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Los escapados del cautiverio de la gran ramera
omienza la restauración de la casa de Dios - El renacimiento y el invento de la imprenta por Juan Gutemberg.
Martín Lutero y la Reforma protestante
El comercio de indulgencias - Las 95 tesis de Lutero - El enfrentamiento con el papado romano - León X y Carlos V - La Dieta de Worms - Felipe Melanchton.
Nacimiento de las “iglesias nacionales”
En Alemania con Martín Lutero - En Suiza con Ulrico Zwinglio y Juan Calvino - En Francia con Jacobo Lefèvre d’Etaples - En Escocia con Juan Knox - En Inglaterra con Enrique VIII - La paz de Wesfalia.
El florecimiento del protestantismo
De las “iglesias nacionales” se desprenden las grandes denominaciones: Anabaptistas - Menonitas - Puritanos - Bautistas - Cuáqueros - Presbiterianos - Metodistas - Primeros pasos hacia el ecumenismo final.
Los vencedores de Sardis
Quinta recompensa: Serán vestidos de vestiduras blancas. Su nombre no será borrado del libro de la vida ante el tribunal de Cristo en Su venida; al contrario, el Señor confesará sus nombres delante del Padre celestial y de Sus ángeles.
LA CARTA A SARDIS
“1Escribe al ángel de la iglesia en Sardis: El que tiene los siete espíritus de Dios, y las siete estrellas, dice esto: Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto. 2Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir; porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios. 3Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete. Pues si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti. 4Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas. 5El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles. 6El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” (Ap. 3:1-6).
Los escapados de Tiatira
La localidad de Sardis había sido la capital de Lidia, en Asia Menor. Lidia fue una nación rica en oro, pero por esa misma riqueza le sobrevino la perdición, pues fue presa de la codicia de los gobernantes poderosos. Creso, su último rey, fue llevado cautivo por Ciro, el rey persa, en 546 a. C. En los tiempos del apóstol Juan, Lidia, incluida su capital Sardis, hacía parte de la provincia romana de Asia. Hoy de esa ciudad sólo quedan ruinas. La iglesia en esa localidad tipifica el quinto período profético de la historia de la Iglesia de Jesucristo durante su peregrinación terrenal, el cual históricamente comienza desde el inicio de la Reforma, 31 de octubre de 1517 cuando Martín Lutero clavó sus 95 tesis en la puerta del templo de Wittenberg, hasta la eventual venida del Señor.
El nombre de Sardis significa los escapados, aquellos que salieron, el remanente, lo restante y también restauración. ¿Tiene esto alguna relación con este período? En gran manera. Desde el primer período, Efeso, la Iglesia había venido cayendo, desmejorando. En la era apostólica empieza a perder el primer amor y surge la carcoma de los nicolaítas, luego se une en matrimonio con el Estado y la religión babilónica y el resultado es un sistema medieval absolutista, despótico, cruel y corrupto al que la Biblia llama la profetisa Jezabel, que se confunde con el catolicismo romano, y que hemos analizado en Tiatira; pero en todos los períodos ha habido vencedores, santos valientes que el Señor ha fortalecido y guardado, y en Tiatira hemos visto algunos de los santos que se opusieron a la ramera y prepararon el camino para que otra generación de vencedores pudiera escapar de ese nefando sistema, y por medio de ellos, el Señor empezó a restaurar las cosas que se habían perdido y es el comienzo de lo que históricamente se conoce como la Reforma, en parte política y en parte religiosa, pues la iglesia apóstata se había convertido en una mezcla de ambas cosas. En efecto, del seno del catolicismo surgió un remanente, los protestantes. Salieron de ese sistema religioso tiránico y corrupto, como un comienzo de la obediencia al llamado de Dios de Apocalipsis 18:4. Los escapados estaban convencidos de que el sistema católico romano del cual salían se había convertido en herético, por cuanto habían puesto como autoridad de la iglesia, al papa y a los concilios por encima de la autoridad normativa de la Palabra de Dios, y se habían apartado de sus principios, invalidando las Escrituras con doctrinas de invención humana. Pero el fenómeno fue que en la práctica sucedió lo contrario, pues el papado mandó a la hoguera a millones de protestantes, acusándolos de herejes.
Como lo explicamos en el capítulo anterior, a partir de Tiatira ocurre un fenómeno importante que merece reconocimiento, y es que Tiatira no deja de existir hasta la venida del Señor, y Sardis sale de Tiatira, sucediéndole sin que necesariamente la reemplace ni la sustituya. Téngase en cuenta que en la carta a Tiatira se menciona la gran tribulación y tácitamente la venida del Señor. Cuando se cumplieron los 70 años del cautiverio babilónico de los hebreos, el Señor no trajo de nuevo a la Tierra Santa a todo el pueblo, sino sólo a un remanente fiel para que realizara los trabajos de recuperación y reconstrucción del templo, de Jerusalén y de la nación, pues todo había quedado en ruinas.
En los tiempos del profeta Zacarías y Hageo, por un edicto del rey Ciro de Persia, regresó a la tierra de Judá un remanente, algunos dicen que de unas cuatro mil personas, de los que habían sido llevados en cautiverio a Babilonia. Para que dirigieran el regreso, Dios había escogido a Zorobabel hijo de Salatiel, el gobernador de Judá, y a Josué hijo de Josadac, el sumo sacerdote, para que comenzaran a reedificar la casa de Dios y la ciudad. ¿Qué significa que haya escogido esos dos varones simbólicos? El uno, Zorobabel representaba la autoridad de Dios, pues era quien llevaba la simiente de David y era el heredero del trono, y Josué venía de la línea del sacerdocio aarónico; de manera que eran los dos olivos que puso Dios a cada lado del candelero, para la restauración de todo en la casa de Dios.
Pero para que eso ocurriera fue necesario que el Señor despertara los espíritus tanto de los líderes como del resto del remanente, para que se dispusieran en los trabajos de la restauración de la casa del Señor. Sin la obra del Espíritu Santo en nuestros espíritus no puede realizarse nada. Ellos comenzaron los trabajos de reedificación y fueron puestos los fundamentos del Templo, pero la obra se vio demorada debido al hostigamiento y maquinaciones de los vecinos y samaritanos hostiles, enemigos de que se restaurara la casa del Señor y hubiese un avivamiento en el pueblo de Dios. Cuando en Jerusalén empezaron esos trabajos de restauración y reconstrucción en tiempos de Esdras y Nehemías, hubo mucha oposición por parte de los enemigos del pueblo de Dios, pero Dios reaccionó, los fortaleció, los animó y con Su poder, respaldo y la valentía que les infundió, aquella restitución de las cosas perdidas siguió adelante en esa generación. Eso tipifica lo que ocurre con la Iglesia a finales de la Edad Media. Después que el papado romano había retenido cautiva a la Iglesia, llega el momento que un remanente, una minoría de creyentes, se escapa de la nueva Babilonia.
Además de los pre-reformadores mencionados, el Señor permitió que a fines de la Edad Media sucedieran en la historia ciertos hechos, circunstancias y cambios notables en la sociedad, que en su momento también constituyeron fuerzas para el surgimiento y desarrollo de la Reforma protestante, como el Renacimiento. El Renacimiento con sus tendencias paganizadoras y su humanismo descristianizante, en contraste con el escolasticismo del medioevo, surge como un movimiento más secular o temporal que religioso, en el cual consagrados eruditos se inclinaron por el culto a la antigüedad grecolatina, al estudio e imitación de los autores clásicos, y al cultivo del arte, el estudio del griego, el latín y otras disciplinas de tipo investigativo y que incentivaron los orígenes de la ciencia moderna. El Renacimiento se desarrolla aproximadamente en el lapso comprendido entre los años 1450 al 1570, tiempo en el cual es inventada la imprenta por el orfebre alemán Juan Gutenberg, en 1455, y cuyo primer libro impreso, para la gloria de Dios, fue la Biblia, dejando así de ser las Sagradas Escrituras monopolio de unos pocos privilegiados, para venir a ser, traducida a las lenguas vernáculas europeas, de uso común, por lo que todo ello iba incentivando el fuego de la Reforma, pues la gente, al leer el Nuevo Testamento y los escritos de los reformadores, pudo entender lo distante que estaba el papado romano de las enseñanzas de la Palabra de Dios. Vemos aquí que una de las primeras cosas restauradas por Dios en Sardis fue el volver a la lectura, al conocimiento y práctica de la Palabra de Dios. Recuérdese que el Señor se le presenta a la iglesia en Pérgamo como “el que tiene la espada aguda de dos filos”, la cual usa para cortar esa espuria unión de su Iglesia con el mundo.
En el período de Tiatira la Iglesia se había institucionalizado tanto, que había olvidado el evangelio, y al dejar el evangelio de Jesucristo, se había olvidado del método de Dios para Su Iglesia, había descuidado su única organización corporativa, su única forma de vida, la vida del Cuerpo, su única Cabeza, su única forma de gobierno para la iglesia en cada localidad; se había olvidado de los medios evangélicos para predicar, educar y cultivar en las almas el conocimiento del depósito dejado por el Señor. La institucionalizada iglesia apóstata de Tiatira se identifica con la noche de los tiempos, en la cual hasta la Biblia dejó de ser de circulación autorizada, por orden del autodenominado “siervo de los siervos del Señor”.
Comienza la restauración de la casa de Dios
“1Escribe al ángel de la iglesia en Sardis: El que tiene los siete espíritus de Dios, y las siete estrellas, dice esto: Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto”.
La iglesia de Sardis guarda alguna similitud con la de Efeso. Obsérvese que en ambas el Señor se presenta como el que tiene las siete estrellas. En Efeso para cuidar la iglesia y llenarla de Su gracia; en Sardis para traer a la iglesia Su luz y ella vuelva a brillar intensamente, a iluminar en la oscuridad y no se pierda lo que está a punto de morir. Es el mismo inmutable Señor que, habiéndole hablado a una iglesia que por haber perdido el primer amor no hacía las primeras obras, ahora la encuentra con el nombre de que vive, pero que está muerta, como una consecuencia de un deterioro. Los siete Espíritus de Dios sirven a Sardis para que tenga vida intensa. Si en Efeso empieza el deterioro en la Iglesia, en Sardis empiezan las bases de la recuperación de lo que prácticamente ya estaba en ruinas. En términos generales todo estaba prácticamente cubierto por un negro manto de oscuridad, y viene el Señor y se anuncia como el que tiene las siete estrellas para iluminar a la Iglesia y mostrarles el camino de un avivamiento. Pero también se presenta como el que tiene los siete Espíritus de Dios, significando la totalidad de la poderosa, oportuna e importante intervención del Espíritu Santo, para darle vida a lo muerto, para iluminar a la gente en el entendimiento de la Palabra de Dios y su debida y valerosa fidelidad a la voluntad del Señor en esos tiempos decisivos, frente a una poderosa e institucionalizada oposición satánica. El Espíritu de Dios siete veces intensificado, dando vida a la Iglesia, “porque la letra mata, mas el espíritu vivifica” (2 Co. 3:6b).
¿Qué significa que Sardis tenga nombre de que vive, pero que está muerto? La respuesta la daremos en el desarrollo y comentario de los acontecimientos históricos en torno al protestantismo reformado. El período profético de Sardis representa la iglesia protestante, cuya característica principal es que tiene nombre de que vive, pero que está muerta, y al estar muerta, necesita vida espiritual, la vida de los siete Espíritus vivientes de Dios y las resplandecientes estrellas, en el número de la plenitud. Sardis tiene nombre de que vive y está muerta debido a que la Reforma fue más de forma que de fondo, de nombre que de vida, pues la verdadera reforma sólo viene de la unión con el Salvador y la búsqueda de Su gloria. En la Reforma se mezclaron intereses que no necesariamente eran los del Señor. La Reforma fue más objetiva que subjetiva.
En el protestantismo no hay unidad porque sus distintas divisiones no tienen debidamente definida una clara doctrina eclesiológica, y constituye una gran verdad que para muchos líderes y predicadores protestantes se les hace confuso entender con la necesaria nitidez el concepto bíblico de iglesia y cómo se identifica la Iglesia objetivamente. El catolicismo romano se ufana de su impresionante estructura, pero el protestantismo hace otro tanto aun en medio de la proliferación de disímiles denominaciones, a veces estructural, gubernativo y hasta doctrinalmente tan diferentes, que uno se pregunta qué parte de la Biblia particularmente han preferido destacar en detrimento del resto de las Escrituras, fomentando cada día más el caos y el desacuerdo.
Pudiéramos pensar que el catolicismo romano degeneró hasta llegar a ser un remedo caricaturesco de la Iglesia del Señor, y tanto el sistema católico romano, como los sistemas ortodoxos orientales, la iglesia cristiana copta de Egipto y otros, representan algo menos que la Iglesia del Señor. Pero, como lo veremos más adelante, el protestantismo fabricó sus pequeños reinos “papales” adoptando nombres propios diferentes del nombre del Señor, sistemitas todos que son menos que la Iglesia del Señor. El catolicismo romano, no obstante su pretendida unidad, destruyó la comunidad cristiana, pero el protestantismo no ha hecho nada para recobrarla; porque se puede predicar que te salvas por la gracia de Dios y no por tus méritos personales, pero se te puede prohibir tener comunión y aun que partas el pan con tus hermanos por el hecho de no pertenecer a tu misma bandera doctrinal y nominal. Cuando no hay unidad en el cuerpo no puede haber manifestación de vida, de ahí que el Señor se presente como el que tiene los siete Espíritus de Dios, para que se puedan hacer las obras de la vida. Aun con el surgimiento de movimientos pentecostales y carismáticos la situación en Sardis es la misma.
De las cosas que se fueron restaurando en Sardis, o por lo menos se inició su restauración, tenemos la normatividad y autoridad de la Biblia, la justificación por la fe, el sacerdocio de todos los santos y el sometimiento a la autoridad del Señor por encima de toda otra autoridad, de lo contrario no podía darse restauración alguna. Sardis representa la iglesia protestante; en Sardis se inicia la Reforma pero no se completa. Incluso cosas que se restauraron, como el sacerdocio de todos los santos, volvieron a echar atrás en el desarrollo del protestantismo; la Biblia había sido el libro sellado durante mil años, y los reformadores la volvieron al pueblo, pero sin infundirles el amor por su lectura; de ahí que el cristiano protestante la tiene pero no la lee. Una cosa es tener la Palabra de Dios en la mano y aun leerla para discutir, y una diferente es tenerla en el corazón, vivirla o aplicarla a la vida. El protestantismo insistió en la justificación por la fe, pero en la práctica negando su eficacia, de tal manera que muchos careciendo de la fe, están imposibilitados de hacer buenas obras. Tengamos en cuenta que de acuerdo con el espíritu de la época, el movimiento protestante al iniciarse tendía más a sacudirse del yugo político que a la obra regeneradora de Dios. A los ojos de Dios, la Reforma fue pues considerada muerta.
Nadie pone en tela de juicio que Lutero era un hombre de Dios, guiado bajo la magnífica revelación de Dios para hacer la voluntad de Dios para la restauración de Su Iglesia, en Su reacción ante Tiatira. La intención de Lutero fue la reforma de la única Iglesia de Cristo y se afirma que nunca hubiese permitido la creación de iglesias luteranas, pero desde los albores de la Reforma se vislumbró las diferencias de criterios de los reformadores, diferencias que generaron distintas perspectivas protestantes: luteranos, calvinistas, zwinglianos, anglicanos, por no mencionar sino a los exponentes más prominentes; y los esfuerzos por reconciliar esas facciones, a lo más produjeron coyunturales “iglesias” nacionales, por mucho que no hayan querido fomentar cismas y divisiones.
