juan Wesley estableció contacto con los Hermanos Moravos, lo cual le produjo una experiencia significativa, haciendo de él el promotor de un gran despertamiento evangélico y el iniciador del Metodismo.

La moderna historia de José
9He aquí, yo entrego de la sinagoga de Satanás a los que se dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten; he aquí, yo haré que vengan y se postren a tus pies, y reconozcan que yo te he amado”.
La palabra judío se deriva de Judá, la que a su vez en hebrero es yadáh, que significa alabar a Yahveh, entonces etimológicamente los judíos son aquellos que alaban a Dios, y esa es la connotación profética en el presente versículo. La iglesia histórica de Filadelfia estaba compuesta en su mayoría por judíos, y, además, principalmente por esa causa, fue perseguida también por la sinagoga de los judíos que no se habían convertido, y calificaban a los hermanos de apóstatas, de traidores de su pueblo, de herejes, de sectarios, de que se habían alejado de Dios y del cumplimiento de la ley, y por eso ellos, los de la sinagoga, recalcaban que eran auténticos judíos, pero el Señor mismo revela su falsedad, diciendo que definitivamente no eran verdaderos judíos, sino mentirosos que no reverenciaban a Dios. ¿Qué significado puede tener todo esto para el momento actual? Ya lo explicamos en el capítulo segundo cuando estudiamos la carta a Esmirna y las connotaciones de la palabra judío. Ahora se trata de las instituciones eclesiásticas que pretenden poseer la legítima sucesión establecida por Dios. En cierta manera el cristianismo se desprende del judaísmo, pues allí hay raíces, así como la iglesia restaurada se desprende de la iglesia reformada.

Características judaizantes
Así como el judaísmo se opuso al cristianismo, así también el oficialismo organizado y pretencioso se opone al remanente restaurador; entonces aquí en la carta se da a entender que muchos se aferrarían a características judaizantes, de las que Filadelfia se desprendió del todo, a saber: Un sacerdocio intermediario, las ordenanzas legalistas o códigos escritos a la manera del Talmud, el templo físico y el énfasis en las promesas meramente temporales o terrenales, con su teología de la prosperidad implícita. A continuación analizamos estos cuatro puntos.

El sacerdocio intermediario
En principio, Lutero defendía el sacerdocio de todos los creyentes, pero no fue restaurado en la práctica; Lutero insistía en la necesidad de un ministerio especializado. La práctica del sacerdocio intermediario ha resultado en que por medio del sistema clerical los religiosos han subyugado y sojuzgado no sólo personas sino también pueblos y naciones, y ese nicolaísmo sigue en vigencia. El liderazgo humano aleja a la Iglesia del liderazgo divino y de la protección del Señor. El Señor ordenó que la Iglesia fuese una hermandad igualitaria. “Pero vosotros no queráis que os llamen rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos” (Mt. 23:8). La clase mediadora se desarrolló en el catolicismo romano mediante los sacerdotes llamados padres, en las iglesias estatales como la Anglicana, con el sistema clerical, y en las iglesias protestantes independientes, con el sistema pastoral; contrariando así lo establecido en las Escrituras, donde las iglesias que organizaban los apóstoles quedaban bajo la administración de un cuerpo o grupo de ancianos u obispos, y diáconos. Entre los ancianos u obispos se ejercían los distintos ministerios.
Si la inmoralidad del nicolaísmo llegó a profundidades insospechadas en el catolicismo romano, por el lado protestante, por ejemplo en Alemania, fue acusada la tendencia a la creación de dinastías pastorales, que se asociaba con la transmisión de los cargos e ideologías eclesiásticas de padres a hijos, contribuyendo a fosilizar el desarrollo espiritual del protestantismo.

El código escrito
Cuando se renuncia a vivir en el Espíritu y en la perfecta comunión del Cuerpo, se invalida la Escritura con estatutos y códigos escritos, porque chocan con los principios mismos de la Palabra de Dios, pues enseñan como doctrinas, mandamientos de hombres (cfr. Mateo 15:9b), lo cual distancia a la Iglesia de su verdadera Cabeza y de la auténtica estructura que su legítima Fuente ha delineado para Su Cuerpo. Los códigos escritos invierten el orden de Dios para Su Iglesia,”por cuanto no le buscamos según su ordenanza” (1 Cr. 15:13b). En un sistema apóstata, las opiniones de los hombres tienen más valor que la Palabra de Dios. Por medio de estatutos de factura humana se estructuran organizaciones y se reglamentan las membresías, pero constituyen prácticas diferentes al verdadero bautismo en el Cuerpo de Cristo e ingreso a la Iglesia del Señor. Es el Espíritu de Cristo mismo el que verdaderamente incorpora a Su Cuerpo a todos los regenerados. El aliento de vida de las iglesias locales no es por cierto la personería jurídica, sino el Señor mismo. La vida de la Iglesia la cohesiona el agua viva del Espíritu Santo en la comunión del amor del Padre, el agua de la Palabra y el bautismo, por la sangre redentora de Cristo. Las disposiciones necias separan y dividen a la familia de Dios; y las sectas y los partidos religiosos lastiman y desfiguran el Cuerpo de Cristo.

El templo físico
En su afán de suplantación del plan divino verdadero, el sistema babilónico y sus herederos naturales, continúan fascinados por la construcción de templos físicos. Ya hacía siglos que el templo judío jerosolimitano había sido destruido por el imperio, pero la iglesia en Pérgamo en su connubio heredó de la religión pagana la construcción de grandes templos materiales, práctica que se desarrolló principalmente con Tiatira; desdichadamente la iglesia reformada (Sardis) lo heredó de Tiatira hasta hoy; pero bíblicamente esos templos no son la casa de Dios, como necesariamente tampoco lo son las organizaciones eclesiásticas que suelen construirlos. Recuérdese que el protestantismo se cuenta entre los altamente estructurados sistemas religiosos actuales. La casa de Dios es Su Iglesia, la redimida por la sangre vertida por Jesús en la cruz. En el protestantismo, al igual que en el catolicismo romano, suele dársele más importancia a los templos materiales que al verdadero templo que Dios está construyendo para Su morada. Al respecto dice el hermano Nee: “Por favor recuerden, el catolicismo es la iglesia en cautiverio en Babilonia. Muchos lectores de la Biblia admiten esto. Como los hijos de Israel fueron llevados cautivos a Babilonia, la Iglesia también fue llevada cautiva a Babilonia. El protestantismo regresó de Babilonia, pero no edificó el templo. A pesar de que muchos regresaron de Babilonia, el templo no estaba en pie. Hoy en día usted y yo debemos ser aquéllos que en la historia de la Iglesia se levanten a edificar el templo” (Los Asuntos de la Iglesia, Watchman Nee. Living Stream Ministry, 1991, pág. 95). De manera que el Señor tiene una apropiada economía de Su Casa, muy diferente a la estructurada por los hombres y el mercado religioso. “10Tú, hijo de hombre, muestra a la casa de Israel esta casa, (según el diseño de Dios) y avergüencense de sus pecados; y midan el diseño de ella. 11Y si se avergonzaren de todo lo que han hecho, hazles entender el diseño de la casa, su disposición, sus salidas y sus entradas, y todas sus formas, y todas sus descripciones, y todas sus configuraciones, y todas sus leyes; y descríbelo delante de sus ojos, para que guarden toda su forma y todas sus reglas, y las pongan por obra” (Ez. 43:10-11). En el pueblo hebreo Dios estableció un solo lugar de adoración, el templo de Jerusalén, y no miles de sinagogas judías; hoy en Su Iglesia, el Señor no quiere que haya miles de sinagogas y centros de adoración, sino la unidad de Su pueblo en cada localidad, conforme el ejemplo y la economía bíblica.