Esas iglesias nacionales a menudo asumían diferentes características y conformaciones: Luterana en Alemania, presbiteriana en Escocia, episcopal en Inglaterra, mixtas en otros países. A lo anterior contribuyó mucho el hecho de que los gobernantes europeos aprovecharon coyunturalmente la Reforma religiosa para sacudirse de la opresión y yugo del poder romano papista, de tal forma que, además de la fuerza de Dios, operó la del hombre; de manera que fue una reforma política a la vez que religiosa, pues el sistema católico se había convertido en un poder político religioso. Martín Lutero fue el siervo usado por Dios, infundido de tal fe que, animado por el Espíritu Santo, aun viéndose solo, se mantuvo fiel a Dios y firme contra todo ese poderío de la curia romana de su tiempo.
En el capítulo anterior vimos cómo la fe, la actividad y el testimonio de los pre-reformadores como los valdenses, los husitas, los lolardos, fueron decisivos para la Reforma y la formación de lo que llamamos el protestantismo. También contribuyeron a la traducción, impresión y divulgación de la Biblia, la teología misma de Agustín ya enfocada bajo un lente más escrituraria, el humanismo renacentista, el nacionalismo que veía no muy bien que poderes extranjeros estuviesen manejando los asuntos eclesiásticos y el escape de dineros a Roma, y sin lugar a dudas el surgimiento en la sociedad de un nuevo elemento, la burguesía, o clase media. El protestantismo surge casi simultáneamente en varios países europeos; de sus principales adalides haremos un apretujado perfil, siendo Lutero indiscutiblemente la figura prominente.
Lutero y la Reforma
Martín Lutero (Luther) (1483-1546). Nació este alemán en Eisleben (Turingia) el 10 de noviembre de 1483, en laborioso hogar del sector rural envuelto en esa atmósfera religiosa común a la época; su padre llegó a ser un holgado minero que se interesó en la educación de Martín, con el deseo de que llegara a ser un brillante jurisconsulto. De acuerdo con el espíritu de la época, el joven Martín fue educado en el temor de Dios, en la creencia de la existencia del cielo, del infierno, de los santos, de los ángeles y demonios. Creció con aquel infundado terror a Cristo como juez, lo cual creía atenuar creyendo en la eficaz intercesión de la virgen María y los santos. Adelantó su educación primaria en Mansfield y Watterburgo, y luego pasó a la escuela superior de San Jorge, en Eisenach. En abril de 1501 inició estudios de letras en la Universidad de Erfurt: retórica, dialéctica y lógica, viendo también física y astronomía, clásicos latinos (Cicerón, Tito Livio, Virgilio). Brillante estudiante, en 1502 recibe el grado de bachiller de Artes Libres, y en 1505 el de maestro en Artes Libres, habiendo cursado otras materias, pero haciendo énfasis en las enseñanzas filosóficas de Aristóteles (metafísica, ética, política, economía).
Su padre estaba esperanzado en que continuara estudiando jurisprudencia, pero ocurrió en su vida un giro inesperado. Cierto día regresaba de su casa a la Universidad de Erfurt, y habiendo anochecido, le sorprendió una pavorosa tormenta y un rayo mató a un compañero, por lo que lleno de temor cayó en tierra y gritó a Santa Ana, la patrona de los mineros: “Ayúdame y te prometo hacerme monje”, y sin consultar a sus padres ingresó a la orden de los agustinos eremitas en Erfurt. En 1507 es ordenado sacerdote; estudia teología, y 1508 pasó a la Universidad de Wittenberg, en el electorado de Sajonia, para enseñar ética aristotélica, por invitación de Juan Staupitz, general de los agustinos, quien también le anima a prepararse para el doctorado. Indiscutiblemente Lutero fue influido por la línea escolástica de Occam.
En Lutero se da un escalonamiento de sucesos concatenados entre sí. Téngase en cuenta que no era su intención hacerse monje, pero la experiencia de la tormenta que lo llena de temor de morirse e irse al infierno, le hace hacer un voto a la “patrona” de su padre, e ingresa al monasterio, pero ese paso transcendental con sus implícitas y posteriores rígidas normas de vida no satisfizo sus temores, y vemos la mano del Señor guiándolo, permitiéndole esas luchas vivenciales; vivía una permanente lucha interior, pues la vida monástica no le proporcionó la seguridad de salvación que tanto anhelaba, y procuraba por todos los medios infundidos en la época hacerse adepto a Dios y merecer la salvación, por lo que continuaron con mayor rigorismo sus interrogantes relativos a su propia salvación.
Conforme las enseñanzas doctrinales de su época, Lutero se cuestionaba, ¿Cómo puedo yo, miserable pecador, ser justificado ante un Dios santo? ¿Cómo puedo yo obtener mérito suficiente para alcanzar el cielo? De acuerdo con esas doctrinas de tipo teológico de la época, también se preguntaba, ¿será cierto que me pueden servir las penitencias, la mortificación de la carne, las indulgencias y la práctica de los sacramentos? Al no obtener respuesta satisfactoria, ¿qué sigue después? Estando en ese medio monacal y universitario relacionado con la teología, tiene la oportunidad de estudiar las Sagradas Escrituras y de llegar al entendimiento del evangelio, y por ese entendimiento de la Palabra de Dios llegó al convencimiento de que el justo vive por la fe y no por las obras, así se llamen indulgencias, mortificación de la carne, peregrinaciones, el recurrir a los sacramentos como medios de gracia, conocimiento y entendimiento al que llegó particularmente por medio del estudio de la epístola de Pablo a los Romanos.
En 1510 viaja a Roma por asuntos de su orden religiosa, pero después de haber presenciado el ambiente de corrupción moral y la indiferencia espiritual en que estaba inmersa la corte papal aumentó su angustia y aflicción. En 1511, de nuevo en Wittenberg reanudó sus estudios para el doctorado: Obras de Occam, d’Ailly, Gabriel Biel, Agustín, Bernardo de Claraval, Tomás de Aquino, Gersón. En 1512 es nombrado supervisor de los agustinos en Wittenberg y recibe su doctorado en Teología, iniciándose como profesor de Sagradas Escrituras. Aceptó impresionado y aún con sus reservas la doctrina de la predestinación, pues hasta cierto tiempo de su vida tenía sus conflictos con el Señor. Había aprendido que si el hombre voluntariamente cooperaba con la gracia, podía llegar a merecer el cielo; cooperación que enfatizaba el frecuentar los sacramentos y demás artificios mediadores de gracia. Las luchas de este monje agustino eran interminables, y ni las mejores obras ayudadas por medios de gracia, ni el estudio de esos grandes teólogos, ni su vida monacal y todos esos recursos, no hacían sino hundirlo más en la desesperación, pues continuamente sentía que sus pecados lo alejaban cada vez más de un Dios tres veces santo. Más tarde escribiría: “Tratar de mantenerse en pie con las propias fuerzas es el error en el cual también yo estuve”. Pero en su condición de profesor de Sagradas Escrituras, a partir de 1513 tiene la oportunidad de desarrollar una serie de cursos bíblicos sobre los Salmos, la epístola a los Romanos, a los Gálatas y Hebreos, y “descubre” la justificación por la fe (Cónfer Romanos 1:17), y que el hombre se salva por la libre gracia de Dios, sin que medie ningún mérito por la parte humana. Así comienza a alejarse de la teología escolástica. En Lutero, pues, han venido dándose tres aspectos en ese crucial proceso: la vivencia y búsqueda religiosa, la formación científica y la experiencia de fe. Desde niño le habían enseñado a ver en Cristo al juez, pero llegó el tiempo de ver en la cruz a Dios reconciliando al mundo consigo mismo por la obra de Su Hijo. Una vez que Lutero tuvo la suficiente luz escrituraria en relación con la salvación, empezó a compartirlo en sus enseñanzas y a manifestarse en los círculos universitarios en contra de la oscura doctrina en torno a las indulgencias, y fue recibiendo la solidaridad de sus colegas.
Pero lo que llevó a Lutero al conflicto con Roma fue de índole de autoridad más que de doctrina. Era tanta la arrogancia pontifical, que de momento el Vaticano no miraba sino a un hereje que ponía en tela de juicio su autoridad, pues, como ya antes lo habían declarado varios teólogos de la talla de Guillermo de Occam y Gabriel Biel (1420-1495), Lutero afirmó la autoridad de las Escrituras por encima de la autoridad de la iglesia, del papa y de los concilios eclesiales. Lutero comprendió que las Escrituras tienen una perspectiva cristocéntrica, y como tal son las que normatizan el camino verdadero de la salvación, y todo lo que se salga de sus cauces y no esté de acuerdo con la Biblia, no tiene validez. La canonicidad de las Escrituras no depende de la aprobación de la Iglesia, porque la Iglesia está fundamentada sobre las Escrituras y no las Escrituras sobre la Iglesia. La autoridad de las Escrituras se fundamenta en que Dios es Su autor, y sólo por eso. No se le puede negar la perspicuidad a las Escrituras; es decir, que pueden ser entendidas por cualquier santo que se interese en conocerlas, y para ello el Señor proporciona la ayuda pedagógica de la unción del Espíritu Santo. Es interesante saber que los pasajes claros de la Biblia pueden aclarar los oscuros y aparentemente difíciles. La Escritura no necesita la interpretación y magisterio oficial de la Iglesia, pues eso implica colocar a la Iglesia por encima de las Escrituras (cfr. Efesios 2:20; Romanos 1:17; 1 Juan 2:20,27).
Las indulgencias para San Pedro
No obstante los vientos de reforma y de independencia que se venía respirando en Europa en los tiempos en que Lutero enseñaba en la Universidad de Wittenberg, aún se dejaba sentir la intolerancia y el absolutismo, y es cuando surge en Roma la necesidad de ingentes sumas de dinero para terminar la construcción de la catedral de San Pedro. ¿Qué mejor que recolectarlo vendiendo indulgencias por toda Europa? Ya hemos comentado que la Biblia fue por mucho tiempo un libro de prohibida circulación y lectura, y la gente, al desconocer las Sagradas Escrituras, creía las mentiras difundidas por el papado, hasta el punto de que gobernantes como Federico el Sabio, elector de Sajonia, también se beneficiaban con el tráfico de indulgencias. Por ejemplo, en el templo del castillo de Wittenberg, el elector de Sajonia exponía sus propias reliquias y obtenía beneficios por cuanto se había arraigado entre la gente la falsedad de que quien mirase y venerase devotamente esas reliquias en el día de Todos los Santos a fines de octubre, recibía una remisión plena de toda pena temporal, de tal manera que quedaba libre de sufrir las penas del purgatorio. Entre esas reliquias supuestamente se encontraban, entre otras cosas, típicas pajas del pesebre de Belén, como también una botellita que contenía tres gotas de la leche del seno de la Virgen María. Pero para tal fecha del año 1517, no acudió a Wittenberg el número esperado de peregrinos y campesinos, pues surgió la competencia originada desde Roma.
Por esas mismas calendas el florentino Juan de Médicis (1475-1521), hijo del banquero Lorenzo el Magnífico, ocupaba el cargo de papa con el nombre de León X, y quiso girar sobre la famosa tesorería de los santos con el fin de remitir las penas temporales por el pecado de muchos europeos, tanto de los vivos como de las almas de amigos y parientes que estuviesen en el purgatorio, y de paso obtener pingües ganancias con el comercio de esas indulgencias, indispensable fuente de rentas. Téngase en cuenta que este sagaz y maquiavélico político renacentista fue hecho sacerdote a los ocho años, diácono cardenal a los trece, y durante su pontificado fue en aumento la corrupción del papado. No era hombre capaz de comprender el alcance y el significado espiritual del movimiento que Lutero lideró en su tiempo. León X solicitó a Alberto de Brandenburgo, banquero de la aristocrática familia de Hohenzollern, que se encargara de la venta de las indulgencias en Alemania con un beneficio del 50%, el cual se iba a aplicar a la deuda que a la sazón Alberto había adquirido con el papado por la compra del cargo de arzobispo de Maguncia, el cargo eclesiástico más elevado en Alemania.
Por delegación del arzobispo, en la práctica en el territorio alemán el vendedor principal era el dominico Juan Tetzel, quien astutamente las ofrecía diciendo que “tan pronto suena la moneda que se deposita en el cofre, el alma de sus difuntos parientes sale volando del purgatorio al cielo”, o con la virtud de conceder perdón de todo pecado de las personas en cuyo favor fuesen comprados esos certificados firmados por el papa.
El conflicto con Roma
Cuando Lutero se enteró que muchos habían acudido a lugares vecinos a comprar indulgencias papales, decidió hacer pública la ineficacia de esos medios tan ajenos a la gracia de Dios y los méritos del Señor Jesucristo, y el día 31 de octubre de 1517, fecha que se ha señalado como el comienzo de la reforma protestante, Lutero clavó en la puerta de la capilla del Castillo de Wittenberg, que servía también a manera de tablero de noticias de la Universidad, las 95 tesis o declaraciones debatiendo las indulgencias, advirtiendo el peligro que encerraban para las almas de los fieles. Inicialmente los protestantes reformadores no tuvieron la intención de romper con el catolicismo romano, ni se consideraban unos innovadores, sino reformadores; parece que los animaba el deseo de purificar a la Iglesia de las mismas corrupciones de las que acusaban a la jerarquía romana. Al parecer, era un movimiento con miras a volver a las fuentes de la más pura fe cristiana.
En las 95 tesis Lutero no ataca personalmente al papa, sino que ve en el comercio de las indulgencias un menoscabo de la reputación papal, pero esas declaraciones tienen la contundencia suficiente como para encolerizar al arzobispo de Maguncia y a Tetzel. Hay que tener en cuenta que más que una reacción pastoral, la intención de Lutero fue suscitar un debate de tipo académico a nivel universitario, sin que dejara de ser lo primero, pero en el fondo se convirtió en un desafío a la cuestión de las indulgencias y a la autoridad papal (se puede leer el texto de las 95 tesis en el apéndice del presente capítulo).
Sin que Lutero se lo propusiera, a los pocos meses las 95 tesis fueron impresas y difundidas por toda Alemania no sólo en su latín original, sino también traducidas al idioma vernáculo, y ello trajo como consecuencia que Lutero se viera envuelto en una controversia, y el problema fuera llevado hasta Roma. Al principio León X no le prestó mucha atención al asunto, mirándolo como una disputa entre dominicos y agustinos, ocupado como estaba en la política italiana, conformándose por el momento con ordenar al director de los agustinos que acallara a este fraile; pero un consejero papal, el dominico Silvestre Prierias, en vez de enfrentar un debate de tipo ideológico, teológico y doctrinario, escribió un Diálogo sobre la Autoridad del Papa, logrando que el papa citara a Lutero a Roma en el verano de 1518, para que respondiera a los cargos de herejía y contumacia, pues aquello fue considerado solamente desde el punto de vista de la autoridad papal. Entonces Lutero hizo saber al elector Federico y al emperador Maximiliano que aquello significaba un ataque a los derechos de las universidades alemanas, y el mismo emperador se encargó de recomendar prudencia al papa, quien convino que la audiencia se trasladara a Augsburgo (Alemania) donde estaba reunida la Dieta imperial (Reichtag), enviando como su representante a Tomás Vío, conocido como el Cardenal Cayetano, delante del cual Lutero se negó a retractarse.
A pesar de estos acontecimientos, aún el papa procuraba asumir una actitud conciliatoria a fin de conservar la buena voluntad del elector Federico, y ante Miltitz, el nuevo legado papal, Lutero dio muestras de abstenerse del debate si sus contrarios también tomaban la misma actitud, pero los dominicos que criticaban a Lutero arreciaron el ataque, y por otro lado, profesores destacados de la universidad de Wittenberg salieron en defensa del reformador, como el joven profesor humanista Felipe Melanchthon (1497-1560).
Lutero quería evitar la ruptura con Roma, y él mismo dice: “Nunca tuve la intención de combatir la iglesia romana, y no pongo nada por encima de ella, ni en el cielo ni en la tierra”. Incluso al comienzo pensó que el papa le daría la razón. Esto es importante ponderarlo debido a que a Lutero se le ha acusado desde los círculos del catolicismo romano, de que, viendo las miserias y pecados de la Iglesia Romana, en vez de contribuir a la reforma de la Iglesia Católica Romana desde dentro, decidió romper con la misma, y promover una reforma desde fuera. Eso no es cierto. La autosuficiencia y la soberbia de una institución tan ciega, lo ha proclamado así. Fue lo contrario; no podían soportar a alguien que desafiara la autoridad de los magnates que ostentaban tal poder religioso en el mundo. Si Lutero no hubiera tenido algún respaldo de los poderosos de Alemania en su tiempo, el sistema católico romano lo hubiese mandado a la hoguera exactamente como a Huss en Constanza. Los acontecimientos se fueron dando de tal manera, que el legado papal se percató de que todo aquello había sido aprovechado para convertirlo en un movimiento nacional contra Roma. Muchos príncipes se pusieron del lado de la causa protestante y se aprovecharon coyunturalmente de la misma para sus propios fines políticos.
En 1519 tuvo lugar en Leipzig un debate delante de un numeroso auditorio entre Lutero y algunos de sus colegas como Melanchthon, frente al teólogo Juan Eck, en el cual quedó en claro que Lutero admitió como cristianas y evangélicas algunas de las enseñanzas de Juan Huss, que los concilios eran falibles, que los artículos de fe se deben derivar de las Escrituras y no podían ser establecidos por el papa ni por la Iglesia, quedando convencido además de que a la Biblia y la teología escolástica las separaba un abismo. Cada día más el pueblo y muchos nobles apoyaban a Lutero. Esto puso el sello para que el 15 de junio de 1520, León X excomulgara a Lutero y cuatro de sus compañeros, y condenando sus escritos, mediante la bula Exurge Domine, la cual comienza diciendo: “Levántate, Señor, y juzga tu causa. Un Jabalí ha invadido tu viña”. Pero Lutero quemó públicamente lo que llamó “la bula execrable del anticristo”, protocolizando el rompimiento definitivo de Lutero con el catolicismo romano.
Ese mismo año Lutero escribió los siguientes importantes tratados:
- El Sermón sobre Buenas Obras, en oposición a las obligadas obras para salvación de su tiempo, declarando que “la más noble de las buenas obras es creer en Cristo”.
- El Papado en Roma. Obra publicada en 1520, por medio de la cual Lutero va aclarando más su concepto de Iglesia, considerándola como la asamblea espiritual de todos los creyentes unidos en Cristo en toda la tierra, en donde rechaza una cabeza humana (el papa).
- El Discurso a la Nobleza Germana. Es un fuerte ataque contra el papado romano. Entre otras cosas dice que el papado ha edificado tres murallas protectoras en menoscabo del verdadero cristianismo: La primera, la superioridad de los papas y el clero en general sobre los laicos, en detrimento del bíblico sacerdocio de todos los creyentes. La segunda, que el papa se arrogó el derecho exclusivo de interpretar las Escrituras, aun los incrédulos e incapaces de entenderlas que han ocupado ese cargo. La tercera, la pretensión de que sólo el papa podía convocar un concilio, cuando en la historia muchos emperadores, empezando por Constantino en Nicea, lo habían hecho. Lutero ve la misma jerarquía eclesiástica como el peor enemigo de la fe.
- El Cautiverio Babilónico de la Iglesia. Este tratado afirma que el papado era el reino de Babilonia que había llevado cautiva a la Iglesia, y algunas formas de ese cautiverio habían sido negarle el cáliz a los laicos, la transubstanciación (prefiriendo consubstanciación), la misa como buena obra, sacrificio y ofrenda a Dios; reduce el número de sacramentos a dos: el bautismo y la santa cena, pero retiene lo del bautismo a los niños. En este documento Lutero rechaza que se le llame sacramentos a cinco de los tradicionales del catolicismo: confirmación, penitencia, matrimonio, ordenación y extrema unción.
- La Libertad del Cristiano. Dirigido a manera de carta cordial a León X, pues ha sostenido que sus acusaciones no han sido necesariamente contra la persona de León X sino contra el oficio del papado. En ese tratado sostiene que un cristiano es un hombre libre, señor de todo y no sujeto a nadie, y a la vez es el más obediente siervo de todos, y está sujeto a todos, queriendo significar con ello que el medio de alcanzar esa libertad es la Palabra de Dios y que la justificación sólo se obtiene por la fe y no por merecimientos a través de buenas obras, que son métodos rudimentarios nacidos en el legalismo y en las disciplinas monásticas. Cuando el hombre se convence de que no puede salvarse por obedecer las exigencias de los mandamientos veterotestamentarios, se vuelve a las promesas de Dios en Cristo Jesús para alcanzarlo, ejerciendo la fe. Lutero dice que es una insensata presunción procurar la justificación mediante obras. La fe honra a Dios y nos une a Cristo. Lutero afirma en este tratado que “las buenas obras no hacen un hombre bueno, pero un hombre bueno hace buenas obras; las obras malas no hacen un hombre malo, pero un hombre malo hace obras malas”.
En estos tratados Lutero exponía lo que Dios estaba recuperando en Su Iglesia en ese momento coyuntural por medio de los reformadores: la justificación sólo por la fe, el sacerdocio de todos los creyentes, la autoridad de la Palabra de Dios como está registrada en las Escrituras, el derecho y el deber de cada cristiano de interpretar las Escrituras. Ellos estaban convencidos de que todo eso no era nuevo, sino la recuperación y confirmación del depósito histórico dejado por Dios a Su Iglesia antes que el cristianismo fuese corrompido por el sistema babilónico. Y eso sólo era el comienzo de la recuperación de lo perdido. Ahí no paró todo. El Señor continuó el trabajo de restauración hasta nuestros días, como veremos más tarde.
La Dieta de Worms
El 3 de enero de 1521, la bula papal Decet Romanun Pontificem condena definitivamente a Lutero. Teniendo en cuenta que el Santo Imperio Romano era considerado el brazo político de la comunidad cristiana, el Estado no le podía dar refugio a un hereje condenado por la cabeza del sistema religioso, y en cuyo caso a quien le correspondía actuar era a Carlos V, recién electo emperador, nieto de Fernando e Isabel, los reyes católicos españoles. Pero condenar a muerte a Lutero no era cosa muy sencilla por cuanto algunos de los príncipes alemanes estaban a su favor, mayormente Federico el Sabio, elector de Sajonia, a la sazón protector de Lutero no propiamente por convicciones evangélicas sino más bien por asuntos de orden político y nacionalista, pues él estaba empeñado en el bienestar social y espiritual de su pueblo, y no permitía que un alemán fuese condenado fuera de su patria y sin que se escuchara su causa. Sin embargo, y sin la total aprobación de Carlos V, Federico consintió en que Lutero compareciera ante la Dieta del Imperio, reunida en la ciudad de Worms el 17 de abril de 1521. Al igual que un siglo antes había sucedido con Juan Huss cuando compareció ante el concilio de Constanza en 1415, a Lutero también le concedieron salvoconducto imperial, y en abril se presentó ante esa asamblea y ante el emperador, no sin que antes sufriera de desánimo y temor y hasta la tentación de renunciar a presentarse, de darse por vencido. Y no era para menos. Un humilde monje y profesor, a riesgo de su vida, enfrentándose ante poderosas huestes satánicas representadas en ese momento por la autoridad constituida, tanto del poder eclesiástico como del Estado.
Allí delante del emperador, los príncipes alemanes, algunos teólogos y los legados papales, Marino Caraccioli y Jerónimo Aleandro, Lutero no negó que los libros amontonados en el recinto habían sido escritos por él. En cuanto a que si se retractaba de cuanto había escrito, la mejor respuesta la damos con las propias últimas palabras del discurso pronunciado por Lutero: “No puedo ni quiero retractarme a menos que se me pruebe, por el testimonio de la Escritura o por medio de la razón, que estoy equivocado; no puedo confiar ni en las decisiones de los Concilios ni en las de los Papas, porque está bien claro que ellos no sólo se han equivocado sino que se han contradicho entre sí. Mi conciencia está sujeta a la Palabra de Dios, y no es honrado ni seguro obrar en contra de la propia conciencia. ¡Que Dios me ayude!. Amén”.
A pesar de que los legados papales pretendieron conseguir que fuese entregado a la justicia, el emperador le permitió salir de Worms. De vuelta a Wittenberg, Lutero es secuestrado por orden de su elector, Federico de Sajonia, y trasladado al castillo de Wartburgo en Turingia, a fin de protegerlo contra las amenazas, mientras se calman un poco los ánimos. Allí permaneció cerca de un año, lapso en el cual tradujo al alemán el Nuevo Testamento, pero la Biblia entera en alemán se publica doce años más tarde. El emperador Carlos V promulgó un edicto en Worms, decretando a Lutero como “una rama cortada de la iglesia de Dios, un cismático obstinado y hereje manifiesto”, haciéndolo un proscrito, ordenando que se le negase toda hospitalidad y toda ayuda, que se le prendiese, así como a sus seguidores, confiscándoles sus bienes, y prohibiendo la compra de sus libros, algo que nunca se llevó a cabo debido que Lutero contaba con muchos simpatizantes, incluso dentro del alto gobierno.
Las obras imperfectas de Sardis
“Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir; porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios” (v.2).
Los versos 1 y 2 hablan de que el Señor conoce las obras de Sardis y que no las ha hallado perfectas. Innegablemente en Sardis fueron hechas muchas buenas obras, pero el Señor les reprocha el no haberlas continuado, las dejaron a medio hacer, no las perfeccionaron. Las obras de Lutero y los demás reformadores fueron buenas, pero el Señor les dice que no fueron perfectas. Los reformadores restauraron la doctrina de la justificación por la fe, y de hecho los que se salvaron en Sardis tenían la convicción de que no lo hacían por sus propias obras, ni por mediación de los sacerdotes, sino por la obra salvífica de Dios en Cristo, y como un regalo; no obstante, hay que aclarar que la justificación por la fe fue restaurada por Lutero más como una doctrina superficial que perfeccionada como vida en el pueblo de Dios. Pero sobre todo en materia eclesiástica, en vez de desprenderse totalmente de toda la degradación de Tiatira y volver a las fuentes primigenias de la Palabra de Dios, fueron herederos de muchas de las aberraciones que quisieron reformar. Es bueno que ellos hayan desviado su mirada del mundo religioso pagano para posarla en el ideal de vida cristiano, pero les faltó vida, no pasaron de la especulación teórica, su regeneración era auténtica pero no produjo los frutos deseados, se produjo el nuevo nacimiento pero no se desarrolló el nuevo hombre que el Señor quería que se alcanzara, y la auténtica renovación para la restauración de todas las cosas que se habían perdido. No se pudo llegar al estado de la iglesia primitiva. Exteriormente la iglesia protestante aparentaba piedad, pero bien pronto se fue apagando el fuego inicial del avivamiento reformista, la vida espiritual se fue desmejorando. Hay cosas que se habían perdido, y aunque algunas fueron restauradas en la Reforma, por esa falta de vida, estaban a punto de morir, y es por eso que aún se necesita que esas cosas sean revividas y reafirmadas en el protestantismo, porque, como lo venimos desglosando, muchas cosas restauradas y comenzadas en Sardis, no han sido terminadas nunca. Fue necesario que el Señor reaccionara nuevamente para completarlas, y eso lo hizo posteriormente con Filadelfia. En el protestantismo a menudo buscan los frecuentes reavivamientos.
No es verdad que la historia se repita, como lo concebían los griegos, pero sí enseña al que quiera aprender en sus fuentes. Por ejemplo, en su oportunidad Dios hizo innecesarios tanto el templo como los elaborados sacrificios del judaísmo, centro neurálgico de su culto y del cual se ufanaban como definitivamente indestructibles e indefectiblemente únicos dueños del favor de Dios. Y ese disparatado orgullo fue su ruina cuando todo eso fue destruido como trágico desenlace, como Jesús lo había previsto. Los primeros cristianos se encargaron de advertírselo a los dirigentes judíos de ese tiempo, pero ellos despreciaron esa advertencia: “48... si bien el Altísimo no habita en templos hechos de mano, como dice el profeta: 49El cielo es mi trono, y la tierra el estrado de mis pies. ¿Qué casa me edificaréis? Dice el Señor; ¿O cuál es el lugar de mi reposo?” (Hch. 7:48-49).
Hoy sucede algo similar con la estructura eclesiástica de nuestro tiempo. Es peligroso querer ganar el favor de Dios por los medios legalistas, la fuerza, el orgullo organizacional, las cuentas bancarias, los grandes y lujosos templos, el amor a la alabanza humana, los intereses egoístas, el deseo de dominación en la comunidad cristiana y la confianza en sí mismo; tentaciones crónicas en sí mismas. Esto no es nuevo. Se dio en el seno mismo del círculo íntimo de Jesús. También allí hubo brotes de aspiraciones personales por ocupar rangos superiores y ser objetos de reconocimientos, ocasión que aprovechó el Señor para hacer una vez más la diferencia o mostrar el contraste entre las dos clases de grandeza: la babilónica y la de los ciudadanos del reino de Dios. “26Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, 27y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo” (Mt. 20:26-27). En la Iglesia del Señor se hace grande el que humildemente sirve a los santos incluso en ocupaciones que muchas veces son despreciadas por la sociedad secular y algunas facciones del cristianismo.
Estos caminos se alejan de los fundamentos de la ciudad de Dios. Aunque el fundamento del edificio sea Jesucristo, es posible que se llegue a sobreedificar con materiales diferentes al oro, la plata y las piedras preciosas. Quien se enrumba por el camino y el poder legalista, desecha el auténtico poder desplegado por Dios en la cruz, que es, por lo demás, el único valedero ante el Señor. “23Pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; 24mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios” (1 Co. 1:23-24).