Las promesas terrenales
La Iglesia de Jesucristo es un Cuerpo de carácter celestial objeto de bendiciones espirituales en los lugares celestiales en Cristo (cfr. Efesios 1:3b), extranjera y peregrina en esta tierra. “Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma” (1 Pe. 2:11).  “Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece” (Juan 15:19). La iglesia reformada descuidó su carácter de peregrina, pero habiendo restaurado la lectura de la Biblia, tomó para sí las promesas terrenales hechas en la Palabra de Dios a Israel, un pueblo terrenal, y doctrinalmente se enseñan como bendiciones de Dios para sus hijos, de manera que se puede pensar que los hermanos pobres, no son objeto de esta clase de bendiciones debido a su pecado o porque por alguna extraña razón son discriminados, o no tienen la suficiente fe para cristalizarlas, o porque no han perfeccionado el método de la visualización. No contento con haber salido de la mundana Tiatira, el protestantismo ha dado la bienvenida a una ola de la llamada psicología o teología de la prosperidad, la cual viene envuelta de un tufillo de metafísica, autoestima, visualización o magia blanca “cristianizada”. El mensaje de la cruz se opone al de la prosperidad terrenal; son incompatibles. “Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame” (Mt. 16:24).
La iglesia restaurada se ha librado de estas cuatro cosas, pues en ella se vive el sacerdocio de todos los santos, el guardar la Palabra del Señor como único código normativo, la vida del Cuerpo como verdadero templo de Dios y las bendiciones espirituales en los lugares celestiales en Cristo. La cobertura que necesitamos para nuestro ministerio es la verdadera comunión espiritual y en el amor del Cuerpo. La Palabra de Dios a la vez que proclama el sacerdocio de todos los creyentes, afirma que el Señor provee unos oficios o ministerios, que se relacionan con la enseñanza, la predicación, la supervisión, la administración, el mantener el orden, el servicio, la economía y la extensión de la Iglesia, sin que esto se confunda con la creación de jerarquías en la misma. Ministerio es servicio.
Dios quiso hacer de la Iglesia el Cuerpo de Su Hijo, y en Él participamos de Su condición de sacerdote, profeta y rey. Filadelfia, al expresar la Iglesia del Nuevo Testamento, en materia teológica no tiene una doctrina particular aparte de la Biblia, pues busca la legítima estructura teológica donde se debe buscar, en la Biblia misma.
Además de lo anterior, el Señor dice que Él hará que los modernos pretenciosos, que menosprecian a los santos en la posición de Filadelfia, y han aborrecido y perseguido al remanente de restauración, vengan y se postren a los pies de los hermanos de Filadelfia, cuando vean que ésta es amada por el Señor y se manifieste en ella la gloria del Señor, para que se repita la historia de José, el hijo de Jacob y de Raquel, aquel joven a quien sus hermanos aborrecieron y vendieron como esclavo a Egipto, y él, débil y sin fuerzas, fue encarcelado y maltratado, pero Dios lo amaba y se acordó de él y lo encumbró de tal manera, que sus hermanos vinieron a postrarse ante sus pies. A medida que una persona conoce al verdadero Dios y a Su Palabra, va anulando toda influencia del judaísmo en su vida. “Por tanto, así dijo Jehová: Si te convirtieres, yo te restauraré, y delante de mí estarás; y si entresacares lo precioso de lo vil, serás como mi boca. Conviértanse ellos a ti, y tú no te conviertas a ellos” (Jer. 15:19).
En el curso de la historia de la Iglesia ha habido mucha gente que ha recibido revelación de Dios acerca de la situación de la misma. Tenemos el caso de Barton W. Stone (1772-1844), nacido en Maryland, y habiendo ejercido como pastor presbiteriano en Kentucky, fue expulsado con sus amigos, por sus ideas arminianas, y resolvieron constituir un presbiterio independiente, lo cual produjo una no pequeña controversia a tal punto que ellos lo disolvieron, deseando, según sus propias palabras, que “se hundiera en unión con el Cuerpo de Cristo en general”. Pero lo curioso es que también ellos sintieron llamarse simplemente “cristianos”, tomaron a la Biblia “como única guía segura al cielo”, renunciaron con juramento a la ordenación, y renunciaron al bautismo de niños. En su relación mutua pedían que “predicadores y pueblo cultivasen un espíritu de paciencia mutua, orasen más y disputasen menos”.
Otro ejemplo lo tenemos en Tomás Campell, un escocés que llegó a ser pastor presbiteriano en Irlanda. En 1807 vino a Pennsylvania, pero no estaba de acuerdo con las contiendas sectarias en la Iglesia, de manera que se retiró del presbiterianismo debido a que fue reprendido por admitir a la Cena del Señor a presbiterianos de diversas creencias. Su error subsiguiente fue haber formado con sus seguidores “La Asociación Cristiana de Washington”, pero no obstante proclamaron que “donde hablan las Escrituras, hablamos nosotros; donde las Escrituras guardan silencio, lo guardamos nosotros”. También declararon que “la división entre los cristianos es un mal horrible... es anticristiana”.

La hora de la prueba
10Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra”.
El mundo ha menospreciado al Señor; lo han tenido como muy poca cosa, y hasta hoy Él ha perseverado en su paciencia, soportando ese menosprecio y ese continuo rechazo, y la iglesia restaurada lo ha acompañado en su vituperio, ha sido solidaria con el Señor guardando la palabra de Su paciencia, soportando el rechazo y la persecución, la oposición y la humillación, la misma animadversión que el mundo y los falsos judíos le tienen al Señor.
Históricamente el Señor ha protegido tanto a la iglesia como a la localidad de Filadelfia. A la iglesia la protegió en el tiempo de la persecución general en contra de los cristianos, sobre todo bajo el emperador Trajano, y más tarde durante la Edad Media la protegió de los embates de los islamitas. En el siglo XIV el Señor también protegió a esta iglesia, cuando el conquistador tártaro Tamerlán o Timur prácticamente exterminó todas las iglesias de Asia Menor. Todo eso fue asombroso para los mahometanos, y por tal motivo llamaron a Filadelfia “Alashir”, que en árabe significa Ciudad de Dios.
La prueba que ha de venir sobre el mundo entero es la Gran Tribulación, pero antes de que llegue esa hora amarga para la humanidad (la gran tribulación de Mateo 24:21), ya sabrá guardar Cristo a los santos de la hora de la prueba, puesto que guardaron la palabra de la paciencia del Señor, que es el sufrimiento del Señor. Recordemos que esta promesa es sólo para los vencedores. Nosotros también hemos de sufrir rechazo y persecución. Esa es la promesa del Señor para Filadelfia. “Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre” (Lc. 21:36). Recordemos que a Sardis el Señor también le advierte sobre su venida. Ha llegado el momento de que sepamos en qué camino andamos, en cuál situación de la Iglesia vivimos. ¿Estás aún en Tiatira andando en las enseñanzas de Jezabel, la doctrina de Balaam y las profundidades de Satanás? ¿Sigues en Sardis con el nominalismo, con nombre de que vives pero estando muerto? Hacemos hincapié en que esta promesa del Señor indica que los que no guarden la palabra de la paciencia del Señor serán dejados en la prueba, pues a las otras tres iglesias que continuarán hasta la venida del Señor no se les hace esta promesa. En el protestantismo se está enseñando una doctrina muy generalizada y no muy clara respecto del arrebatamiento, y los creyentes están desorientados al respecto.