Origen de las “iglesias nacionales”
El protestantismo no fue una reacción puramente religiosa. La realidad es que otros intereses convergieron, como el nacionalismo, las aspiraciones de monarcas absolutos, dispuestos a manejar tanto la vida política como la religiosa en sus dominios. El remanente hebreo que volvió a Jerusalén a restaurar la ciudad y reconstruir el templo, lo hizo con la protección de los reyes persas, y la subsiguiente dependencia de Alejandro el Grande y sus sucesores, y posteriormente de los romanos. Así aconteció con el protestantismo al desprenderse del catolicismo; lo hizo bajo la protección y dependencia de los Estados europeos. Con el tiempo en Europa la Reforma religioso política fue degenerando en un cristianismo nominal; una combinación del poder de la iglesia y de las fuerzas políticas que se opusieron a Roma. La cristiandad nominal, tradicional, entendida como conjunto de sistemas religiosos, aunque siempre albergó en su seno auténticos cristianos, sin embargo se llenó de cristianos por herencia, sólo de nombre, habiendo recibido el legado de hacer las cosas siguiendo por inercia la práctica de costumbres ancestrales y ritos vacíos, inmersos en esa abúlica ignorancia religiosa de los verdaderos propósitos de Dios, tan distantes a menudo de los derroteros humanos, o simple y llanamente no conociendo a Dios ni a Su Cristo, adquiriendo fácilmente la tendencia de irse con la corriente, o de donde jamás han salido. El término cristiandad generaliza demasiado, arrastra de por sí un cansancio semántico; que me impulsa a afirmar que conlleva una connotación peyorativa del significado de la verdadera Iglesia de Cristo.
En Europa las dos fuerzas, la religiosa y la política, dieron origen a las “iglesias nacionales”: en Inglaterra, la Anglicana; en Alemania, la Luterana; en Escocia, la presbiteriana; en Holanda, la Reformada holandesa, y otras, de tal manera que quien naciera en uno de estos países, por el solo hecho de nacer por ejemplo en Inglaterra, inmediatamente era bautizado como anglicano, sin más consideraciones bíblicas, exactamente como ocurre en los países llamados católicos, como en España e Italia, donde la Reforma fue abatida cruelmente. Eso indica que la iglesia se confundía con la sociedad secular y eran, en la práctica, iguales en cuanto a su membresía. Eso aún ocurre hoy día; paganos bautizados dentro de un sistema cristiano.
¿Por qué ocurrió todo esto? Porque para la construcción de la casa de Dios, los cristianos aceptaron la ayuda de personas del mundo, y de los poderes políticos, y eso los llevó a imitar al mismo sistema religioso del cual habían salido, y las iglesias protestantes acabaron constituyéndose en una mezcla de política y religión. ¿Permitirá Dios que alguien fuera de Él, el Estado por ejemplo, reine sobre las almas de sus escogidos? Si Tiatira se casó con el mundo, Sardis se unió a diferentes naciones. En esa forma se crearon las extrabíblicas iglesias nacionales. Por ejemplo, ya independientes de Roma, todos los ingleses quedaron incluidos en la Iglesia Anglicana, y todos los alemanes en la Iglesia Luterana Alemana. Eso significa que se confundieron los términos Alemania con Iglesia Alemana, y todos los nativos del país pueden bautizarse en la respectiva “iglesia nacional”, y el Señor les dice que tienen el nombre de que viven, pero están muertos. ¿Hay allí auténtico pueblo de Dios? Sí lo hay, pero mezclado con infieles, como ocurre con el sistema católico romano. Desde Alemania, el luteranismo se extendió hacia otros países europeos como Escandinavia, Islandia y Finlandia, Dinamarca, Suecia y Noruega, en donde los católicos romanos desparecieron casi por completo. En la actualidad, incluso en los círculos jerárquicos del catolicismo, se sabe que las iglesias protestantes, sobre todo las catalogadas como nacionales como la anglicana o la presbiteriana, son estructuralmente lo mismo que el catolicismo romano, y no son temidas por Roma por cuanto las consideran serias, estructuradas y que no hacen un proselitismo agresivo, en contraste con los grupos más recientes de tipo evangélico como los Pentecostales o Asambleas de Dios.
En Alemania
Al regresar a Wittenberg, en marzo de 1522, Lutero, con el apoyo del elector, se ocupa de la organización de una iglesia reformada en Sajonia, con base fundamental en la justificación por la fe, pero dejando algunas prácticas tradicionales en la iglesia que a su juicio no se oponen abiertamente a las Escrituras. Prepara guías escritas para el orden del culto, la celebración de la Santa Cena y el bautismo. Por regla general los protestantes conservaron, por causes de herencia natural, la jerarquía sin el papa, lo mismo que los credos apostólicos y el Credo Niceno. Las leyes de la genética enseñan que las hijas heredan los caracteres de las madres, y la Palabra de Dios dice que el sistema de la gran ramera es madre de otras rameras, otros sistemas infieles, que por mucho que se hayan acercado al Señor, siguen involucrando en sus enseñanzas y prácticas de principios no bíblicos, mezclándolos con los verdaderos, pero el resultado carece de la pureza que Dios demanda.
Por ejemplo, a medida que la Reforma tomaba fuerza y se extendía, necesitaron mayor organización administrativa para el engranaje eclesial, contando Lutero a su vez con el respaldo de la autoridad secular. No importa que Lutero esté convencido de la conveniencia de la independencia de la iglesia frente al Estado, el hecho es que acepta ese apoyo del mundo, y hasta el presente esa relación estrecha perdura en las naciones luteranas. Al irse extendiendo la Reforma, la estructura eclesiástica se iba diversificando y deshaciéndose el patrón ideado por Lutero, de tal manera que éste, a fin de resolver las divergencias y tratando de recuperar el orden, acudió a los príncipes laicos, como el elector de Sajonia y de otros Estados protestantes alemanes, quienes se encargaron de nombrar sobreveedores regionales y visitadores que informaran sobre el estado de las parroquias.
Surgieron serios problemas, como el de ciertos nobles que quisieron aprovechar el momento coyuntural para sublevarse y apoderarse de tierras episcopales, y el de ciertos antiguos colaboradores de Lutero, empeñados en organizar una comunidad eclesial más rígida compuesta de auténticos protestantes. Por otro lado el movimiento nacionalista en un principio vio en Lutero un gran protagonista para esas aspiraciones del pueblo alemán. Pero a pesar de ello, el número de seguidores se multiplicaba enormemente; incluso monjes y monjas por centenares se salían de los conventos a fin de vivir una forma de vida cristiana más acorde con las Escrituras. Para 1530, el norte de Alemania había sido ganada para la Reforma; es decir, se iba consolidando la formación de una “iglesia nacional” alemana, la luterana. Fue en la Dieta de Espira en 1529, en que los príncipes luteranos, los del norte, protestaron ante los príncipes católicos, los del sur, por cuanto el representante del emperador anunció que Carlos V abolía la cláusula que en la Dieta anterior ordenaba que cada estado era libre de elegir su forma de religión, conociéndoseles desde ese tiempo como protestantes.
Antes y después de la muerte de Lutero, ocurrida en 1546, hubo guerra entre los príncipes luteranos y los católicos incluido el emperador, y no fue sino hasta 1555 en que el luteranismo consiguió el reconocimiento legal en el Imperio, con ocasión de la Dieta de Augsburgo, reunida por Fernando, hermano de Carlos V, pero sólo para los que se guiasen por la Confesión de Augsburgo, como un primer paso hacia la libertad religiosa, y en donde fue incorporado el principio del cujus regio, ejus religio (de tal país, de tal religión), de donde se desprende que el credo religioso de las personas dependía del país en donde naciese y no por su fe subjetiva, como lo hemos comentado; asunto que determinaban los gobernantes, más por sus intereses políticos que por sus principios religiosos. Además de Alemania, también en los países escandinavos (Suecia, Dinamarca y Noruega) se organizaron “iglesias nacionales” luteranas.
En Suiza
En Suiza la Reforma se desarrolló simultáneamente con la alemana, pero más bien independiente de ésta; de manera que, como en otras partes de Europa, la Reforma en Suiza no se identifica como luterana, y en verdad los líderes que siguen después de Lutero, aunque de indiscutible primer orden, ya no se les tiene como pioneros, sino seguidores. Allí Ulrico Zwinglio en 1517, más radical aun que Lutero, se enfrentó a los abusos eclesiásticos y a la “remisión de pecados” que ofrecían por medio de peregrinaciones a un santuario de la virgen de Einsieldn. Al igual que Lutero, Zwinglio había cultivado su educación humanística en los medios universitarios, profundizó en su estudio del Nuevo Testamento y también fue ordenado sacerdote al servicio del papado (1506), y en esas condiciones recibió las 95 tesis de Lutero, en un momento en que también se predicaban las indulgencias en Zurich. Zwinglio rompió definitivamente con Roma en 1522, fecha en la cual se unió en matrimonio con Ana Reinhard.
Hay que tener en cuenta que la situación de la iglesia en Suiza era diferente a la de Alemania. Allí la iglesia dependía más del Estado, en tal forma que los concejos municipales tenían autoridad para intervenir en los asuntos eclesiásticos, fruto del espíritu de la época y de las grandes lagunas de la teología escolástica imperante. Zwinglio se opuso a esta teología y a todas las mentiras romano papistas como las indulgencias, purgatorio, reliquias, imágenes, intercesión de los santos, la transubstanciación escolástica, los ayunos cuaresmales, el celibato, las tradiciones humanas, la riqueza de la iglesia, la distinción entre clero y laicos, el poder secular de la iglesia, el sacramento de la penitencia, como prácticas extrañas a la Biblia. Desde el comienzo Zwinglio contó con la simpatía del concejo de Zürich, lo cual aceleró y legalizó la reforma en el cantón y se fue extendiendo por otros cantones con la ayuda de otros predicadores del evangelio. Muere Zwinglio peleando en disputa con las provincias católicas, en la batalla de Cappel en 1531.
Juan Calvino
La reforma suiza siguió su desarrollo con figuras de primer orden como Guillermo Farel y Juan Calvino, considerado el más grande y controversial teólogo de la Iglesia después de Agustín de Hipona, por ser su teología la más bíblica de toda la Reforma. Nació Calvino el 10 de julio de 1509, en Noyón de Picardía, Francia, de una familia de antepasados humildes, pero de padres medianamente acomodados. Adelantó estudios de teología en la Universidad de París, los que más tarde abandonó por los de jurisprudencia y humanidades. Escribía a la perfección en latín, y adquirió conocimientos del griego y del hebreo, y fue atraído profundamente por las ideas luteranas. En 1535 huyó de Paris a Basilea y Ginebra acusado de herejía, en donde publicó su famosa obra conocida como la Institución de la Religión Cristiana, la más sistemática, coherente, ordenada y clara presentación de la teología dogmática protestante. Está compuesta esta obra de cuatro libros y dividida en ochenta capítulos, y es considerada la suma del sistema teológico calvinista. Hay que tener en cuenta que el propósito fundamental de la teología es el de guiar a los creyentes en la búsqueda de Cristo en las Escrituras.
Gran estudioso de la teología de Agustín, y tratando de exponer lo que era el cristianismo verdadero, la teología calvinista desglosa temas como el del Padre como el Dios soberano sobre Su creación, que gobierna, sustenta y preserva el universo con amor y justicia al mismo tiempo; la naturaleza del hombre, la inmortalidad, el pecado, la redención obrada por Dios en Cristo; sobre el Espíritu Santo; la Iglesia y su relación con las autoridades civiles; las consecuencias de la caída. Calvino niega la libertad del ser humano en el sentido pelagiano: primero, de acuerdo con la doctrina paulina, es esclavo del pecado, esclavitud de la cual somos redimidos por el Señor por medio de la fe; pero como la fe es un don de Dios, es evidente que Dios elige, y venimos luego a ser siervos del Señor. Hay bíblicamente una elección y predestinación para salvación. Calvino establece la necesidad de las Escrituras para el conocimiento de Dios, dado que Cristo es el único mediador entre Dios y los hombres y Cristo es el centro de la Biblia. (Se pueden leer en el Excursus II de este capítulo los cinco puntos de la doctrina calvinista de la gracia).
En cuanto a la Iglesia, en la Institución o Institutos, Calvino enseña que la Iglesia universal no es idéntica a ninguna institución visible; que no puede ser dividida, porque eso significaría que Cristo está dividido; la Cabeza de la Iglesia es Cristo, y los creyentes juntos forman un Cuerpo; que la Iglesia visible está compuesta de iglesias de diferentes ciudades y aldeas.
Calvino reconocía dos sacramentos, el bautismo y la cena del Señor. Enseñaba también que los términos obispos, ancianos, pastores y ministros, tienen el mismo significado, pero su punto de vista era que, además de la vocación interior de Dios, los ministros han de ser elegidos con el consentimiento y la aprobación del pueblo mediante elecciones. Se inclinaba hacia una aristocracia electiva. La teología calvinista tuvo tanta importancia, que irradió su influencia por otros países europeos como Holanda, Escocia, Hungría, Francia, Inglaterra, y más tarde en América del Norte. Las teologías, tanto de Lutero como de Calvino, fueron las de mayor influencia en los movimientos protestantes que surgieron de la Reforma.
En Ginebra hubo discrepancias de tipo religioso con los gobernantes civiles, y debido a ello Calvino y Farel se retiraron a Estrasburgo, pero siendo llamados de nuevo, Calvino consiguió que adoptaran sus Ordenanzas Eclesiásticas, una constitución de la iglesia, para restablecer por medio de ellas el orden, aunque, al no haber una política clara de independencia de la iglesia y el Estado, el poder civil continuó con sus pretensiones de ser también el representante supremo del poder eclesiástico.
Por ejemplo, la confesión de fe se hace obligatoria para todos los habitantes de la ciudad. Los magistrados civiles intervienen en la nominación de candidatos al ministerio, y los consistorios eclesiásticos eran integrados por ministros de la iglesia y miembros de los concejos municipales. Debido a esa siniestra herencia, a ese criterio dualista, a esa persistente unión de la iglesia con el Estado, desafortunadamente Calvino fue uno de los jueces inquisitoriales que condenó a muerte en la hoguera al célebre reformador radical, médico, humanista y científico español Miguel Servet, por sus errores antitrinitarios y en contra de la predestinación y el bautismo infantil, pues la herejía era un delito civil bajo el Código Justiniano, aunque Calvino trató con empeño que se retractara. Servet había sido médico del arzobispo de Vienne en Francia, y había sido juzgado por hereje en el sistema católico romano, y huyendo a Suiza, fue reconocido y arrestado a instancias de Calvino. Servet fue quemado en la hoguera el 27 de octubre de 1557, y mientras las llamas lo consumían clamaba, diciendo: “Oh Jesús, Hijo del eterno Dios, ten piedad de mí”. Aunque Calvino no era siempre el agente principal de las actividades del consistorio, es lamentable registrar el exagerado celo por guardar la moral pública y las prácticas cultuales, que las disciplinas y las censuras llegaron a un grado sofocante y exagerado de ridiculez de tipo inquisitorial.
En Francia
En contraste con Alemania y Suiza, en Francia los protestantes formaban una minoría, sobre todo si se tiene en cuenta que los reyes franceses, nominalmente católicos, según intereses solían ponerse alternativamente de parte de los protestantes o de los católicos. Se destaca la figura del profesor humanista, teólogo y traductor de la Biblia, Jacobo Lefèvre d’Etaples, quien desde 1512 escribió y predicó sobre la justificación por la fe, la ausencia de méritos en las obras humanas y el carácter extrabíblico de la doctrina escolástica de la transubstanciación. En Francia el protestantismo tuvo una historia tempestuosa y se vio envuelto el país en prolongadas e intermitentes guerras religioso políticas entre 1562 y 1594.
La Universidad La Sorbona, fundada en el siglo XIII por Roberto de Sorbón, se encargó de publicar una declaración de las doctrinas de la iglesia católica, refutando los Institutos de Calvino y prohibiendo los libros de los reformadores, incluyendo las obras de Lutero, Calvino, Felipe Melachthon y Clemente Marot. La mayoría de las aldeas valdenses en los valles de Provenza fueron destruidas y algunos hermanos quemados en la hoguera. Un hecho digno de destacarse es el que la historia registra la matanza de la noche de San Bartolomé, en agosto 24 de 1572, en que por orden de Catalina de Médicis, de la familia real, fueron vilmente asesinados unos 70.000 hugonotes, nombre dado a los protestantes en Francia, incluyendo a casi todos sus dirigentes, entre ellos el almirante Gaspar de Coligny, el cual fue atravesado por una pica en su lecho y arrojado al balcón, por obra de uno de los Guisa, de la nobleza francesa. Es lamentable registrar que cuando la noticia llegó hasta Roma, se celebraron fiestas especiales, el papado dio la orden jubilosa de que se repicasen todas las campanas de la ciudad y se acuñó una medalla para conmemorar la fecha.
En 1598, mediante el Edicto de Nantes les fue garantizado a los hugonotes la libertad de culto público en muchas ciudades especificadas de Francia, entre las cuales no se incluía París. Las muchas persecuciones en Francia, contribuyeron a la unión entre los protestantes, lo que los llevó a organizarse en iglesias con sus pastores, diáconos, etcétera, llegando incluso a redactar una Confesión de Fe y un Libro de Disciplina. Sin embargo, en el vaivén de los intereses políticos, a los protestantes se les aseguraron los plenos derechos cívicos; y al clero protestante se le concedió las mismas exenciones del servicio militar y de otros cargos de que el clero católico gozaba.
Cuando Napoleón Bonaparte ascendió al poder en 1799, una de sus preocupaciones fue la de controlar la vida religiosa de Francia. Las dos principales confesiones protestantes, Reformados y Luteranos, fueron reconocidas oficialmente, y al igual que el clero católico romano, sus pastores fueron considerados funcionarios del Estado, con derecho a percibir salario del fisco (1802).
En Escocia
Antes que se difundieran las ideas luteranas, en Escocia ya existían pequeños grupos wycleffitas y hussitas, pero fue en el siglo XVI cuando fue introducida la Reforma, la cual llegaría a ser acogida por la gran mayoría de la población, de manera que el protestantismo llegó a ser la religión oficial del Estado. Es importante saber que la forma del protestantismo que prevaleció en Escocia fue la presbiteriana, en donde los términos pastor, obispo y ministro se empleaban para determinar el mismo puesto. Los presbiterianos, fieles seguidores de las ideas calvinistas, a diferencia de los anglicanos, no estuvieron de acuerdo con que el rey, además de jefe político fuese el jefe de la iglesia. El protestantismo tuvo un gran desarrollo en Escocia debido mayormente a la anarquía predominante entre la nobleza, la cual, como se sabe, monopolizaba muchos puestos eclesiásticos, que eran ocupados por los hijos de los nobles que gozaban de las rentas; pero lo peor del caso es que eran ausentes, es decir, que usufructuaban las rentas sin cumplir las funciones correspondientes. Surgen algunos precursores de la venidera revolución religiosa; los escritos de Lutero se difundieron y se conocen insignes varones de Dios como Patricio Hamilton, quien, acusado de herejía, fue quemado vivo en 1528 en San Andrés, la capital eclesiástica del país; pero este martirio, lejos de apagar el fuego de la reforma, lo avivó.
El más destacado adalid de la reforma escocesa fue indiscutiblemente Juan Knox, quien nació en Haddington en 1515, y después de haber cursado estudios universitarios, fue ordenado al sacerdocio en 1540. Knox escuchó las prédicas de Jorge Wishart, mártir y compañero de Patricio, convirtiéndose en uno de los más estrictos y severos teólogos de todo el siglo XVI, y con algunos compañeros se dispuso a predicar las doctrinas protestantes en el castillo de San Andrés. Habiendo sido capturado y llevado a Francia, permaneció de galeote durante diecinueve meses, hasta que por intervención del gobierno inglés, fue liberado en 1549. Una vez liberado fue a Inglaterra, en donde la reforma estaba en su punto culminante, y fue uno de los capellanes del rey Eduardo VI. Más tarde en Ginebra fue discípulo de Calvino. Escocia adhirió oficialmente a la reforma en 1561, después de una guerra civil, cuando el parlamento escocés adoptó una confesión de fe más calvinista que luterana, que Knox y otros reformadores habían redactado, la Confesión de Fe Profesada y Creída por los Protestantes del Reino de Escocia. Prohibieron la misa y declararon nula la jurisdicción papal en Escocia. También redactaron el documento conocido como el Primer libro de Disciplina, en el cual se establecía el régimen presbiteriano, y el Libro de Orden Común, una especie de liturgia de Knox.. Como se ve, tal como lo hicieron Lutero, Calvino, Zwinglio y otros reformadores, también Knox se valió de las autoridades civiles para efectuar las reformas, aunque hubo sectores minoritarios del protestantismo, que eran menos insistentes en la perpetuación de ese statu quo, lo mismo que del ritual y organización heredados de la gran madre.
En Inglaterra
Enrique VIII no fue necesariamente el iniciador de la reforma en Inglaterra. Ya desde los tiempos del prerreformador Wycliffe, existía en Inglaterra el movimiento de los lolardos, que buscaban volver a la práctica del cristianismo primitivo. Además de los lolardos, los protagonistas de la verdadera reforma inglesa son el humanista John Colet y su discípulo Guillermo Tyndale, destacado humanista cristiano, sacerdote, mártir, traductor de la Biblia al inglés partiendo de los originales hebreo y griego, y se ayudó con la Septuaginta y la Biblia de Lutero, pero usando poco la traducción de Wycliffe, quien había usado la Vulgata. Además de esto, muchos de los escritos de Lutero se habían difundido por todo el país, hallando un terreno abonado, y de gran influencia incluso en las universidades de Oxford y Cambridge. En principio, Enrique VIII se mostró contrario a la reforma luterana, por considerarla hereje. Lo curioso es que Enrique VIII, después que en 1521 recibió del papa León X el título de Defensor de la Fe, tiempos en que en Inglaterra los estudiantes de teología debían renunciar bajo juramento a las doctrinas de Wycliffe, Juan Huss y Lutero, ese mismo monarca en 1534, por conveniencias particulares, rompe oficialmente con el papado, y establece la Iglesia Católica de Inglaterra, declarándose él mismo como cabeza de la misma, respaldado por un vigoroso nacionalismo que incitaba a la oposición a la intervención de un papa extranjero en los asuntos eclesiásticos y a la manera en que los representantes papales derrochaban las rentas del país en los lujosos palacios de Roma y Aviñón. De todo esto se aprovechó el cuasi absolutista Enrique VIII.
Enrique VIII (1491-1547), se casó por conveniencias políticas con Catalina de Aragón, hija de los reyes católicos de España, Fernando e Isabel, y a la sazón viuda de su hermano Arturo. Este matrimonio no era permitido por las leyes canónicas de la época, pero obtuvo la autorización del papa Julio II. Ellos tuvieron varios hijos, pero sólo sobrevivió María. Enrique anhelaba apasionadamente un heredero masculino, y empezó a cuestionarse si no fuese castigo de parte de Dios por haberse casado con la viuda de su hermano, dudas que aumentaron cuando fue objeto de atracciones mutuas con Ana Bolena, con la cual se casó secretamente, solicitando la anulación de su matrimonio anterior. Tengamos en cuenta que los nobles ingleses en su mayoría eran opuestos a la curia romana, y Tomás Cranmer, arzobispo de Canterbury y quien puso el fundamento para la teología de la iglesia Anglicana, simpatizaba con las doctrinas luteranas. Los grandes canonistas de las principales universidades europeas, consultados para el caso por consejo de Cranmer, consideraron nulo el matrimonio de Enrique y Catalina, pero el papa se negó a anularlo por el hecho de que Catalina era tía del Emperador Carlos V, quien era más poderoso que el monarca inglés.
La ruptura con Roma no se hizo esperar. El parlamento inglés en 1534 aprobó ciertas leyes que protocolizaban la ruptura y nombraban a Enrique VIII cabeza suprema de la iglesia en Inglaterra. Fue la época cuando fueron decapitados el humanista, pensador y buen cristiano Sir Tomás More y otros, por no estar de acuerdo con los sucesos. Lógicamente que el papa excomulgó al rey. En el año 1535, Enrique se pronunció a sí mismo como “in terra supremum caput Anglacanæ ecclesiæ” (“la suprema cabeza de la Iglesia Anglicana”), y acto seguido el nombre del papa fue borrado de todos los libros cultuales, quedando así amo tanto del Estado como de la iglesia.
No es nuestra intención a lo largo del libro ahondar en detalles, pero es necesario dejar registrado que durante el resto del reinado de Enrique VIII, la historia registra sus muchas vacilaciones en asuntos doctrinarios, su no aceptación a las fundamentales doctrinas de la Reforma, las múltiples ejecuciones a quienes no estuvieren de acuerdo con su proceder, prohibición de la lectura de la Biblia, sus posteriores divorcios y recasamientos, decepcionando a todas las corrientes doctrinarias de la época.
La Reforma en Inglaterra se estableció definitivamente durante el reinado de su hija Isabel I, en cuyo reinado las prisiones fueron abiertas, revocados los exilios, honrada la lectura de la Biblia, la época más gloriosa de la historia inglesa. A partir de esa época la Iglesia Anglicana tomó la forma que ha permanecido hasta hoy, con una feligresía real de tan sólo el 6% de la población; de la nominal no tenemos conocimientos. Es importante registrar que el tormentoso y hasta sangriento desarrollo de la Reforma en Inglaterra, dio origen a muchos grupos minoritarios de radicales, que posteriormente fueron las raíces de movimientos separatistas y la formación de grandes denominaciones, como lo veremos luego.
Las misiones anglicanas establecidas en territorio norteamericano, después de la guerra de independencia sufrieron una transformación, pues en 1789 los anglicanos de los Estados Unidos se organizaron en una denominación independiente, la Iglesia Protestante Episcopal.
La Paz de Westfalia
Después de los movimientos reformistas dentro de las toldas católicas, la Iglesia Católica Romana se puso en marcha para reclamar los territorios europeos que había perdido en favor del protestantismo. Un siglo después de institucionalizada la Reforma protestante, en 1618, y por defender intereses, ambiciones y rivalidades más políticos que religiosos de los reyes, generales y aventureros, lo mismo que los impulsos del naciente nacionalismo, se desata en Alemania y luego en otros países europeos una guerra conocida históricamente como la Guerra de los Treinta Años.
El catolicismo romano recupera algunos territorios que había perdido, así como parroquias, monasterios y obispados, pero no pudo acabar con el protestantismo. Finalmente, mediante el tratado de Westfalia de 1648 se firma la paz, y se fijan los linderos tanto de los estados católico romanos como protestantes, y se les concedió a las naciones europeas el derecho a elegir religión. Se registran muchos cambios y se frustran muchas aspiraciones habidas en la Europa medieval.
Recuérdese que, como lo hemos mencionado en el capítulo de Tiatira, los idealistas del sistema romano habían dado por sentado que el papado estaba llamado a dar cumplimiento al reino milenial y fundaron sus esperanzas en la formación de un Estado universal con dos cabezas, el papa romano y el Santo Imperio Romano, confundiendo así prácticamente la iglesia con el mundo; secularizando la iglesia, o “cristianizando” al mundo. ¿Será el cumplimiento de esto el frustrado milenio que inaugurarán las dos bestias de Apocalipsis 13? Pero al surgir la reforma protestante, y empezar a pasar el viejo orden que había estado asociado con el cristianismo apóstata, muchos despiertan del ilusorio sueño a la objetiva realidad de que el mundo no se puede “cristianizar”, y de que la iglesia secularizada no puede reemplazar ni a la legítima Iglesia de Jesucristo, en su manifestación verdadera, ni al escatológico reino milenario del Señor. ¿Podrá el mundo ser “cristiano” en ciertas épocas más que en otras?
Es peligroso confundir el mundo y el Estado con la Iglesia. Sabemos que Dios saca a Su Iglesia del mundo; hace un exagorazo(1), para que no se siga ni confundiendo con el mundo, ni siga de esclava de esa corriente mundana. Es verdad que la Iglesia ha influido en el mundo, porque es la luz del mundo, la sal de la tierra; pero es difícil determinar hasta qué medida el mundo se conforma a las normas cristianas.
Como ladrón en la noche
“Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo. Y arrepiéntete. Pues si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti” (v.3).
La iglesia protestante reformada se caracteriza por recibir enseñanza en insignes centros educativos, grandes seminarios e incontables institutos teológicos, pero más en teoría y en la letra que en el espíritu; letra sin vida, conocimientos en la mente, donde esos viejos odres no pudieron contener el nuevo vino. Pero, ¿esas enseñanzas serían las auténticas de Cristo? Tengamos en cuenta que Tiatira se inventó su propia enseñanza, y mucha de esa enseñanza pasó a Sardis. ¿Qué hacía la iglesia primitiva? “Perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones” (Hch. 2:42). Pero llegó el momento histórico en que la Iglesia se olvidó de la doctrina de los apóstoles, y se perdió la comunión de Cristo, pero Sardis no la restauró completa; se siguió inventando cosas.
Con la Reforma se inició un reavivamiento, pero sus características fueron más exteriores que una vida espiritual auténtica. A este remanente de escapados de Tiatira se les encomia haber aceptado esas revolucionarias enseñanzas, pero por cuanto esos conocimientos no fueron fuente de vida espiritual, aquella buena obra quedó sólo a medias, no completaron el propósito que el Señor tenía de recuperar y restaurar por completo Su Iglesia. La reacción de Dios a ese statu quo no fue respaldada enteramente por los hombres. Recibieron muchas enseñanzas en sus intelectos, pero no llegaron a sus corazones; entonces se consideraba viva, pero estaba muerta. “Has recibido todo el depósito, con todas sus exigencias y privilegios, pero lo tienes agonizante”. Dice el hermano Rick Joyner: «No procures enseñar a otros a hacer lo que tú, por ti mismo, no estás logrando. La reforma no es tan sólo una doctrina. La verdadera reforma viene de la unión con el Salvador. Cuando estás en yugo con Cristo, llevando la carga que Él te ha dado, Él estará contigo y la llevará por ti. Tan sólo podrás hacer su trabajo cuando lo estés realizando con Él, no sólo para Él. Solamente el Espíritu puede engendrar aquello que es Espíritu. Si estás en yugo con Él no harás nada a favor de la política ni de la historia. Todo lo que hagas por motivos de presión política u oportunidades te conducirá al fin de tu propio ministerio. Las cosas que se hacen en un esfuerzo por hacer la historia, serán la mejor restricción de tus aportes a la historia y fracasarás en tu intento de impactar a la eternidad. Si no vives lo que predicas a otros, te descalificas a ti mismo del sumo llamado de Dios»(2).