Los hermanos
Hemos visto cómo dentro del protestantismo y aun en el catolicismo hubo reacciones por parte de los grupos y personas que se inclinaron por la línea de la vida interior, y los más numerosos, los que saliendo de Sardis le empezaron a dar un serio perfil al período histórico profético de Filadelfia, fueron los popularmente conocidos en su tiempo como Darbytes o Hermanos de Plymouth (Plymouth Brethren), y también como Asambleas de Hermanos, pero no porque ellos hayan adoptado esos nombres; ellos simplemente se llamaban a sí mismos “hermanos”, “cristianos”, o “hermanos cristianos”, debido a que no llegaron a formar una denominación religiosa.
Nos parece apropiado transcribir las palabras del doctor Miguel Ángel Zandrino: “Muchos creyentes se sentían entonces hermanados por compartir la misma fe, y tener experiencias similares en la vida cristiana. Durante la semana eran amigos íntimos y disfrutaban juntos estudiando las Sagradas Escrituras. Pero llegando el domingo, debían separarse, pues perteneciendo a Iglesias diferentes, no podían disfrutar unidos de la participación de la Cena del Señor. Esto hizo surgir en ellos una gran inquietud. ¿Será posible que sea del Señor que existan tales diferencias? Y el problema denominacional cobró ante ellos, inmediatamente, la dimensión de un tremendo fracaso del testimonio de la Iglesia de Jesucristo ante el mundo. Y se propusieron, no crear otra denominación, ni reformar las existentes, pero sí, reunirse alrededor de la mesa del Señor, tratando, en cuanto fuera posible, no añadir nada del hombre en este venir al encuentro de Dios para el servicio de adoración” (Prólogo de “Hermanos Libres, ¿Por qué?” de Raúl Caballero Yoccou. Talleres Gráficos Argen-Press, S.R.L. Buenos Aires, 1964).
Las primeras reuniones en Dublín se hacían en casa de Lady Powerscourt, las cuales contaban a veces con la asistencia de hasta cuatrocientos hermanos; allí asistían pioneros como G. V. Wigram, Eduardo Cronin, W. Trotter, Wilson, Timms, Hutchinson. En 1827 se les unieron Anthony Groves ( El inglés Anthony Norris Groves (1795-1853) nacido en Newton, Hampshire, fue misionero en Bagdad, Rusia y la India), Juan G. Bellet y Juan Nelson Darby, quien llegó a ser uno de los más prominentes líderes de los hermanos. Juan Nelson Darby (1800-1882), abogado, en Irlanda fue clérigo anglicano, pero en 1827 publicó su famoso libro De la naturaleza y unidad de la Iglesia de Cristo, obra que fue impactante para muchos grupos que ya se empezaban a formar en varias partes del mundo. Renunció a su cargo en ese mismo año, integrándose a la asamblea cristiana en Dublín, haciendo desde 1830 frecuentes viajes al continente, abriendo un segundo centro en Plymouth, Inglaterra. Darby se distinguió como ubérrimo escritor, organizador, teólogo y gran estudioso de las profecías bíblicas, pero por herencia del anglicanismo, al principio enseñaba el bautismo infantil. Con Darby los Brethren también se relacionan los hermanos S. P. Tregelles y Andrés Jukes. Después de 1845, también se registra la relación de Darby con hermanos como W. Kelly, Carlos Mackintosh, C. Stanley y J. B. Stoney, respecto a estudios doctrinales en torno al dispensacionalismo.
Muchos, incluso ministros anglicanos, por todo el territorio británico, abandonaban sus caducos y fríos ritos denominacionales para unirse a los hermanos y empezaban a experimentar la refrescante comunión cristiana, la unidad fraternal y la vida en el Espíritu, sin que dejaran de ser criticados y difamados por las congregaciones de las denominaciones que los cercaban. Al comienzo los hermanos se iban apartando de la iglesia oficial y de las denominaciones y se iban integrando como un movimiento de la clase alta, y eventualmente se integraban de la clase media y gente humilde, personas que estaban descontentas con la mundanalidad y la frialdad espiritual en las denominaciones, especialmente en la Iglesia Anglicana.
Uno de sus distintivos era que trataban de tomar las Escrituras literalmente, y debido a eso su vida de iglesia empezó a asemejarse a la iglesia primitiva, restaurando la mutualidad en las reuniones de los santos, pero no tenían organización central, y no tenían la ordenación, sino evangelistas laicos; pues Filadelfia no le dio cabida al nicolaísmo, y Filadelfia no recibe reproches del Señor. Se apartaron de las denominaciones constituidas en la época debido a que esas iglesias “oficiales” fueron consideradas bíblicamente apóstatas, y las miraban con desconfianza porque creían que ellas se habían comprometido con el mundo.
En ese tiempo aún no tenían clara la visión de la iglesia en cada localidad, por eso ellos consideraron que los cristianos debían limitarse a vivir en simples grupos, separados del mundo y su contaminación, en la enseñanza de una doctrina pura y el ejercicio de una vida piadosa. Ya entrado el año de 1839, Darby empezó a enseñar que en la Escritura vemos la unión de todos los hijos de Dios en cada localidad. Al volver a las fuentes bíblicas, los hermanos fueron fundamentados en que el Espíritu Santo guía a los verdaderos cristianos, uniéndolos en la fe y en la adoración, restaurando así la verdadera comunión de los santos en el Espíritu. Los hermanos estaban convencidos de que una persona, a menos que experimentase íntimamente la conversión, estaba imposibilitada para reformarse socialmente. El cambio de mentalidad (del griego metanoia) que conlleva el arrepentimiento y la conversión del hombre a Dios por Jesucristo, va más allá que una simple doctrina bautismal e integración organizacional. La misión de la Iglesia es la de colaborar con Dios en la edificación de Su casa y en la salvación de los hombres de entre el mundo. Dentro de la reacción del Señor frente a Sardis, tenemos que la predicación de la Palabra de Dios se salió de los púlpitos en los templos, para ser expuesta por las calles, plataformas, debajo de los árboles frondosos, en reuniones por las casas, sin que esto fuera necesariamente por parte de los teólogos y miembros de la clerecía religiosa, sino por hermanos llamados, regenerados y consagrados por el Señor para el trabajo de restauración de la Iglesia.
Se cuenta entre sus fieles al piadoso prusiano George Müller (1805-1898), quien a los veinte años se convirtió entre los pietistas en Halle, y en donde el estudio de la Biblia le pareció nuevo y fresco, no obstante, de que ya había adelantado estudios para el ministerio; allí tuvo un encuentro definitivo con Cristo. En 1829 fue a Inglaterra como misionero a los judíos. Se distinguió por su labor a favor de los huérfanos en Bristol, para cuyo sostenimiento confió enteramente en la fe y en la oración. En 1832, en compañía de Enrique Craik, inició en Bristol las reuniones con unas siete personas.
Benjamín Wills Newton (1807-1899). Uno de los primeros y más piadosos líderes del movimiento de los hermanos de Plymouth. Ascendiente de cuáqueros, se había distinguido por sus éxitos académicos, cuando fue visitado e influido por Juan Nelson Darby. Empezó su ministerio en Plymouth con hombres de Dios como Jorge V. Wigram, Jaratt, Jaime L. Harris, y viajó por toda la región, continuando su ministerio literario hasta una edad nonagenaria. En Plymouth los vínculos entre los hermanos se fortalecieron alrededor de 1830. Después de un testimonio de fuerte vigor espiritual durante unos quince años, los Plymouth Brethren llegaron a sumar más de mil miembros. En 1845 hubo una división entre los hermanos, debido a discrepancias en el gobierno de la iglesia y en la venida del Señor, pero más que todo en lo relacionado con la permisibilidad de reunirse con otros cristianos, argumentos que jamás avalan una división.
Darby rompió vínculos con Benjamín Wills Newton y se protocolizó la división entre Hermanos Cerrados o Exclusivistas y Hermanos Libres, debido a algunas prácticas de comunión cristiana (los hermanos cerrados o exclusivistas alegaban que debían rechazar toda comunión con cualquier iglesia o asamblea que admitiera el mal doctrinal o moral). Los generalmente conocidos como Hermanos Libres o Abiertos se basan más en principios de comunión fraternal más inclusivistas; pero de todas maneras para distinguirlos usamos el término general de Hermanos. Se adelantaron muchas tentativas para solucionar lo de la ruptura, especialmente de parte de Robert Chapman, pero sin resultado. Dejamos por sentado que la legítima iglesia, normal y bíblica en cada localidad es de hecho inclusivista, pues no puede descartar a ningún hermano que el Señor haya recibido y el Espíritu Santo haya bautizado en el Cuerpo, sin que necesariamente esto signifique comunión con el pecado. A lo largo de estos dos siglos, Plymouth se ha destacado como la iglesia más influyente y representativa.
Al comenzarse a desarrollar ese mover de los Hermanos, se le dio inicio a una actividad misionera muy grande. Desarrollaron las que se llamaron Misiones Cristianas en Muchas Tierras, llegando a muchas regiones en todos los continentes. El conocido abogado Roberto C. Chapman, de Barnstaple, tomó especial interés por la obra en España, país al cual visitó en compañía de varios hermanos en 1838; en 1863 volvió con los hermanos Gould y Lawrence, quienes se quedaron en España. Los precursores del movimiento en Italia fueron el Conde Guicciardini (1808-1886) y Teodoro Pietrocolo Rossetti. En 1871, llegaron a un desarrollo tan importante, que llegaron a reunirse en el ágape en Piamonte unos 600 hermanos; y ese movimiento perdura hasta los actuales días. En la Guayana Británica, el movimiento se originó con el inglés Leonardo Strong (1797-1874), quien inicialmente había llegado como misionero anglicano.
También es digna de registrar la Misión de la China Interior, iniciada en 1865 por el británico J. Hudson Taylor, no comprometida con ninguna denominación en particular, la cual no prometía a sus misioneros sueldos fijos, repartiendo entre ellos los dineros que se recibieran, y se oponían a contraer deudas; nunca solicitaban donaciones, dependiendo de las oraciones para recibir los fondos. Con Taylor se da inicio a una forma diferente de la obra misionera, pues supo combinar el servicio médico con la predicación del evangelio. Esta misión llegó a contar con más de 190 médicos y 1400 misioneros, sólo desarticulada por la revolución comunista del siglo XX, pero el fruto quedó en incontables grupos cristianos en todo el territorio chino. Con esa misión tuvo contacto el hermano Nee To-sheng (Watchman Nee) en la segunda mitad de la década de los años veinte del siglo XX, sobre todo por su amistad con el hermano Carlos H. Judd, a la sazón contador de la Misión.
En la España contemporánea los Hermanos constituyen los más numerosos creyentes no católicos, en donde también son conocidos como Asambleas de Hermanos, seguidos en número por los bautistas.