En Sardis fueron restauradas algunas cosas, pero nada en materia eclesiológica, y la vida del Cuerpo. No hay auténtica vida espiritual cuando no se vive corporativamente, pues Lutero pudo haber definido a la Iglesia como la comunión de los santos, pero en el fondo hubo confusión, y se siguió pensando en un edificio, en una institución. Recuérdese que para Lutero, el gobierno y la organización externa de la iglesia eran relativos, adaptables al tiempo y a las circunstancias; en cambio Calvino y Bucero (o Bucer) pensaban que la organización de la iglesia debía sujetarse a los dictados de la Biblia, lo cual tiene una validez permanente.
La Reforma fue fundamentada más por “teologías” y “doctrinas”, que por la Palabra de Dios. El teólogo con relativa facilidad puede inclinarse hacia ciertas corrientes doctrinales, debido a que con seguridad ha sido formado de acuerdo con los criterios dominantes de algunas escuelas de pensamiento, a menudo cerradas a distintas otras tendencias y consideraciones teológicas, dificultando así el correcto y verdadero enfoque de la sana exégesis de la palabra profética. Hoy se tienen miles de escuelas para pastores y hasta para profetas, pero eso no garantiza que hayan sido escogidos por Dios para ponerlos como pastores y profetas, ni un grado autoriza a nadie a ordenar a otro de pastor o profeta.
Antes que para que lo represente, el Señor vino a edificar una Iglesia para que lo contenga, para que sea Su morada, Su templo. A menudo, las eventuales representaciones han sido formales y protocolarias, tanto que han desvirtuado la verdadera orientación histórica que el Señor se propuso darle a Su única y amada Iglesia. Es apenas comprensible que quien no contenga al Señor, en primera instancia a nivel individual y luego corporativamente, no lo puede representar correcta y proféticamente.
Si el Espíritu Santo no vive en el espíritu del hombre y Cristo no habita en su corazón, es muy difícil la edificación de la Iglesia bajo los parámetros y requerimientos de la Palabra de Dios. Cuando en Efesios 3:17 dice, “para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones”, el verbo habitar, en griego katoikeo, conlleva la idea de “sentirse en casa” o “posesionarse de”. La Iglesia es la santa casa de Cristo, es Su hogar donde Él, como Cabeza, es quien manda. Pero a través de la historia las cosas tomaron un rumbo diferente, y los hombres empezaron a desconocer la Cabeza, el Jefe de la casa.
El nivel de la Iglesia empezó a deslizarse a la muerte de los apóstoles; el método divino se fue perdiendo, hasta que ocurrió el matrimonio con el sistema político religioso del mundo; y por centurias la cristiandad ha estado tratando de servir a Dios usando métodos artificiales, meramente religiosos y de humana inventiva, introduciendo y adoptando fuego extraño, tomando prestadas liturgias e hierourgias del antiguo judaísmo mezcladas con los rituales de origen pagano de herencias babilónicas, egipcias, griegas y romanas, cristalizadas primero en el sistema católico romano y traspasadas a su vez, con algunos atenuantes, a las iglesias cristianas nacionales europeas, y posteriormente, con ciertos ropajes de ortodoxia bíblica, a las grandes denominaciones protestantes; más tarde se vislumbran algunos vestigios de esa nefasta herencia en los sistemas congregacionales, tales como su clericalismo, sus templos, altares, economía.
¿Qué sucederá con las iglesias reformadas protestantes? Continuarán existiendo hasta la eventual venida del Señor, pero a nivel organizacional están muertas, y si no velan, vendrá el Señor en el momento en que menos lo esperan; individualmente los hermanos de Sardis no tienen la suficiente claridad sobre el tiempo de la venida del Señor, quien los sorprenderá como ladrón, cuando Él eventualmente se esté manifestando a los que le buscan, a los vencedores. En comparación con Filadelfia, para Sardis la venida del Señor será tan repentina y en una hora en que nadie en Sardis lo sabrá, y será tan dramático, que el Señor les dice que los sorprenderá como ladrón en la noche. Para Sardis la venida del Señor los tomará por sorpresa, así como fue tomada por sorpresa la ciudad en dos ocasiones: primero por Ciro el Grande, el persa, el año 549 a. de C., y después por Antíoco III el Grande en 218 a. de C., a pesar de que estaban confiados, no estaban en vela, porque Sardis estaba construida sobre una colina cuyos lados caían perpendicularmente sobre la llanura; y por último fue destruida por un terremoto en el año 17 d. de C., aunque fue reconstruida en el 27(3). Pero lo curioso es que el mismo anuncio lo tiene el Señor para el mundo que no le conoce. Sardis, si no se arrepiente, es reducida a la condición del mundo. Meditemos en el siguiente texto de 1 Tesalonicenses 5:1-6:
“1Pero acerca de los tiempos y de las ocasiones, no tenéis necesidad, hermanos, de que yo os escriba. 2Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá así como ladrón en la noche; 3que cuando digan (el mundo): Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos (sobre el mundo impío) destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán. 4Mas vosotros (la Iglesia viva que le espera), hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón. 5Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas. 6Por tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios”.
¿Qué significa lo anterior? Que necesitas estar totalmente preparado antes de que llegue ese acontecimiento. Es necesario que seas un vencedor, que conozcan qué días vives, el tiempo profético del Señor, para que aquel día no te sorprenda como ladrón. Puedes leer la carta a Filadelfia con atención y verás que en la adecuada restauración del Señor las cosas son diferentes.
Los grandes movimientos y denominaciones
Los orígenes de los diferentes movimientos y organizaciones eclesiásticas del protestantismo no fueron puramente religiosos. Entraron en juego otros factores como los políticos, nacionales, sociales y personales. Las iglesias nacionales se interesaron más por perpetuar su institución que en serle fieles al Señor y servirle conforme la enseñanza de Cristo, y por eso es que en el siglo XVIII surge una nueva reacción aún dentro de Sardis. Se trata de los que se negaron a seguir participando de las iglesias nacionales, ora porque tuvieron nuevas luces sobre ciertas verdades bíblicas, ora porque se negaban a seguir participando del pecado ajeno u otras razones, pero optaron por abrirse paso con otro avivamiento, pues del primero sólo había quedado el recipiente donde había bebido la primera generación; sólo quedaba la conformación externa, y se abrieron bajo la bandera y pretexto de doctrinas resaltadas, abriendo primero iglesias disidentes, las que más tarde dieron lugar a la formación de las grandes denominaciones históricas, pero estas grandes organizaciones denominacionales corrieron la misma suerte, de tal manera que se siguen disputando la posesión de la mejor organización, del vaso más reluciente, donde a duras penas quedará alguna gotita de la primera bendición de Dios. Para que el vaso sea perfectamente lleno de la gracia y bendición genuina de Dios, es necesario ir al principio bíblico, a la norma de Dios. Por eso es que las obras de Sardis resultan ser buenas, pero no perfectas. Es necesario saber cómo se recibieron las cosas de Dios al principio. Ahí están en la Biblia. Ahí está el depósito completo. Claro que los reformadores restauraron la lectura de la Biblia a los idiomas vernáculos pero con el agravante de que no fue entendida y obedecida en su justa medida. Los hombres prefirieron abrir los estatutos, las normas hechas por los otros hombres, seguir las herencias y tradiciones religiosas, los compromisos políticos, que abrir el libro de los Hechos, las epístolas apostólicas, el Apocalipsis y seguir el derrotero fijado por el Señor.
Dentro del panorama reformista inglés hubo una época en que se vislumbraban tres diferentes tendencias: el elemento romanista, que propugnaba por una nueva unión con Roma; el anglicano, que estaba de acuerdo con la moderada reforma de Enrique VIII e Isabel I, y un tercer grupo de protestantes radicales, de donde surgieron los puritanos, congregacionales, bautistas, cuáqueros, metodistas, y otros. Al comienzo las personas que organizaron las iglesias independientes fueron sometidas a severa persecución y oposición por parte de los dirigentes de las iglesias nacionales europeas, acusándolos de causar divisiones y tildándolos de sectarios. Pero téngase en cuenta que las iglesias nacionales, habiendo acabado muertas, además de los verdaderos hijos de Dios, los que entraban a pertenecer por la fe, incluyeron por el bautismo a los no creyentes; entonces los que se apartaron fueron de los que en verdad habían creído, y habiendo sido tocados por el Espíritu Santo, salían de en medio de las hijas de la gran ramera. Pero las nuevas congregaciones también acabaron muertas. ¿Está el protestantismo muerto del todo? No, porque hay en su seno unas pocas personas sin contaminarse, las cuales son usadas por Dios poderosamente.
Queremos dejar sentado que círculos religiosos romanistas, para defender su postura y otros oscuros motivos, han insistido en la desinformación de que los movimientos protestantes que han penetrado en los países del tercer mundo y en especial a los de América Latina, se apegan a la Biblia como criterio único e inefable de fe y moral y la siguen literalmente porque se basan en un fundamentalismo norteamericano. No es raro que se trate de una secuela de algún coletazo del fantasma de la famosa teología de la liberación, y soterradamente se identifique con suspicacia al protestantismo con el capitalismo asociado con el imperialismo norteamericano. En el presente estudio no hacemos un análisis exhaustivo del asunto, pero sí tratamos de presentar la verdad de tal manera que se aclare que los grandes movimientos protestantes mayormente se originaron en Europa, incluso antes del desarrollo de los países en el territorio norteamericano, y que los movimientos protestantes norteamericanos, por principios constitucionales, no fueron oficializados ni relacionados con el Estado. Se sabe que los colonizadores pioneros de Norte América fueron muchos de los hermanos protestantes que huían de las persecuciones de que eran objeto por parte de los intolerantes magnates religioso políticos europeos.
Anabaptistas
Ya hemos comentado que por razones de herencia proféticamente analizadas, el luteranismo y la Reforma en general en muchos aspectos constituyeron una continuación del sistema católico romano, pues en principio el luteranismo rechazó sólo aquellas características del catolicismo que al parecer de los reformadores iban en contrasentido de las Escrituras. En muchos territorios europeos las iglesias reformadas pretendieron ser “la iglesia” en su respectivo país, tratando de hacer entrar en la iglesia visible a todos los que naciesen en la comunidad, no obstante que uno de los principios fundamentales de la Reforma era la salvación por la fe. Incluso en la Dieta de Augsburgo, hubo alguna disparidad entre las confesiones de fe presentadas por separado por Lutero y por Zwinglio. En medio de toda esa confusión, se levantaron grupos de reformadores radicales (unos más radicales que otros), que tenían a las Escrituras como su autoridad y deseaban volver al cristianismo primitivo, rechazando todo lo que había venido por medio del catolicismo romano, trabajando en la formación de iglesias no identificadas con el mundo, compuestas por personas que hubiesen experimentado el nuevo nacimiento.
En los comienzos de la Reforma, entre los que lideraban a los más radicales, estaban Andrés Carlstadt y Tomás Müntzer, cercanos colaboradores de Lutero al comienzo, quienes estaban ansiosos por acabar con todos los remanentes de la “iglesia papista” y de los opresores de toda índole; le dieron a los laicos tanto el pan como el vino, rechazaron las imágenes, algunos sacerdotes y monjes se casaron (esto lo dejaron a la conciencia individual), cayeron en desuso la confesión y los ayunos, se permitió el idioma germano en el sermón y la eliminación gradual de los altares, se abolieron las asociaciones religiosas, suprimieron el bautismo de niños por ser contrario a las Escrituras, y volviendo a bautizar a los adultos, razón por la cual fueron llamados anabaptistas (rebautizadores). Recuérdese que el bautismo de niños es basado en las doctrinas de Agustín de Hipona. No se puede determinar con precisión cuándo se originaron los anabaptistas; pero se tiene conocimiento de que un centro de los primeros anabaptistas fue Zürich, pues se asociaron con Conrado Grebel (1498-1526), Félix Manz y Jorge Blaurock, integrantes de prominentes familias y antiguos colaboradores de Zwinglio en Sürich, Suiza, pero que iniciaron un movimiento aun más radical que el de Zwinglio, movimiento que se conoce como los Hermanos Suizos, quienes establecieron contacto con Carlstadt. Grebel fue ejecutado, ahogándolo, por orden del concejo municipal.
Los anabaptistas fueron perseguidos tanto por el papado como por protestantes, porque veían en ellos unos revolucionarios peligrosos, que transtornaban el orden establecido; además, debido a que bautizarse de nuevo era un delito que se pagaba con la muerte, de acuerdo con el código de Justiniano, incorporado en el Corpus Iuris Civilis (Código Civil vigente en Europa en esa época). Los anabaptistas también rechazaron el modelo de la simbiosis iglesia-sociedad estatal, identificando el bautismo con la profesión de fe de un creyente en Jesucristo. Reunían a los creyentes en congregaciones separadas del mundo, deseando volver al cristianismo del primer siglo y liberarlo de las corruptas innovaciones de Roma. Lutero los llamó fanáticos, en parte porque algunos, los más radicales, quisieron llegar a extremos peligrosos como el de incitar a matar a ciertos impíos. Los anabaptistas constituyen asimismo las raíces del posterior surgimiento de importantes movimientos como los bautistas y los cuáqueros.
Menonitas
Este movimiento tuvo sus raíces en el anabaptismo. Toma su nombre de Menno Simonis (1496-1561), nacido en Frisa Occidental, quien originalmente fue ordenado ministro anabaptista después de haber sido consagrado sacerdote al servicio del catolicismo romano, pero un año después de haber sido ordenado sacerdote tuvo dudas en cuanto a la eficacia de la misa. Todavía al servicio del romanismo, y estudiando la Biblia, fue conmovido profundamente por la ejecución de anabaptistas en su región. Por otro lado, por su estudio escriturario, tuvo el convencimiento que tanto el catolicismo romano como las corrientes protestantes estaban en error en cuanto a la práctica del bautismo infantil. El 30 de enero de 1536, Menno Simonis renunció públicamente a sus vínculos con el catolicismo romano. Se refugió muchos años en los países bajos, víctima de persecuciones, pero pese a éstas, extendió sus labores misioneras hasta Alemania, Dinamarca, Holanda, escribiendo, organizando congregaciones, y fueron redactadas varias confesiones de fe. Los menonitas llegaron a ser numerosos en Holanda y en varias regiones de Alemania. Obligados por la persecución, y negándose a la resistencia armada, los menonitas se dispersaron extensamente, llegando incluso a establecerse en el territorio del continente americano.
Los puritanos y el Nuevo Mundo
En Inglaterra gran parte de los protestantes se identificaron con el calvinismo, dando origen a los llamados puritanos, que más tarde colonizaron muchas de las tierras de América del Norte. Recuérdese que el barco Maryflower zarpó de Inglaterra en 1620 con un grupo de Separatistas que fundaron a Plymouth; eran los llamados padres peregrinos. Sus raíces se remontan desde el reinado de Enrique VIII. Muchos de ellos se refugiaron durante el reinado de María Tudor, hija de Catalina de Aragón, y reinando Isabel I tuvieron contactos con los hermanos de Basilea, Estrasburgo y otras ciudades donde se había desarrollado la Reforma. Enseñaban los puritanos la teología de los convenios o pactos, en la cual las promesas que Dios les había hecho a los hombres, estaban condicionadas a la obediencia del hombre. Comprendía el pacto de gracia entre Dios y Sus elegidos, y el pacto de obras entre Dios y Adán como representante de toda la humanidad. Reprobaban el episcopalismo en favor del presbiterianismo y no deseaban dejar de pertenecer a la Iglesia Anglicana, aunque un grupo importante de ellos anhelaba una iglesia más autónoma, igual a aquellas establecidas en Ginebra y Escocia. Durante el reinado de Isabel, Tomás Cartwright, nombrado profesor en divinidad en Cambridge en 1569, fue uno de los grandes exponentes del puritanismo presbiteriano.