La corona de Filadelfia
He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona” (v.11).
La condición de la iglesia restaurada existirá hasta la venida del Señor. Es una iglesia que ama al Señor y tiene una perfecta comunión con Él, por tanto, el Señor le habla de Su pronta y eventual venida. La iglesia de Filadelfia debe retener celosamente lo que tiene; es decir, la Palabra de Dios y el nombre del Señor, lo cual conlleva la obediencia, la fidelidad y la paciencia, a fin de que ninguno pueda tomar su corona. Si los hermanos de Filadelfia no retienen lo que tienen, el Señor levanta a otros que tomen su corona.
Además de la iglesia de Filadelfia, en todo el Nuevo Testamento se encuentra una persona que aún viviendo en esta tierra ya sabía que tenía su corona. Se trata del apóstol Pablo. “Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida” (2 Ti. 4:8). A pesar del gran sufrimiento de Esmirna, a esta iglesia el Señor le declara que si era fiel hasta la muerte, Él le daría la corona de la vida, que es un símbolo de la gloria del Señor; pero a Filadelfia le dice que ya tiene su corona, que retuviera hasta el final lo que tenía, que constituye su riqueza y su característica, para que nadie pudiera quitársela. Eso es una advertencia para que esté alerta, en vela, en esa expectativa. ¿Quién estaría interesado en arrebatarnos los valores espirituales y exponernos al escarnio del mundo? El enemigo de Dios; sólo él tiene el interés de ver a la iglesia robada y despojada de la paz del Señor, de la justicia divina, de la protección del Señor, y aun del gozo de la salvación.

Columnas en el templo
12Al que venciere, yo le haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo. 13El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” (vv.12, 13).
Los vencedores de Filadelfia son los que logran retener firmemente lo que tienen, a los cuales el Señor los hará columnas en el templo de Dios. Hay que diferenciar la condición de ser columna del templo de Dios y el ser una simple piedra del edificio; la columna es fundamental, no puede ser quitada sin que peligre la estructura misma de la edificación; es decir, que Filadelfia va a ser un fundamento del templo de Dios, y nunca más será quitada. Al vencedor de Pérgamo se le promete darle una piedra con un nombre escrito, pero al vencedor de Filadelfia se le hará una columna sobre la cual serán escritos tres nombres: el de Dios, el de la Nueva Jerusalén y el nuevo de Cristo, como señal de pertenencia a Dios, de herencia eterna y de testimonio de Cristo y de que se ha hecho uno con Dios, con la Nueva Jerusalén y con el Señor, todo lo cual se cumplirá en el reino milenario. Llevar el nombre de Dios significa que Dios fue formado en ti; llevar el nombre de la Nueva Jerusalén significa que haces parte de la ciudad santa, porque ha sido también formada en ti, y llevar el nombre nuevo del Señor significa que el Señor se ha formado a Sí mismo en ti, en tu experiencia, y en tu andar diario. En resumen, Filadelfia es la única iglesia que es completamente aprobada por Dios.
El vencedor de Filadelfia retiene el nombre del Señor y la unidad del Cuerpo de Cristo. Es un error pensar que para que haya unidad en la Iglesia necesariamente debe haber uniformidad. Hay énfasis doctrinales que no revisten carácter fundamental, y que por ende no afectan la salvación ni rompen la unidad del Cuerpo; además, el grado de madurez y santidad de los hermanos bíblicamente no es uniforme, ni tampoco se debe esperar uniformidad en el procedimiento y el orden. Es interesante el concepto del hermano Watchman Nee sobre los vencedores. Él decía que los que vencen son los cristianos normales; ¡los demás son anormales! “4Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. 5¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?” (1 Juan 5:4,5)

La restauración en China
Las misiones cristianas protestantes entraron a la China como consecuencia de la guerra del opio y el tratado de Nanking en 1842, por medio del cual le cedieron Hong Kong a Gran Bretaña. Hemos mencionado a Hudson Taylor (1832-1905) como uno de los más prominentes e influyentes misioneros cristianos llegados a la China imperial. Este hijo de un boticario metodista inglés desembarcó en Shangai en 1854, centro de operaciones desde donde desarrolló una gran labor evangelística, en una época en que la China era aún hostil a la influencia extranjera. Habiendo roto relaciones con su sociedad misionera, fundó en Inglaterra la Misión de la China Interior en 1865, y considerado un excéntrico por otros misioneros por su abnegación y profunda vida de fe; llegó a vestirse a la usanza china, casándose con la misionera María Tyer en Migpo. El trabajo de Taylor y su equipo de colaboradores dejó hondas raíces y abonó el terreno para continuar la obra de restauración de la Iglesia a comienzos del siglo veinte, usando hombres excepcionales de la talla de Watchman Nee, uno de los más grandes apóstoles usados por el Señor para este trabajo. Téngase en cuenta que en Fuchou, a Taylor lo habían precedido los Congregacionales y los Metodistas Episcopales norteamericanos en 1847, así como los misioneros anglicanos en 1850. Con estos misioneros, el abuelo paterno de Nee conoció a Cristo, y llegó a ser evangelista y primer pastor chino en su provincia.