Durante el reinado de Jacobo I (reinó entre 1603 a 1625), sucesor de Isabel, influyeron para que se realizara la más famosa de las traducciones bíblicas al idioma inglés, la versión del Rey Jacobo, hecha por cincuenta y cuatro eruditos de la época, por encargo de este monarca y publicada en 1611. Se destaca la figura del puritano Juan Milton, íntimamente relacionado con el gobierno de Cromwell (1653-1658), quien se escapó de la horca, y es muy conocido por su obra El Paraíso Perdido, en la que describe el drama humano bajo la perspectiva cristiana. En esa época se impuso el elemento independiente o congregacional en las toldas puritanas. Después de la guerra de 1688, se protocolizó su independencia de la Iglesia de Inglaterra, obteniendo derechos como organizaciones separadas. De los puritanos surgieron tres grandes denominaciones, la Presbiteriana, la Congregacional y la Bautista, las cuales, como todas las demás agremiaciones protestantes inglesas, ya para la primera mitad del siglo XVIII en un frío formalismo, llevados más por una creencia intelectual que por una vida de fe subjetiva. El racionalismo y el materialismo lo iban invadiendo todo, y las organizaciones protestantes oficialmente establecidas en muchos países europeos entran en una especie de letargo y aburguesamiento.
Bautistas
Los bautistas tuvieron su origen en Inglaterra en tiempos de Jacobo I, y su nombre les vino porque rechazaban el bautismo infantil, y hacían énfasis en que fuese administrado solamente a los creyentes cristianos, de ahí su apelativo. Ese fue el principal aporte bautista en el trabajo de la restauración de la Iglesia, y su teología fue originalmente de carácter calvinista. Los primeros bautistas se contaban dentro de los separatistas (congregacionales) anglicanos, los cuales abogaban por la formación de iglesias “reunidas”, no compuestas por los habitantes de un área dada, sino sólo por los que conscientemente eran cristianos. La primera iglesia bautista inglesa comenzó en Amsterdam bajo el liderazgo de Juan Smith (murió en 1612), un graduado de Cambridge, de corriente teológica arminiana. Fueron los ascendientes espirituales de los Bautistas Generales de Bretaña. Tomás Helwys, antiguo discípulo de Smith, después de haberse desasociado de los menonitas, fundó en 1612 fuera de los muros de Londres la que parece haber sido la primera iglesia bautista en suelo inglés.
Después de la muerte de Jacobo I, como una secesión de los separatistas, surgen los llamados Bautistas Particulares, pues creían en una expiación restringida, particular, limitada sólo para los elegidos, de teología de la línea calvinista. Estas dos corrientes bautistas, la de carácter general de la expiación de Cristo (arminiana) y la particular (calvinista), continuaron separadas hasta fines del siglo diecinueve. La característica actual del movimiento bautista es más bien simple. Cada congregación es autónoma de tipo democrático, regidas por un pastor y un consejo de diáconos, encargados del cuidado espiritual y material de la comunidad, y por lo general son enemigos de la centralización. Existe una Alianza Bautista Mundial que se reúne periódicamente con delegados de todo el mundo. Fue famoso el predicador bautista de Bedford, Juan Bunyan (1628-1688), autor de su autobiografía La Abundante Gracia para el Primero de los Pecadores, donde narra la ardiente fe que experimentó después de una prolongada lucha ante una honda depresión; pero es más conocido por su difundida obra escrita en la cárcel, El Progreso del Peregrino, una hermosa alegoría de la conversión y la vida cristianas, hoy conocida hasta por versiones cinematográficas.
Los bautistas se han caracterizado por ser grandes misioneros, y en 1638, Roger William y Juan Clarke, fueron los primeros bautistas de relevancia llegados a territorio americano. Actualmente en Estados Unidos están divididos en la Convención del Norte y la Convención del Sur, a raíz del conflicto racial llamado la Guerra de Secesión.
En 1792 fue organizada la Sociedad Misionera Bautista, impulsada principalmente por el británico Guillermo Carey (1761-1834), de una humilde familia, maestro autodidacto, zapatero, misionero en la India y pastor espiritual. Empezó su trabajo con la sola ayuda de unos pocos amigos, partiendo para la India en 1793. En 1801 tradujo el Nuevo Testamento al bengalí, llegando a fundar más de 150 escuelas, dos sociedades agrícolas y una caja de ahorros.
En el siglo XIX corren en Europa fuertes vientos de liberalismo teológico, concebidos como secuela de pensadores de la línea del Francés Juan Jacobo Rousseau (1712-1778), de los alemanes Emmanuel Kant (1724-1804) y Jorge Guillermo Federico Hegel (1770-1831), del escocés David Hume (1711-1776), entre otros, como un reverdecimiento del racionalismo de la centuria precedente; y esa teología liberal relacionada con la alta crítica, provocó una profunda crisis espiritual incluso en círculos bautistas ingleses, con sus repercusiones por muchos países del mundo. Para hacerle frente a esa situación, el Señor levanta un gran predicador bautista de la línea teológica calvinista, el pastor Carlos H. Spurgeon (1834-1892), apodado el “príncipe de los predicadores”. Inusitadamente en la época, logró atraer al evangelio ortodoxo las masas obreras, endurecidas y decepcionadas del elitista anglicanismo.
Cuáqueros
En tiempos del gobierno de Oliverio Cromwell en Inglaterra (1649-1660), surgen los cuáqueros, como uno de los grupos radicales asociados con el puritanismo inglés. El nombre oficial del movimiento era la Sociedad de los Amigos, fundado por Jorge Fox (1624-1691), hombre de origen humilde, con la sola cultura que un amplio conocimiento de las Escrituras. De formación puritana, Fox, a edad temprana se horrorizaba del contraste entre la profesión del cristiano nominal y su vida práctica, sufriendo durante cuatro años una severa depresión espiritual, anhelando tener un acceso libre y directo a Dios. No encontrando ayuda eficaz entre los sacerdotes y predicadores, llegó a tener un desdén por ellos, llegando asimismo al convencimiento de que la verdad salvífica no se encontraba necesariamente en las elaboradas confesiones de fe. En el año 1647 su vida dio un vuelco cuando pudo sentir la realidad de Cristo en su vida, y esa Luz Interior le impulsó a ser un hombre nuevo, renunciando a la práctica de la hipocresía y el formalismo religioso; insistiendo en la sencillez en el vestir, en el comer, en el hablar; demandó un trato justo para los desprotegidos, como los indios americanos, los presos en las cárceles; se pronunció en favor de la tolerancia religiosa universal; en la sociedad cuáquera enseñaban que el cuerpo de creyentes no debía tener sacerdote ni ministro con salario, y otras muchas facetas que le valieron la cárcel muchas veces. Viajó predicando por Inglaterra, Gales, otros países europeos y América, donde se multiplicaron sus seguidores. El nombre del movimiento, cuáquero (quaker), se deriva del hecho de que Fox conminaba a sus jueces a temblar (quake) ante Dios. Muchos de ellos fueron perseguidos y hasta ejecutados aun en tierras americanas.
Un famoso dirigente y distinguido teorizante del movimiento cuáquero en la segunda mitad del siglo XVII fue Guillermo Penn, hijo de un almirante inglés en tiempos de Carlos II, quien definitivamente se estableció en las colonias inglesas de Norte América, en donde fundó una prominente comunidad cuáquera.
Presbiterianos
El origen del movimiento presbiteriano se relaciona con Juan Knox en Escocia e Irlanda. En los Estados Unidos está relacionado con la predicación de Jonatán Edwards (1703-1748) y el gran despertar. Jonatán se graduó en la universidad de Yale y sucedió a su abuelo materno Salomón Stoddard como ministro en la iglesia congregacional de Northampton; solía combinar el calvinismo con el neoplatonismo. El presbiterianismo tiene también raíces puritanas inglesas, pero se le introdujeron aires de teología liberal en el siglo XIX. Su nombre se deriva debido a que sus congregaciones se gobiernan por el sistema de un consejo de ancianos (presbúteros), con un pastor con determinadas funciones pero de igual autoridad. Sus características son muy parecidas a los Congregacionalistas, también de convicciones calvinistas al menos en sus orígenes, pero el Consejo Nacional de Iglesias Congregacionalistas no ha podido evitar la introducción en sus filas de la teología liberal, la alta crítica alemana y el pragmatismo.
En los Estados Unidos en 1789, después de la guerra de independencia, los presbiterianos, al igual que otras confesiones protestantes, formaron una Asamblea General autónoma de tipo nacional e independiente de la matriz europea, aunque no de carácter “oficial”, pues desde sus comienzos en Estados Unidos ha habido total libertad religiosa. Los presbiterianos se han dividido en varias ramas denominacionales, de las cuales sólo en los Estados Unidos hay más de diez.
Metodistas
En la primera mitad del siglo XVIII, debido sobre todo a la tolerancia y libertad religiosa, los círculos eclesiásticos ingleses sufrieron un decaimiento espiritual, pero en medio de aquel aburguesado clero anglicano surge un gran despertamiento, preferencialmente porque el Señor levantó hombres de fe de la talla de Juan y Carlos Wesley y Jorge Whitefield, ardientes propagadores de la fe, de los cuales Whitefield era el más destacado y elocuente predicador. Carlos compuso centenares de himnos. Jorge Whitefield (1714-1770) nació en Gloucester (Inglaterra) en una familia pobre. Estudiando en la universidad de Oxford en 1733, su vida se asoció estrechamente con los hermanos Wesley, con quienes el Señor restauró otros aspectos en Su Iglesia, como aquello de destemplizarla. Whitefield, anglicano como los hermanos Wesley, viajó predicando por el territorio de las Trece Colonias americanas, llegando incluso a conmover al ultra práctico y tan poco ortodoxo en materia religiosa, Benjamín Franklin; tuvo muchos seguidores principalmente entre los presbiterianos y congregacionales. Cuando Whitefield se separó de los Wesley, levantó una agrupación llamada los Metodistas Calvinistas Galeses. Nótese que cada avivamiento surgido provocaba nuevas divisiones en los diferentes movimientos protestantes. Es una constante; los que se apoyan en el statu quo de actitud fría y racional terminan por no entenderse con los verdaderamente involucrados en un avivamiento espiritual, o simplemente porque no estaban de acuerdo con ciertas manifestaciones y excesos emocionales.
El de los Metodistas en Inglaterra y Norte América fue de los grandes movimientos surgidos de la Reforma, en el cual representaron un papel muy importante Jorge Whitefield y Juan Wesley (1703-1791), nacido en Epwort en una familia ancestralmente pastoral. Juan y Carlos eran hijos del clérigo anglicano Samuel Wesley (1662-1735), hijo a su vez de un clérigo disidente. Juan estudió teología y literatura en Oxford, y se destacó por ser el dirigente y estadista del movimiento metodista. Su talento peculiar era la organización y la administración. Fue ordenado sacerdote de la iglesia anglicana en 1728, y como clérigo anglicano venía sintiendo un gran vacío espiritual, no obstante que en Oxford había fundado con su hermano Carlos y Jorge Whitefield, un Club Santo, o reuniones para fomentar la santidad, sin que faltaran las intenciones de dar un buen testimonio al resto de estudiantes; el vacío seguía manifestándose. En 1735 fue decisivo para él tener su primer contacto con los hermanos moravos relacionados con el conde Zinzendorf; y de quienes obtuvo el conocimiento experimental de la vida en el Espíritu, tal suceso ocurrido en el buque durante el viaje misionero que hizo con su hermano Carlos a Georgia, llegando a conocer y relacionarse con Spangenberg, uno de sus dirigentes. Una vez de regreso en Londres, experimentó su repentina conversión, gracias a la intervención del pastor moravo Böhler, iniciándose un período de avivamiento espiritual y se interesaron por evangelizar a los pobres, analfabetas y marginados.
Juan y muchos miembros del movimiento recibieron también impresión profunda de William Law (1686-1761), místico notoriamente influido por Jacob Boheme, y autor de Un Tratado Sobre la Perfección Cristiana y Un llamado Serio a una Vida Santa y Consagrada. El movimiento no dejó de tener sus inconvenientes para mantener la unidad. Surgieron discrepancias con los moravos, y entre Whitefield y Wesley. Se debe tener en cuenta que Whitefield era calvinista convencido, con la doctrina de la predestinación a bordo, mientras que Juan Wesley había sido cultivado en la teología de la línea arminiana. No obstante, que Wesley quiso siempre mantener a los metodistas dentro del sistema anglicano, no considerándola como una denominación separada, el rompimiento se dio, pues las autoridades anglicanas miraban con recelo ese mover pietista dentro de sus propias toldas. Por sus costumbres disciplinadas, a su movimiento le fue dado el apodo de Metodista, más tarde título oficial de un movimiento mundial. De acuerdo con la costumbre morava, Wesley introdujo en su movimiento los ágapes (fiestas de amor). Él organizó y multiplicó las sociedades dentro del movimiento, pero las entretejió en una organización inclusiva. Recorría las sociedades a lomo de caballo, predicando hasta quince sermones por semana, sin que necesariamente lo hiciese dentro de los recintos de los templos, y eso escandalizó los círculos clericales de su tiempo. Por el estudio de la Palabra, Wesley se convenció que en el Nuevo Testamento los presbíteros y los obispos eran de la misma orden. Al morir, Wesley había convocado un cuerpo de unos 540 predicadores para una población de más de 120.000 adeptos metodistas. En Estados Unidos fueron organizados los metodistas por Wesley después de la guerra de independencia en 1784. A la muerte de Wesley en 1791, fue formalmente constituida la Iglesia Metodista Wesleyana, totalmente desvinculada de la anglicana, que se extendió por muchos países de todos los continentes, y de donde posteriormente, como de todas las grandes denominaciones, se desprendieron ramas disidentes que adoptaron nuevos nombres. El gobierno eclesiástico del movimiento metodista en algunos casos es episcopal y en otros presbiteriano, pero en todos los casos de autoridad jerarquizada.
David Livingstone (1813-1873). Este pionero de las misiones protestantes en el África, nació en Blantyre, Escocia, procedente de una familia humilde y muy religiosa. Al comienzo se preparó suficientemente en teología y medicina para embarcarse como médico misionero en la China, lo cual no fue posible debido a una guerra entre Gran Bretaña y China, yéndose en cambio a Sud África. Por su carácter no denominacional solicitó integrarse a la Sociedad Misionera de Londres. Viajero incansable, en el África negra se interesó por el gravísimo problema de la caza y venta de negros como esclavos, denunciando estos hechos ante las autoridades británicas. Son dignos de mencionar asimismo los hermanos Carlos Grandinson Finney (1792-1875), evangelista y predicador americano en las Islas Británicas; escritor. Es famosa su obra Conferencias sobre Avivamientos de Religión. Dwight Lyman Moody (1837-1899), famoso predicador y compositor de himnos.