Watchman Nee. Nee To-sheng, más conocido en occidente como Watchman Nee, nació el 4 de noviembre de 1903 en Fuchou, capital de la provincia de Fukien, en la costa del Mar de la China, siendo sus padres los piadosos cristianos Nee Weng-hsiu y Lin Huo-ping. Inició sus estudios de enseñanza media en 1916 en la Escuela de la Misión Anglicana. En sus primeros años era indiferente a todo lo relacionado con el aspecto religioso y lo espiritual, pero la influencia de su madre fue fundamental para que a los dieciocho años su consagración y entrega al Señor Jesucristo fuese definitiva y total.
Una de las personas que más usó el Señor para ayudar al crecimiento y madurez espiritual de To-sheng fue sin duda Margarita Barber, una misionera independiente que al principio había ido a China enviada por una misión occidental. Con ella recibió las primeras instrucciones bíblicas y se hizo bautizar en agua. Veía en la señorita Barber a la instructora bíblica, a la mujer de testimonio, a la ayuda oportuna en sus momentos críticos; ella le prestaba los libros que necesitaba y le infundió el hábito por la lectura que lo acompañó hasta su muerte, haciendo de él un gran erudito. En una ocasión él necesitaba leer algo sobre el tema de la cruz; ella le dijo que tenía dos pero que por el momento era preferible que no los leyera, que esperara tener la suficiente madurez. Entonces Nee le escribió directamente a la autora, la hermana Jessie Penn-Lewis, quien le contestó obsequiándole los dos libros, La Palabra de la Cruz y La Cruz del Calvario y su Mensaje.
En la formación espiritual de To-sheng influyó mucho la lectura sobre la vida de Jeanne de la Motte Guyón, mística francesa más conocida como Madame Guyon, de la línea de la vida interior, viendo cómo la vida de esta mujer de Dios se relacionó con la incapacidad física, la invalidez, el dolor, el sufrimiento, la humillación. Pero vio que ella tuvo victoria sobre la tribulación y eso contribuyó a que acrecentara su santidad y su vida fragante delante de Dios y para bendición de la Iglesia. El Señor le dio capacidad para que ella despreciara su aflicción, y recibió del Padre el poder y el fortalecimiento de su hombre interior para llegar a ser profundamente sumisa y para su triunfo frente al sufrimiento, lo cual fue transformando su carácter. El conocimiento sobre esta vida, y la de otros místicos como el Hermano Lawrence, dejaría una huella indeleble en Nee, conmoviéndolo hondamente el ver que Madame Guyon vivió en una época en que la viruela se le convirtió en una enfermedad terriblemente agónica y dolorosa. Pero el amor y la fe en el Señor, su incondicional sumisión, la capacitaron para triunfar sobre un indescriptible sufrimiento. Ella misma cuenta en su autobiografía que la viruela era tan terrible y dolorosa, que le había afectado tanto uno de sus ojos, que temía perderlo, porque la glándula del ojo estaba malograda; además, entre la nariz y ese ojo solía salirle una postema que había que extraer, y debido a esto su cabeza se inflamaba tanto que no podía ni siquiera soportar la almohada. Pero todo esto lo soportaba con alegría y amor porque su alma tenía un gran apetito por la cruz, para estar unida a Cristo también mediante el sufrimiento.
Nee comenzó a predicar y compartir el mensaje del evangelio con un grupo de amigos en su ciudad, Fuchou, y pueblos vecinos, y en 1922, un domingo por la tarde, reunidos en un salón grande en casa de un amigo del grupo, y junto con su madre, por primera vez, como iglesia en su localidad, recordaron al Señor en el partimiento del pan, sin que necesariamente participara algún ministro denominacional, ni estuviesen vinculados a denominación alguna. En su propósito de dedicarse sólo al servicio del Señor dependiendo únicamente de Él para vivir, llegó a leer los relatos y testimonios de la fe de Hudson Taylor, así como los de Jorge Müller y sus asilos de huérfanos, como lo hemos mencionado, relacionado con los Hermanos. Nee recibió todo ese acervo de restauraciones a partir de la Reforma protestante: Lo restaurado a través de Lutero, de Calvino, de Wesley, de los Moravos, de los hermanos de la vida interior, de Juan Nelson Darby, de Charles McKintosh y su obra tipológica Comentarios del Pentateuco, por una lado, y Andrew Murray, Jessie Penn-Lewis y T. Austin-Sparks, por otro; pero Dios usó a Nee para enfatizar la centralidad de Cristo, la vida en el Espíritu, la comunión del Cuerpo de Cristo, la vida en el Espíritu, como lo había hecho antes de él T. Austin-Sparsk, y restaurar el reconocimiento de la vigencia del apostolado, y la visión de la Iglesia en su aspecto local. También fue Nee heredero del gran depósito dejado por hombres espirituales de la talla de William Law, Andrés Murray, F. B. Meyer, Carlos G. Finney, Evan Roberts, Otto Stockmayer. A Nee se le considera como uno de los principales siervos de Dios a la vanguardia de la restauración de la Iglesia en el siglo XX.
El testimonio del Espíritu Santo, la propia experiencia de vida espiritual, el sufrimiento, la fuente misma de la Palabra de Dios (leía el Nuevo Testamento por lo menos una vez al mes), el testimonio de las divisiones denominacionales y la lectura de autores como Govett, Panton, Pember y Langue, fueron creando en Nee verdadera conciencia hacia un retorno a los principios neotestamentarios relacionados con la unidad orgánica de los creyentes. Le creyó fielmente al Señor, como cuando dice: “20Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, 21para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste” (Juan 17:20-21). También la señorita Barber, a quien apoyaba Panton, le recomendó varias publicaciones, entre ellas las del predicador inglés Teodoro Austin-Sparks, y a quien conoció y con quien estableció profunda amistad en su segundo viaje a Europa, en la ocasión en que visitó la Convención de Keewick, en Inglaterra, y a otros hermanos en Dinamarca y otros países europeos.
Su contacto con otros Hermanos en Londres lo estableció a raíz de que escribió a la casa editorial de varios libros, conocidos a través de la hermana Barber, y como consecuencia pudo intercambiar correspondencia con Jorge Ware, del grupo conocido como los “darbinianos”, o hermanos exclusivistas. En diciembre de 1930, conoció a Carlos R. Barlow, asociado con el movimiento de los Hermanos en Londres, quien llegó a Shanghai por motivos de su trabajo. En 1932 recibieron la visita de ocho de los Hermanos que llegaron en representación de las iglesias de Gran Bretaña, Estados Unidos y Australia, estrechando los lazos y la comunión espiritual del Cuerpo, e identificándose sus respectivas iglesias locales con las de la China, y regresaron con tan buena impresión, que en 1933 fue invitado Nee a visitar Gran Bretaña y Estados Unidos. En su viaje a Inglaterra, Nee no solamente contactó a los hermanos de la línea de Darby, sino también a Teodoro Austin-Sparks, lo cual no fue muy bien visto por los primeros; por lo tanto le dio ocasión a futuros intercambios epistolares, donde se puede percibir la visión inclusivista del Cuerpo de Cristo, que fue restaurada en Watchman Nee. En el movimiento liderado por Watchman Nee se sintetizó lo positivo de muchos movimientos espirituales de la Iglesia cristiana.
Al recibir la clara y bíblica revelación de la expresión de la unidad del Cuerpo de Cristo en cada localidad, Nee empezó a horrorizarse de ver esa plétora de nombres denominacionales relacionados con los metodistas, menonitas, luteranos, bautistas, anglicanos y muchos más, con sus connotaciones ritualistas, nacionales, personales, doctrinales, limitándose él mismo a moverse en todo lo relacionado con la Iglesia y los cristianos, conforme a los parámetros bíblicos. Al regresar de Occidente se dio a la tarea de examinar nuevamente el Nuevo Testamento, confirmando que una ciudad o pueblo, o localidad, debía tener una sola iglesia, y solamente una, encaminando su trabajo en ese sentido. A medida que cada iglesia o unidad autónoma por localidad crecía, nombraban ancianos conforme el modelo del Nuevo Testamento, quienes se encargaban de guiar y apacentar a los hermanos en su terreno, dependiendo solamente de Dios. Durante la persecución contra la Iglesia, por parte del gobierno comunista chino, éste último, ante la ausencia de denominación por parte de las iglesias locales chinas, denominó a los hermanos La Manada Pequeña, basándose en un versículo impreso en sus himnarios, apelativo que de ninguna manera adoptaron los hermanos a la manera de una denominación. Además de lo anterior les fue revelado lo relativo a la obra apostólica y su relación a las iglesias locales, y se fue formando un equipo de obreros o apóstoles, encargados de evangelizar, establecer iglesias y edificar a los santos. La obra apostólica es regional, pues los apóstoles van estableciendo una sola iglesia bíblica en cada ciudad de su región; no sucursales de denominación alguna. En 1938 había más de 30 iglesias locales en China sin contar con las del extranjero, y el equipo de la obra se componía de unos 128 apóstoles, muchos de los cuales habían empezado a salir como obreros al extranjero. En 1931 ya habían salido a países como Filipinas, Singapur, Malasia, Indonesia, y Hong Kong, lugares que eventualmente llegó a visitar To-sheng.
El 1 de octubre de 1949, en Pekín fue proclamada la República Popular China, de régimen comunista ateo, con Mao Tse-tung como presidente y Chou En-lai como primer ministro. Watchman Nee y Witness Lee se vieron por última vez en Hong Kong en junio de 1950. Nee no escuchó el consejo de Lee de que no volviera a visitar a Shanghai, hecho que podría significar su fin. Nee consideraba un deber de él el estar al frente de la obra, viendo la situación en Shanghai como la de Jerusalén en tiempos de la persecución de la iglesia primitiva, cuando los apóstoles permanecieron allí. En noviembre 30 de 1951, en el periódico Viento Celestial, ahora infiltrado y oficializado por el gobierno, apareció un artículo en donde un miembro de la iglesia de Nanking, ya reculturizado por el sistema, acusa a To-sheng en torno a sus actividades en las 470 iglesias locales en todo el país, y esto fue el aumento de los dolores. Fue arrestado en Manchuria el 10 de abril de 1952, acusado de los cinco crímenes especificados en la campaña contra la corrupción en el comercio, tildado de “tigre capitalista”, saboteador, subversivo y una lista interminable de otros cargos ficticios, haciendo creer a los hermanos que en China había libertad religiosa y que a Nee no se le acusaba por actividades religiosas sino políticas; le fueron confiscados sus bienes, incluida su Biblia, e incomunicado. Más tarde los arrestos y torturas a los hermanos se efectuaron en masa, y muchos fueron re-educados. El 21 de junio de 1956, To-sheng fue sentenciado por la Suprema Corte de Shanghai a quince años de prisión, donde realmente estuvo veinte años preso, y finalmente murió en un campo de concentración, manteniendo la fe. Pero en la China comunista persiste la iglesia subterránea; allí el Señor sigue sustentando sus pequeños rebaños. Hoy se calcula unos setenta millones de cristianos en China que se reúnen en la clandestinidad conforme el modelo bíblico.
Se conocen en Occidente muchos libros de Watchman Nee. La Editorial Living Stream Ministry ha publicado sus obras completas en sesenta volúmenes. Antes que ellos, Christian Followship Publiser publicó muchas de sus obras en inglés, desde donde se han traducido a muchos idiomas. Entre ellas son famosas en español las siguientes: “Ven, Señor Jesús” (escrito en su juventud), El Hombre Espiritual (a pesar de haber sido escrito antes de cumplir los treinta años, esta obra fue producida como fruto del sufrimiento y obediencia de un hombre totalmente entregado al servicio del Señor y de su experiencia en una profunda vida espiritual. Allí desglosa detalladamente la salvación del creyente, espíritu, alma y cuerpo, con una magistral y minuciosa descripción del funcionamiento y composición de cada una de estas partes del hombre. Fue terminado en julio de 1928, cuando sólo contaba 25 años de edad), La Vida Cristiana Normal, “Sentaos, Andad, Estad Firmes”, Transformados en Su Semejanza, La Liberación del Espíritu, Consejos Sobre la Vida Cristiana para una Vida Santa, No améis al mundo, La Iglesia Gloriosa, La Iglesia Normal, La Fe Cristiana Normal, Autoridad Espiritual, ¿Qué Haré, Señor?, Pláticas Adicionales sobre la vida de la Iglesia, Escudriñad las Escrituras, Una Mesa en el Desierto, La Ortodoxia de la Iglesia, El Plan de Dios y los Vencedores, La Cruz en la Vida Cristiana Normal, El Obrero Cristiano Normal, El Evangelio de Dios, El Poder Latente del Alma, Las Doce Cestas, El Cantar de los Cantares, La Obra de Dios, y muchísimos más. Los demás libros que se conocen de Nee, traducidos y publicados en los principales idiomas del mundo, fueron las transcripciones de su predicación, enseñanza y conferencias, y los artículos publicados en las revistas Avivamiento y El Cristiano, que él eventualmente dirigía.
En noviembre de 1956 apareció el primer libro en inglés de To-sheng que conoció el mundo occidental, La Vida Cristiana Normal, impreso en Bombay, India. Es probable que Nee, quien jamás salió de la cárcel, muriendo en ella a los veinte años de prisión el 1 junio de 1972, no se haya enterado de la difusión amplísima que han tenido sus libros, y de la enorme bendición que el Señor está proporcionando a la Iglesia a través de ellos.

En América
Sabemos que las naciones iberoamericanas fueron conquistadas y colonizadas por metrópolis europeas que no conocieron y menos vivieron la reforma protestante, pero sí trajeron consigo las ideas de la contrarreforma y de la inquisición de un catolicismo romano que llenó estas tierras de superstición y oscurantismo; de manera que el movimiento protestante fue llegando paulatinamente y con dificultades a las naciones latinoamericanas.
También hemos visto cómo más tarde a América emigraron pequeños grupos de todas las vertientes de restauración de la Iglesia, incluídos de los Moravos, de los pietistas, de los Hermanos de Plymouth y otros. En todos los países de América existen iglesias fundadas por los Brethren. También de China empezaron a venir hermanos que habían servido al Señor con el hermano Nee, como Stephen Kaung, quien promovió la traducción del chino al inglés de las obras de Watchman Nee que se pudieron salvar de la destrucción comunista. El hermano Kaung se radicó primero en Pennsilvania, y luego en Richmon, Virginia, Estados Unidos. En 1962 se vino a Estados Unidos el hermano Li Shang-chou, mejor conocido como Witness Lee, quien nació en Chefú, de padres budistas. Se convirtió al Señor en 1925, a la edad de veinte años, siendo bautizado por To-sheng en el Mar Amarillo, llegando a ser anciano en la iglesia de su localidad e integrante del equipo de obreros que lideraba Nee. Enérgico y autoritario, fue muy usado por el Señor en Nanking y Shanghai, reorganizando las iglesias después de la guerra con Japón, las cuales habían sufrido dispersiones, pero que sobrevivieron por su característica de reunirse por las casas. A raíz del triunfo y del avance comunista en China, Nee le indica que se traslade con su familia a Taiwan (China Nacionalista), la isla gobernada por el general Chiang Kai-shek, que no fue tomada por el comunismo, en donde se dedicó a organizar y dirigir una próspera obra del Señor. En Estados Unidos, Lee comenzó su trabajo al lado de Stephen Kaung; más tarde se trasladó a los Angeles, California, y por último se radicó en Anaheim, California, en donde con su equipo de colaboradores estableció una imprenta, la Living Stream Ministry, en donde se han publicado las obras de Nee, de Lee, las que han sido traducidas a varios idiomas.
Por otra parte, asimismo el Señor levantó en Estados Unidos hombres de Dios como Charles Simpson, Dom Basham, Derek Prince, Bob Mumford y otros, que fueron regando la semilla del avivamiento carismático en la restauración de la casa de Dios.
Para Argentina emigró el apóstol inglés Geofredo Rawling, contribuyendo a la difusión de las obras de Nee, lo cual influyó en el movimiento de Renovación en Argentina y la vida en el espíritu, en el cual también participaron como protagonistas los hermanos Miller, Jack Schisler, Keith Benson, Orwille Swindoll, Iván Baker, Juan Carlos Ortiz (el autor de Discípulo), Jorge Himitian, Ángel Negro, Augusto Ericson; la influencia de todos estos llegó al Paraguay a través de Pedro Wareishuck, con quien se inició Gino Iafrancesco, quien luego trabajaría en Paraguay, Brasil y Colombia, principalmente. Ese avivamiento argentino y otras corrientes fueron influyendo a través de todo el territorio de América Latina.
A Brasil llegaron hermanos con visión de iglesia desde Estados Unidos y China: los apóstoles John Walker, por un lado, y Dong Yu Lang, por otro, respectivamente. Igualmente surgieron apóstoles autóctonos, como Aniceto Mario Franco, Jair Faría dos Santos, Adonías de Rondonia, Gerson C. Lima y otros. Todos estos apóstoles fundaron diversos grupos de iglesias locales o de cada ciudad.
En Paraguay el movimiento de las iglesias locales comenzó con Gino Iafrancesco, Eleno Frutos y Mario Bogado. Después de ellos llegan al Paraguay algunos apóstoles de Taiwán, como Hou Yen Ping (que comenzó la obra entre los inmigrantes chinos), y Lee Tau Thuin (quien la consolidó).
En nuestra querida patria Colombia también se ha trabajado en la restauración de la visión de Iglesia del Señor. Respecto de los evangélicos en Colombia, la historiadora Juana Bucana ha escrito un importante libro; mas en relación con la visión de iglesia han trabajado hasta la fecha Gino Iafrancesco (que ha tenido relación con los obreros de Argentina, Paraguay, Brasil, Colombia y Holanda; también recibió la diestra de compañerismo de Witness Lee), Edward Stanford (asociado a Dong Yu Lang), Alejandro Pacheco (del equipo apostólico de Gino Iafrancesco) y otros.
Recientemente hemos tenido contacto y comunión con un grupo de obreros de Chile: Eliseo Apablaza F., Rodrigo Abarca, Roberto Sáez, Gonzalo Sepúlveda H.. Pedro Alarcón P., Roberto Chacón, Marcelo Díaz, entre otros, quienes lideran un importante avivamiento de restauración en ese país asuatral.
A la muerte de Witness Lee, el 3 de Junio de 1997, algunos que le siguieron, al parecer sin entenderle suficientemente, dieron la impresión de deslizarse hacia un tinte sabelianista y exclusivista. Por otra parte, 24 obreros de USA, Brasil y Taiwán que le seguían, comenzaron a enseñar que en Witness Lee quedaba definitivamente cerrada la interpretación del Nuevo Testamento. Lo cual no compartimos quienes sostenemos un punto de vista trinitario, por un lado; y por otro, la apertura vigente al Espíritu Santo para mayor iluminación hasta la venida del Señor, sin sustituir la autoridad del Nuevo Testamento mismo, por la de alguna interpretación, evitando al mismo tiempo que el testimonio del Cuerpo de Cristo se convierta en alguna secta de tipo ministerialista. Con esto se reconoce y continúa el precedente cristocéntrico, bíblico e inclusivista que Wachtman Nee y otros dieron acerca del Cuerpo de Cristo.