Ecumenismo
Por ecumenismo se entiende la unión de las diferentes corrientes, organizaciones, denominaciones, movimientos, misiones del cristianismo nominal, más a nivel institucional que en el marco de la comunión espiritual corporativa. En el siglo XIX, surge dentro del protestantismo el Movimiento Ecuménico, que se extendió a algunos de los cuerpos eclesiásticos orientales y a ciertos individuos que aún militaban dentro del catolicismo romano. Este surgimiento se asocia más tarde con destacados líderes protestantes, como el norteamericano Juan R. Mott (1865-1955), del movimiento de Estudiantes Voluntarios para las Misiones Extranjeras. Se inició este movimiento por una relativa unidad de las diferentes ramas del cristianismo protestante, sobre todo en torno a la cooperación en hacer los planes y acciones a través de las líneas denominacionales, pero sin la participación de los cuerpos eclesiásticos. Los trabajos se inician más a nivel individual o grupal. Al comienzo fueron organizadas muchas asociaciones parciales como las Asociaciones Cristianas de Jóvenes, en 1844; la Alianza Mundial de Asociaciones Cristianas de Jóvenes, en 1855; la Asociación Cristiana Mundial de Señoritas, en 1894; la Unión Mundial de Esfuerzo Cristiano y la Federación Mundial de Estudiantes Cristianos, en 1895; la Asociación Mundial de Escuelas Dominicales, en 1907. Los movimientos, grupos y personas comprometidas en estas diferentes asociaciones, nunca dejaban de ser leales a sus respectivas congregaciones y denominaciones.
A través de los años hubo muchos intentos de unidad y cooperación entre las distintas corrientes, movimientos, misiones y denominaciones cristianas, y una de las más importantes fue la Alianza Evangélica, iniciada en Londres en 1846, con más de ochocientos delegados de muchos países. Pero por muchos esfuerzos encaminados hacia la unidad, las divisiones crónicas la impedían de tal manera que surgían nuevas divisiones. De las tantas conferencias interdenominacionales mundiales o regionales que se siguieron, es importante mencionar la Conferencia Misionera Mundial, celebrada en Edimburgo en 1910, que vino a ser un hito en la historia del Movimiento Ecuménico, y en donde tuvo parte activa Juan R. Mott, quien la presidió. Esta asamblea fue la autora de dos organizaciones, la Conferencia Mundial sobre Fe y Orden y el Consejo Cristiano Universal por Vida y Obra. Estos dos cuerpos eclesiales, después de 1914, se unieron para formar el Concilio Mundial de Iglesias, conocido como CMI, constituido oficialmente en Amsterdam en 1948, año en que fue constituido el moderno estado de Israel, dándole inicio a las profecías de los últimos tiempos. Se inició con una agrupación de más de cien diferentes denominaciones, incluyendo a varias de las iglesias católicas ortodoxas, asociaciones de jóvenes cristianos católicos de Polonia y la Iglesia Ortodoxa Griega. Las denominaciones bautistas y metodistas son tal vez los más avanzados en materia de ecumenismo. El CMI adoptó el Credo de Nicea a fin de dejar abierta la puerta a todas las confesiones religiosas que estén de acuerdo con sus postulados. Aun dentro del protestantismo, el CMI ha sido criticado por sus implicaciones políticas, por su intenso contacto con el Vaticano, y por los que proclaman un cristianismo basado en la conversión a Cristo mediante un nuevo nacimiento y no a través de educación y tradición.
Respecto del ecumenismo dice Olabarrieta: “Los protestantes aspiran a formar una gran institución universal centralizada parecida a la católica, lo que les descalifica automáticamente para poder ser el pequeño rebaño del Señor. Y además, salta a la vista sin duda alguna que el protestantismo futuro, potenciado por los símbolos y sacramentos a los que apunta Tillich tan claramente, se acerca sobremanera al tronco católico del que salió. Movidos por estas aspiraciones y ambiciones de super-iglesia, han conseguido fundar el Consejo Ecuménico de Ginebra, que alberga a casi todos los protestantes del mundo, desde los presbiterianos de los Estados Unidos hasta los bautistas de Birmania. También han logrado formar la ‘Federación Luterana Mundial’, la ‘Alianza Reformada Mundial’ y el ‘Consejo Metodista Mundial’, cuyas directivas se han ubicado en el mismo edificio que el Consejo Ecuménico de Ginebra”(4).
El ecumenismo está íntimamente relacionado con la apostasía, relacionada a su vez en primera instancia con la disolución de la legítima expresión de la unión del Cuerpo de Cristo y la dogmatización de errores que se contraponen a verdades fundamentales de las Escrituras que tienen que ver con la vida misma de la Iglesia del Señor. La unión del Cuerpo de Cristo no se consigue con el hecho de que las diferentes vertientes del cristianismo nominal se reúnan y se pongan de acuerdo en muchos aspectos. Como lo dice el teólogo K. Barth: “Toda división, como tal, es un profundo enigma, un escándalo”. En la localidad de Corinto, por sus contiendas carnales, ya en sus corazones egoístas los hermanos empezaron a decir: Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo. Cuando Pablo les escribe por el Espíritu Santo condenando esa actitud, ya estaban a las puertas de protocolizar la división. Si eso se hubiera llevado a cabo, las rivalidades de carácter personal y confesional hubiesen seguido; entonces se habrían levantado algunas voces sensatas y les hubieran propuesto organizar un consejo que se reuniese anualmente con delegados de las cuatro facciones, para tener cierta clase de acercamiento ecuménico. ¿Esto habría resuelto el problema? ¿Se lo habría aprobado el Señor por medio de Pablo? La Biblia dice que no.
Vestiduras sin manchas
“4Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas”.
No obstante ser considerado Sardis en su condición global como muerta, hay personas fieles al Señor, líderes que no han manchado sus vestiduras con la muerte, espiritualmente vivos y usados por Dios. Las vestiduras reflejan las obras en fe de los santos, y más que eso, la vida y la acción del Espíritu Santo en el espíritu y en el corazón de la persona, es el andar del creyente y lo que realmente es en su vivir. Ese revestimiento es Cristo mismo reflejado en cada persona. Si la persona tiene manchado su vestido es porque hay contaminación de muerte; no necesariamente por el pecado, porque la naturaleza de la muerte es más contaminante que el pecado (cfr. Lv. 11:24-25; Nm. 6:6, 7. 9; 19:11, 16. Pero el pecado era perdonado ofreciendo la ofrenda: Levítico 4:27-31). En cambio las vestiduras blancas reflejan la pureza, la vida de Dios, la aptitud para andar con el Señor. El Señor tiene muy en cuenta también nuestros nombres como personas individuales, no necesariamente en el sentido corporativo, y en el curso de la historia ha levantado siervos a quienes ha santificado y les ha revelado su voluntad para esa coyuntura histórica en la vida de la Iglesia. Estos gigantes puede que hayan recibido cierta orientación profética o hayan hecho énfasis en alguna verdad o doctrina en particular, y son los instrumentos para eventuales y grandes avivamientos, que las siguientes generaciones no saben conservar, y el Señor se ve precisado a buscar otra persona para darle una nueva gracia, revelación y bendición, con el resultado de un nuevo avivamiento y de una nueva separación, porque los guiados por el Señor son objeto de la oposición de los que no ven el propósito de Dios en las cosas. En la práctica, en todo avivamiento hay separaciones, no causadas necesariamente por la persona escogida por Dios. Lutero no se quería separar, pero el sistema religioso imperante lo separó.
Los vencedores de Sardis
“5El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles. 6El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” (vv.5, 6).
¿De qué han de salir victoriosos los vencedores en Sardis? De la muerte que prevalece dentro del sistema del protestantismo. En otras partes de la presente obra hemos explicado que las promesas que aparecen en las siete cartas para los vencedores, son premios que han de tener cumplimiento en el reino milenario del Señor Jesucristo. De acuerdo con el andar en esta era de la gracia, así será la retribución en la era del reino, sin que esto tenga que ver con la salvación, que es un regalo de Dios. Aquí aparecen tres recompensas para los vencedores de Sardis: Vestiduras blancas, no serán borrados sus nombres del libro de la vida y serán confesados sus nombres delante del Padre celestial y Sus ángeles.
De acuerdo con los versos 4 y 5, vemos que el creyente cristiano necesita dos vestiduras. La vestidura del verso 4, representa al Cristo que recibimos y que viene a nosotros dándonos la vida de Dios, siendo hecho para nosotros justificación, redención y salvación en forma objetiva. “Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies” (Lc. 15:22). “Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención” (1 Co. 1:30). La del versículo 5 representa al Cristo que mora en nosotros, que vivimos en nuestro andar, nuestra justicia subjetiva, por la cual podamos decir como Pablo: “21Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia. 9Y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe” (Fil. 1:21; 3:9).
El nombre del vencedor no será borrado del libro de la vida. Para entender esto es necesario saber que existe un libro en los cielos en donde han sido escritos los nombres de todos los santos escogidos por Dios y predestinados para participar de las bendiciones que Dios ha preparado para ellos, las cuales son dadas en la era de la Iglesia, durante el milenio después que el Señor regrese y por último en la eternidad. “Regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos” (Lc. 10:20b). ¿Estás tú seguro de tu salvación? “27Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, 28y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano” (Juan 10:27,28). Si tu nombre está escrito en el libro de la vida ahora mismo estás recibiendo algunas bendiciones tales como la redención, el perdón de los pecados, la vida eterna, la regeneración, la naturaleza de Dios, la santificación, la renovación, la justificación y otras. Si durante este tiempo tú maduras en tu vida espiritual y llegas a ser un vencedor, el Señor no borrará tu nombre durante el milenio, sino que como premio el Señor te permitirá participar con Él en el reino milenial, incluyendo las bendiciones de Su gozo y reposo. “Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor” (Mt. 25:21).
En esta era de la Iglesia, uno como humano necesita de ciertos incentivos para poder cooperar con la gracia de Dios y hacer la correcta y verdadera obra del Señor en la construcción de la Iglesia, pero si tú no avanzas con Él, si te contentas de pronto con ser un creyente más del montón, un niño espiritualmente, no te interesa vencer sobre el statu quo reinante, entonces tu nombre es borrado del libro de la vida durante la dispensación del reino y no tendrás participación con el Señor en él, ni recibirás las bendiciones para ese tiempo. ¿Significa eso que pierden la salvación? De ninguna manera; sino que durante ese tiempo los no vencedores son disciplinados como el siervo malo que fue lanzado a las tinieblas de afuera hasta alcanzar la madurez necesaria para participar de las bendiciones que Dios ha prometido para la eternidad en la Nueva Jerusalén cuando sus nombres serán escritos nuevamente en el libro de la vida. ¿Cuáles son esas bendiciones eternas? El reinado eterno con Dios en la Nueva Jerusalén, el sacerdocio eterno, el árbol de vida, el agua de vida. “3Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán, 4y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes. 5No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos. 14Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad. 17Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente” (Ap. 22:3-5,14,17).
Los nombres de los vencedores también serán confesados por el Señor delante del Padre y de Sus ángeles en la era del reino milenial en la tierra. Incluso aquí en este tiempo de vida humana, a las personas les agrada que sus nombres sean confesados delante de altas personalidades y figuras de cierto prestigio. ¿Eso tiene algo que ver con el período de Sardis? Desde sus raíces la historia del protestantismo se ha visto relacionada con la vinculación de altos personajes, emperadores, reyes, príncipes, electores, dignatarios políticos y religiosos, abriéndose paso por medio de la política y la espada. Pero la casa construida por los hombres será dejada desierta (cfr. Mateo 23:38).
Pietismo
A lo largo del comentario de Sardis se han destacado algunos hermanos dignos de tenerse por vencedores, y que junto con miles de hermanos la mayoría desconocidos han derramado su sangre en su afán de ser fieles al Señor, buscando acercarse al ideal bíblico de la Iglesia. Asociados con ciertas corrientes anabaptistas, surgen los huteritas, o Hermanos Huterianos, por su líder Jacob Hutter, torturado y quemado en 1536, que practicaron por muchas generaciones la comunidad de bienes, de los cuales se destacaron los de Moravia, y que sufrieron severamente en la Guerra de los Treinta Años (1618-1648). Otro grupo de principios anabaptistas fue la Iglesia de los Hermanos, o Taufers, cuyo fundador, Alejandro Mack, con ocho hermanos más, en 1708, movidos por el movimiento pietista, tomaron la decisión de tener a la Biblia como su única regla y guía, y se bautizaron por inmersión en el río Eder. Inicialmente sus centros fueron Schwarzenau, el Palatinado y Marienbborn.
El pietismo fue un despertar a la vida espiritual más profunda, que surgió después de la Guerra de los Treinta Años, cuyas raíces y contribuciones las encontramos en el misticismo alemán prerreformista, en el puritanismo inglés y en los anabaptistas. En el siglo XVII aparece El Verdadero Cristiano, obra del luterano Juan Arndt, que originó el despertar de Felipe Jacobo Spener (1635-1705), considerado como el origen inmediato del pietismo. Cuando el movimiento se extendió, los grupos llegaron a llamarse collegia pietatis, de donde deriva su nombre. Ellos se ocuparon en pro de una reforma moral y espiritual, pues eran testigos de la inmoralidad de muchos clérigos, y el culto tendía a la formalidad y la esterilidad. Era necesario que el Estado interviniera menos en los asuntos de la Iglesia, recalcando, además, la conversión genuina y el cultivo de la vida cristiana. Spéner fue acusado de salirse de los esquemas doctrinales luteranos, pero él creía firmemente que si la persona no estaba auténticamente convertida, viviendo en una rectitud de corazón, las diferencias doctrinales tenían relativamente poca importancia. Los ortodoxos luteranos llegaron a acusar a Spener de 283 herejías. Registramos que eminentes músicos de la talla de Juan Sebastián Bach y Jorge Federico Hændel, extraordinarios compositores de la mejor música religiosa de todos los tiempos, relacionen su educación en el seno de familias luteranas y pietistas, respectivamente.
También el pietismo ejerció fuerte influencia en la Iglesia Reformada Holandesa a través del escocés Andrés Murray, quien ejerció también como misionero en Suráfrica. Sus hijos Juan y Andrés estuvieron en íntimo contacto con un movimiento de avivamiento en Escocia, donde se graduaron. En Utrecht lideraban un pequeño círculo que reaccionaba contra el racionalismo del siglo dieciocho. En Suráfrica se hicieron ministros de la Iglesia Reformada Holandesa. Andrés Murray (hijo) (1828-1917), se destacó como pastor y escritor de libros de amplia circulación dentro de la línea protestante mundial inclinada a los avivamientos y al llamado cristianismo de tipo evangélico.
1. Al redimirnos, Cristo nos ha sacado de la plaza de mercado (en griego, agora) de esclavos. El mundo es la plaza de mercado de donde nos ha sacado el Señor.
2. Rick Joyner. La Búsqueda Final. Whitaker House. U.S.A. 1997.
3. Matthew Henry. Comentario Bíblico de Apocalipsis. CLIE, 1991.
4. Santos Olabarrieta. “Cristo y Su Iglesia”. Fort Lauderdale, Fl. USA. Pág. 28-29.
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