EXCURSUS DEL CAPÍTULO VI


ALGUNOS TESTIMONIOS
DE LOS HERMANOS

(Citados por Watchman Nee en La Ortodoxia de la Iglesia)

“Un hermano me ha dicho que es obvio en las Escrituras que los creyentes reunidos juntos como discípulos de Cristo, eran libres para partir el pan juntos como el Señor se los encomendara; y que, hasta donde la práctica de los apóstoles puede ser una guía, cada domingo debe ser separado para recordar la muerte del Señor y obedecer lo que Él exigió al partir”.
“Caminando en cierta ocasión con un hermano, a medida que descendíamos por la calle Lower Pembroke, me dijo: ‘No tengo duda de que este es el propósito de Dios con relación a nosotros -debemos estar juntos con toda simplicidad como discípulos, no sirviendo en cualquier púlpito o ministerio, sino confiando que el Señor nos edificará juntos ministrando, una vez que Él se agradó de nosotros y nos vio con buenos ojos’.  En el momento en que él habló estas palabras, quedé convencido de que mi alma recibió el entendimiento correcto, y que recuerdo aquel momento como si fuese ayer, y puedo describir el lugar.  Fue el día de la gran revelación de mi vida, permítanme hablar así, como un hermano”.

(J. G. Bellet)

“En primer lugar, no es una unión formal de los grupos públicamente conocidos, que es deseable; realmente es sorprendente que ponderados protestantes puedan desearla: lejos de estar haciendo lo bueno, creo que sería imposible que tal cuerpo fuese por lo menos reconocido como la Iglesia de Dios.  Sería una copia de unidad de la Católica Romana; perderíamos la vida de la Iglesia y el poder de la palabra, y la unidad de la vida espiritual sería totalmente eliminada...  La verdadera unidad es la del Espíritu, y debe ser trabajada por el obrar del Espíritu...  Ninguna reunión que no conciba incluir a todos los hijos de Dios en la base completa del reino del Hijo, alcanza encontrar la plenitud de la bendición, porque no la contempla -porque su fe no la incluye...  Donde dos o tres están reunidos en Su nombre, Su nombre es recordado allí para bendición...
“Además, la unidad es la gloria de la Iglesia; pero la unidad para asegurar y promover nuestros propios intereses no es la unidad de la Iglesia, sino una confederación y negación de la naturaleza y esperanza de la Iglesia.  La unidad propia de la Iglesia, es la unidad del Espíritu, y sólo puede estar en las cosas propias del Espíritu, y por tanto sólo puede ser perfeccionada en las personas espirituales...
“Pero ¿qué debe hacer el pueblo del Señor?  Debe esperar en el Señor, y esperar de acuerdo con la enseñanza de Su Espíritu, y en conformidad a la imagen, por la vida del Espíritu, de Su Hijo.  Debe seguir su camino por las huellas del rebaño, si quisieren saber en dónde el buen Pastor alimenta Su rebaño al mediodía”.
“Porque nuestra mesa es la mesa del Señor, no la nuestra, recibimos a todos los que Dios recibe, a todos los pobres pecadores escapando hacia el Señor como refugio, no descansando en sí mismos, sino solamente en Cristo”.

(John Nelson Darby en La Naturaleza y la Unidad de la Iglesia de Cristo.)


“En 1825, en Dublín capital de Irlanda, hubo muchos creyentes cuyo corazón fue movido por Dios a amar a todos los hijos del Señor, sin importarles en cual denominación estuviesen. Este tipo de amor no fue frustrado por los muros de la denominación. Ellos comenzaron a ver en las Escrituras que la Palabra de Dios dice que sólo hay un Cuerpo de Cristo, no obstante en cuántas sectas los hombres han podido dividirlo. Ellos continuaron leyendo las Escrituras y vieron que el sistema de un hombre administrando la iglesia y de un hombre predicando, no es bíblico. Entonces comenzaron a reunirse cada domingo para partir el pan y orar. El año de 1825 fue, después de más de mil años de la Iglesia Católica Romana y varias centenas de años de iglesias protestantes, la primera vez que se efectuó un retorno a la simple y libre adoración espiritual conforme las Escrituras.  Al comienzo eran dos personas; más tarde cuatro o cinco.
“A los ojos del mundo, estos creyentes eran inferiores y desconocidos. Pero ellos tenían al Señor en medio de ellos, y la consolación del Espíritu Santo.  Ellos permanecieron sobre la base de dos claras verdades: primeramente, que la Iglesia es el Cuerpo de Cristo y que este Cuerpo es sólo uno; en segundo lugar, en el Nuevo Testamento no existe el sistema clerical; todos los ministros de la Palabra establecidos por los hombres no son bíblicos.  Ellos creían que todos los verdaderos creyentes son miembros de ese único Cuerpo.  Recibían calurosamente a todos los que venían a su medio, no importándoles a qué denominación perteneciesen.  No tenían el prejuicio de alguna secta. Creían que todos los verdaderos creyentes tienen la función de sacerdote; por tanto pueden entrar libremente en el Lugar Santísimo.  También creían que el Señor al ascender al cielo concediera diversos dones a la Iglesia para el perfeccionamiento de los santos, para la edificación del Cuerpo de Cristo.  Por tanto, fueron capaces de renunciar a los dos pecados del sistema clerical: ofrecer sacrificios y predicar la Palabra.  Estos principios los capacitaron para dar la bienvenida a todos los que están en Cristo como sus hermanos, y a estar abiertos a todos los ministros de la Palabra ordenados por el Espíritu Santo para servir”.

(Watchman Nee, en La Ortodoxia de la Iglesia, capítulo 7, La Iglesia en Filadelfia).
 
 
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